Claudia Rafael - [email protected]

Si bien el informe completo de la segunda autopsia estará listo a mitad de esta semana, los resultados preliminares les dieron la razón. La ausencia de lesiones en los músculos del cuello y de alteraciones en la laringe advierten que no hubo suicidio. "Nada nos cerraba desde el primer día. Quisieron tapar todo hasta hoy. Pero ahora todo sale a la luz y ellos van a tener que pagar por lo que le hicieron a mi hija. El dolor que tenemos es muy grande. Lo vamos a llevar encima toda la vida. La policía, el comisario y todos los que tenían que cuidarla van a tener que pagar", dijo el papá de Daiana Soledad Abregú, minutos después de conocer el resultado. Su familia no esperaba otra cosa y, verdaderamente, no les sorprendió el adelanto de informe.

Ya transcurrió casi un mes y medio desde aquel día en que les golpearon la puerta para informarles lo ocurrido. Hoy se aferran a la necesidad de justicia.

Fue en una de las primeras marchas para pedir justicia por su mamá, cuando una maestra le regaló un cuadernito al hijo de "Sole". El tiene 9 años. Y a un mes y 10 días de aquel domingo en que no hizo otra cosa que esperarla, le escribe y le dibuja a diario. Inauguró el cuaderno garabateando "mami, yo voy a pedir justicia por vos hasta que todo esto pase". Cuando Daiana Soledad Abregú (Sole para todos), quedó embarazada rondaba la adolescencia. El niño fue prematuro y Roberto y Laura, con Sole aún menor de edad, firmaron la autorización para que el parto fuera en el hospital de Laprida y no en Olavarría. Recuerdan –en entrevista con EL POPULAR- que pesó "1.250" y vive junto a ellos con quienes va a las marchas por justicia y les dice, "nunca me dejen ustedes dos que son como mi papá, como mi mamá".

La vida de Daiana Soledad Abregú fue intensa pero breve. Jugaba al fútbol, estaba terminando la secundaria y se preparaba para estudiar enfermería en La Plata, la ciudad en la que nació un 4 de mayo. El de 1996. Hacía 13 años ya que vivía en Laprida. Sus padres hoy la buscan en los sonidos de su casa, en el momento de preparar la comida en la cocina, que era uno de sus territorios preferidos, en la silla que ocupaba para el almuerzo o la cena. En esa risa con la que llenaba de vida a todo el resto.

Roberto y Laura se conocieron en La Plata hace 23 años. Ella ya tenía 5 hijos. Desde entonces están juntos y sumaron una decena de hijas e hijos. Cuando llegaron a Laprida, donde nació él, ya Daiana tenía 13 años. "Laprida fue tranquilo toda la vida pero esto me rompió el corazón. Me sacaron una hija, contenta, activa, siempre bailando, dispuesta para todo. Y me la sacaron", dice Roberto. "Queremos justicia por mi hija, que se sepa la verdad, que paguen los policías. Ellos la mataron y van a tener que pagar".

-¿Qué recuerdan de aquel domingo?

Roberto: nos avisaron a las seis de la tarde. Yo fui a la comisaría a ver qué había pasado y el comisario Cristian Barrios, que es primo mío y el comisario Amaya, un amigo, me dijeron "tu hija se mató". ¿Y cómo se mató? ¿Sentada en el piso con una reja de 90 centímetros, puesta una mano en la campera?… No cierra nada de nada y ahora este resultado nos dice que teníamos razón.

-¿Cómo quedan los vínculos entre la gente que uno conoce de toda la vida? Tu primo y un amigo comisarios…

Roberto: uno ya no tiene confianza ni en la policía ni en un pariente que es comisario. Nacimos y nos criamos juntos con él. ¿Y que me mienta a mí… que somos como hermanos de toda la vida? Jugamos a la pelota juntos… yo lo quería como a un hermano y hoy no sé si lo quiero. Ya uno pierde la confianza en la policía, yo quiero que se haga justicia y que pague el que lo hizo…

-¿Cómo afrontaron lo sucedido con su nieto? 

Laura: Ese día la habíamos estado esperando todo el día, al rato de que me enteré yo vine a la pieza, lo abracé fuerte y le dije "dicen que tu mamá se quitó la vida". Y empezó a gritar, le había agarrado un ataque de llorar, de gritar y decía yo quiero ir con mi mamá. 

-¿Cómo siguió la vida cotidiana para él?

