El primer contacto fue de casualidad. "Estando mi mamá internada en Laprida, paso por un taller y vi un Jeep, y soy fanático, porque cuando mi padre era gendarme y a mí me paseaban en un Willy’s, se lo quise comprar al hombre pero no me lo vendió y me ofreció el auto, pero no me interesaba por los valores; el señor me insistía que lo viera. Estaba en un garaje completamente desarmado, pero estaban todas las piezas, incluso el motor estaba desarmado", recuerda.

"Estaba por viajar y me llamó haciéndome una nueva propuesta. Me decía que lo iba a mandar a una chacarita (N. de R.: desarmadero de autos) porque no lo podía restaurar, entonces arreglamos el precio y me lo traje", cuenta. Ese día (7/3/15) comenzó la verdadera aventura.

"Cuando lo tuve me pregunté para qué lo había comprado, pero soy una persona que digo que siempre hay algo por qué vivir, y para hacerlo hay que estar ocupado y comprometido con algo", reflexiona Antonio Billani.

"Los dueños de este coche eran Angel Barrutia y Nélida René Elizate, una familia muy tradicional de La Madrid que viajaban al campo ‘El Destino’. Tenían cuatro hijos que se peleaban por manejarlo, pero el tema era el costo de la nafta. En el año 1973 va a parar a Laprida y hasta 2015 estuvo totalmente desarmado; el casco estaba sano, pero era calamitoso en el interior", detalla.

"Estuvo en reparación casi cuatro años", menciona. Con precisión de relojería, Antonio indica que el 15 de octubre de 2019 por fin pudo manejarlo.

"Se hizo una restauración total. Mucha de la mano de obra fue mía y de mi esposa Carmen, pero otras las tuve que hacer con personas que me dieron una ayuda muy grande", menciona.

Billani recuerda que "Hugo Bordaberry me lo llevó a Olavarría para hacer los tapizados; Malalupo me hizo los arenados de un montón de partes; ‘Palín’ Wisner y Safreiter se encargaron de reparar la chapa abollada; la parte del tren delantero lo hizo ‘Pebete’ Arbeo; Rubén Sacido y Carricabur lo pintaron; Volonté, en Olavarría, le hizo el tapizado; Ariel Garay me reparó los frenos; Nelson Zurita reparó y le colocó el motor; Miguel Lombardi le hizo la instalación completa de electricidad".

"Estuvo parado por años, por eso hubo que hacerle un montón de detalles. Quienes me ayudaron a repararlo, aunque se les pagó, se interesaron en el auto porque es una parte de la historia del pueblo", recalca.

"Si mi mujer se entera de los gastos totales, no sé si va a estar contenta, pero estoy satisfecho", dice en tono de broma y reseña que para conseguir muchas partes debió viajar para conseguirlas e incluso algunas importarlas.

"No tenía gomas, ni las tazas. Tuve que cambiarle las mangueras y conseguir la parrilla. Tan original está que se maneja a la derecha y no tenía espejo retrovisor por eso aunque tengo un juego no se los puse", recopila.

"Lo mantuve original porque es volver a la vida del auto aunque no la hayamos vivido. Y porque si vas a un encuentro tiene que respetar la mayor originalidad posible por eso conseguí hasta el portapatentes como veía antes", explica.

"Demandó tiempo y plata. Pude conseguir las luces traseras, que son de vidrio, y hasta el reflector que traían, porque en esos años los usaba la Policía", indica, y valora que "lo importante es que el auto volvió al pueblo, y eso es lo que me interesaba a mí".

"Logré mi objetivo", sintetiza, y asegura que "no fue un capricho". "Había que terminarlo. Cuando lo vi cómo estaba me replantee para qué lo había comprado pero después, cuando conocí su historia, me dije que tenía que hacerlo", recalca.

"Tiene muchos detalles. Me empeñé con los gastos y por momentos era imposible comprar los repuestos pero por el empeño y el amor que le tengo tenía que terminarlo", menciona.

"Quizá ahora me ponga otro propósito pero no sé cuál es, no nací para quedarme debajo de una planta", cuenta.

"Cuando lo veo terminado no puedo creerlo. No me siento del todo realizado porque la idea era presentarlo en el cumpleaños 80 de ‘Bibí’ De La Cuadra y él me ayudó mucho con el coche. Ojalá que en marzo del año que viene se pueda hacer ese encuentro, porque ‘Bibí’ es un hombre muy emprendedor", se entusiasma.

Antonio repite su agradecimiento a su esposa Carmen Domínguez por la ayuda en la reparación. "Sin ella hubiera sido mucho más difícil. Era fastidiarla pidiéndole que me alcance una cosa u otra, y sacarla de su cotidianidad: yo estaba tirado abajo del coche y ella estaba, hiciera frío o calor", revela.

Billani trabajó hasta hace poco tiempo como empleado municipal y se encargó del mantenimiento en el Hospital "Dr. Mariano Etchegaray", por eso su vida en los últimos cuatro años fueron caóticos; así y todo, se tomó el tiempo para terminar su proyecto. "Tenía que salir para el Hospital cuando me llamaban, pero en cada rato libre me ponía el overol y a trabajar en el auto", enfatiza.

"Fue un esfuerzo y terminé agotado porque lo quería ya. Cada vez que lo veía me entusiasmaba porque se ponía más bonito. Cuando me lo trajeron, arrancó y regulaba me encantó. Fue un sacrificio pero valió la pena", refiere.

"No sé si volvería a emprender esto, pero si tuviera que hacer otra cosa lo hago, porque son compromisos conmigo mismo", cierra Antonio Billani.