La luthiería surgió "prácticamente de casualidad", sostiene Carlitos, y recuerda que trabajando en una fábrica maderera encontró un diapasón; fue en ese entonces que se inició en el arte de la construcción de guitarras. Alguien le jugó una mala pasada porque esa pieza luego desapareció misteriosamente, pero eso le dio fuerzas para seguir creando.

Con más ganas que conocimiento, pudo ir adentrándose en los secretos y hace pocos días, con 60 años de experiencia, terminó su guitarra Nº 45.

De todas, o de la gran mayoría, conserva una parte que guarda como reliquia en su taller. Guaza dice que no aún sabe si será la última, "porque los años pasan" o "por los costos de la construcción".

Soñó con dedicarse profesionalmente, pero en La Madrid no había mercado para alimentar esa pasión. Igualmente sigue con su labor entre las maderas.

"La primera guitarra no me salió bien, tenía 14 años. Hice alguna más, pero me salían con el mismo defecto: no daban bien las notas. Un día mi hermana que vivía en 9 de Julio me dijo que había dos hermanos que se dedicaban a construir guitarras; el hombre la empezó a mirar y me dijo que el defecto era en la medida que tiene que tener, con eso me saqué la lotería. A partir de ahí arranqué y me hice un lote de 10", repasa.

Logró contactarse con otros luthiers de experiencia y fue aprendiendo un poco más. Llegó a fabricar para la firma "Guitarra a la carta" de Capital Federal y en una "tirada" construyó cinco que fueron el premio del Concurso de Guitarras del Mundo que se hizo en La Madrid en 2010.

La última joya la terminó hace unos pocos días. "La había empezado hace como 7 u 8 meses y para año nuevo y Navidad me dediqué a terminarla", describe Carlitos.

"El momento de ponerle las cuerdas es el de más ansiedad, porque es cuando está terminada y hasta ese momento no se sabe qué va a salir, porque uno la hace con todos los recaudos y medidas, con la madera que esté estacionada, pero hasta que no se afina no se sabe. Hay que darle la altura para que la mano izquierda quede blanda y la derecha no sea baja, porque si no produce un mal sonido... hay un montón de detalles, por eso la construcción lleva su tiempo", explica.

En el taller de Carlos Guaza está la primera y la última guitarra que construyó. "Si las ves no hay gran diferencia entre una y otra, sólo 60 años de historia en el medio", comenta con una sonrisa.

"Es un trabajo de delicadeza y paciencia, hay que dedicarle muchas horas. Aunque haya pasado tanto tiempo no pierdo la pasión, la última, y la primera las hice con el mismo entusiasmo", apunta el luthier lamatritense.

"Es probable que exista la guitarra perfecta, yo no la puedo descubrir. Hay que construirlas con las mejores maderas del mundo: jacarandá, ébano... yo he hecho con maderas viejas y son muy nobles, y sabés que no te van a fallar. El músico que toca de oído le da otra impronta distinta al que lo hace siguiendo un programa; en cambio, los que no saben leer música les dan rienda suelta a los sentimientos", sostiene.

La experiencia hace al maestro, se dice en la jerga popular, y Carlos Guaza lo ratifica. "Hay que estudiar todo porque cada lugar de la guitarra tiene que estar acorde para que el resultado final sea bueno. Hay que saber adónde uno quiera llegar", alude.

"Una guitarra bien cuidada no digo que puede ser eterna, pero sí durar muchos años. No hay que exponerla al sol ni a la humedad, cuando no se usa por mucho tiempo es conveniente aflojarles las cuerdas, la funda debe acompañarla en cuanto a la calidad; la posición donde se deja en descanso debe ser boca abajo para que la fuerza de las cuerdas no le permitan ceder a la madera. Hay muchas teorías, pero yo las pongo en práctica", reza.

El trabajo demanda tiempo, pasión y también ciertas cuestiones a tener en cuenta, una de ellas es el clima. "Yo prefiero construirlas en verano. La madera siempre tiene un grado de humedad y no hay que dejarlas resecar, porque si no se puede deformar o resecar", indica.

Autodidacta al extremo, Carlos Guaza prefiere las herramientas manuales y sólo muy pocas son con algo de tecnología. "Yo hago guitarras artesanales y no en serie, hay empresas que se dedican a eso y tienen técnicos en sonido que se encargan de modificarlas", sostiene.

Otro de los secretos de la construcción es el lustre que se le da al acabado. "Hay empresas que le agregan laca acrílica, y cuando la guitarra tiene movimiento le aparecen grietas al lustre. Yo le pongo goma laca a muñeca y eso acompaña el movimiento, y le da calidad de sonido. Una vez vino un señor con una guitarra y me dijo que había quedado ‘sorda’; pasó que la mujer, por hacerle un favor, la barnizó y le quitó la vibración, así que tuve que pelarla íntegramente y lustrarla; cuando recuperó el sonido, el dueño no lo podía creer", repasa.

Pasaron 45 guitarras y más de medio siglo de vida como luthier. "Nunca me imaginé hacer tantas, aunque me hubiera gustado hacer muchas más... pero el tema comercial y el económico no da. Hoy las guitarras se conectan a un amplificador y desaparece el sonido propio. Pero lo que hago yo es otra cosa, es madera buena para usarla como se debe", termina Carlos Guaza.