Cómo olvidar los murales en la ex YPF, en el tanque de agua del barrio CECO o en EDES. También, Lettieri y otros artistas se encargaron de embellecer en las últimas temporadas el Balneario con el proyecto "Mesa de autor".

En el año 1995 y 1996, los alumnos de la profesora ganaron consecutivamente los Juegos Bonaerenses, y desde allí se realizaron consecutivamente distintas obras al aire libre.

Para Alejandra Lettieri, "el Complejo Cultural es lo que motiva a que haya tantos artistas en La Madrid. Este lugar es mi lugar en el mundo, porque si bien venía de una ciudad más grande con su impronta, acá me encontré con algo muy cuidado, principalmente en las artes. Juan Carlos Pacín y su familia fueron motivadores para muchos... a pocos años del regreso a la democracia en La Madrid la cultura ya gritaba y desde entonces siempre hemos sido formadores".

"Tener el Complejo Cultural ha sido el gran motivador para los artistas. La Madrid ha sido el asombro de muchas ciudades, porque siempre fue un motor de la cultura", agrega.

"A pesar de los cambios de los gobiernos y de secretarios de Cultura, se sostiene el Complejo y mantiene su propio espíritu, y eso hace que La Madrid siga teniendo artistas visuales, en la música, en las danzas. Hay un desarrollo cultural muy fuerte y los niños que vienen lo toman como algo cotidiano. Que nos atraviese la cultura es algo diario", sostiene la profesora.

Con las iniciativas de Alejandra Lettieri, toda la comunidad tuvo acceso a las obras. "El arte, desde el inicio de la historia, tuvo y tiene como principal objetivo comunicar, establecer un contacto con el otro y contar qué nos atraviesa", subraya.

"Entre tanta cosa que hemos perdido como humanidad, el arte al servicio de la comunicación no se perdió; por el contrario, se fortaleció y se puede decir a través de lo que hacemos", valora.

"Yo ya no me subo más a los andamios. Gozo de lo que se está haciendo y salgo a recorrer los lugares donde se pinta. Cada uno tiene su estética y hay diferentes miradas, y está muy bueno que se desarrollen", menciona.

"Cada vez que se estropea un mural se ‘cachetea’ al artista y a la persona. Estamos expuestos", reconoce la profesora.

"Está la cuestión del otro y cómo recibe la obra: hubo momentos en los que las obras se estropeaban porque era divertido y nos enojábamos, pero fuimos aprendiendo que uno hace y tiene su decir a través de las paredes y las mesas, y una vez que termina la obra ya no es más nuestro, sino que pasa a ser del otro. Cuando está en la calle pertenece a la comunidad y está en ella cómo lo acepta y lo interviene... qué le provoca", concluye Alejandra Lettieri.