El 13 de marzo de 2013 a las 20:12 de la tarde, cuando el cardenal Jean-Louis Touran pronunció el clásico "habemus Papam", Jorge María Bergoglio no era uno de los favoritos. La sorpresa que trajo su nombre y la alegría desbordada de miles de personas bajo la lluvia en la plaza de San Pedro son los primeros recuerdos de la elección del Papa Francisco. 

La mañana del 11 de febrero de ese año, el papa Benedicto XVI, afectado por la edad (pero también por las críticas a su manejo de los escándalos de abusos a menores en la Iglesia y los malos manejos del banco Vaticano) anunció su renuncia en forma sorpresiva, la primera desde 1415.

En esta ocasión, más que Bergoglio, sonaban otros nombres como favoritos: el brasileño Odilo Scherer, el italiano Angelo Scola. Perola elección de Bergoglio fue una recompensa por la que habían esperado mucho. 

Hicieron falta 2 mil años para que un latinoamericano ocupara la silla de San Pedro y allí permanece, hoy en silla de ruedas, pero siempre en la escena mundial como el que puede interceder para resolver casi todos los problemas que se suscitan a diario.