Roberto: Es dura, llora a la noche, es triste, hay que atenderlo, se despierta. Tiene un cuaderno y va anotando lo que piensa él, como un libro está haciendo por la madre.

Laura: Si leés el cuaderno te parte el corazón. Le dice "si estás con Dios decile que dije yo que te cuide, que yo te extraño mucho, no sé qué voy a hacer sin vos". Es triste verlo porque tiene nueve años no más. Y que ponga esas cosas a uno le rompe el corazón. El ya sabe que a la mamá se la mataron y va a ser un dolor que va a llevar para toda la vida. No le podías hablar de la madre mal porque él la defendía a muerte. Y ella era lo mismo con él. Ella alquilaba una casa pero no vivía ahí, vivía acá. Siempre se quiso independizar pero le costaba no estar con nosotros, no estar conmigo… siempre decía que se iba pero no se iba. Se iba dos o tres días y la mitad de la semana se la pasaba acá y la otra mitad allá. Ahora estaba viviendo con nosotros. Ella no aguantaba estar lejos.

-¿Qué creen que sucedió?

Laura: Sinceramente nunca creí, desde el primer momento, en que ella se haya querido suicidar como dijo la policía cuando vino a avisarme. Me dijo "su hija tomó la decisión de quitarse la vida". No lo creí desde un principio. Ella estaba llena de vida. Era alguien que regalaba vida.

-Demoraron más de tres horas en avisarles…

Laura: yo digo que se les fue de las manos. A mí no me dejaron ver el cuerpo en la comisaría. 

Roberto: yo también creo que se les fue de las manos y que la mataron ellos. Tengo fotos de la comisaría, un lugar al que va la visita, con una ventana a 90 centímetros del piso. Ahí llevaban a la visita para tomar mate y después se ve la reja. Ahí sentada ¿Cómo se va a ahorcar? Nada cierra de todo eso. Además, cuando alguien se ahorca, se hace pis y caca y acá no había nada de eso. Además, está muy golpeada. Tiene marcas. Tiene roto el tabique. Golpes en la cara. Nada cierra. A ella nos la mataron.

-¿Qué creen que pasó la noche previa?

-Roberto: ella fue al boliche, dicen que se peleó con otra chica. Pero a ella sola la llevaron. A la otra chica no ¿Por qué?. Dijeron que ella tenía un ataque de nervios. Si es así, acá hay un lugar de salud mental ¿por qué no la llevaron ahí?. No tenía alcohol ni drogas en el cuerpo. Lo único que hacía era pedir que la dejaran ir. Decía: "me quiero ir a mi casa a ver a mi nene". El mismo médico dijo que estaba tranquila.

-¿Qué esperan hoy?

Roberto: yo sólo espero que se haga justicia. Por eso necesitamos tanto que nos apoyen. Yo tengo un Dios muy grande que sé que va a lograr justicia.

Laura: por supuesto. Dios es quien va a lograr que todo salga a la luz.

-¿Son muy creyentes?

-Laura: sí, yo creo muchísimo en Dios.

-¿En algún momento te enojaste con Dios por lo que pasó?

-Laura: no, para nada. Porque creo en él. Sé que Dios me va a dar la última palabra. No creo en la gente. En la biblia te dicen "maldito el hombre que cree en el hombre". Y es cierto. Yo creo que Dios maneja todo y cómo me podría enojar con él si yo respiro el día a día gracias a él. El me mantiene fuerte como estoy hoy. No podría enojarme con él.

-Roberto: yo toda la vida me he callado muchas cosas. Pero ya basta. Voy a hablar. Voy a decir cada cosa. No me voy a cansar de luchar. Yo me voy a hacer respetar.

-¿Con quiénes estás tan enojado hoy?

-Roberto: con el intendente, con el secretario del que depende la policía, con el comisario Barrios, con el comisario Amaya, con los policías. Y la pregunta es ¿por qué tanto misterio si la mataron a las 3 y veinte de la tarde y vinieron a avisar recién a las 6 de la tarde?. ¿Por qué? Porque todos ellos están escondiendo algo. ¿Por qué no dicen la verdad? Ellos están para cuidarnos a nosotros, no para cagarnos a palos. Ellos tienen que respetar a la gente, ¿por qué hacen esto? Somos humanos. No somos perros. Yo quiero que se haga justicia y que el que tenga que pagar, que pague. Si los médicos escondieron algo, también. Que salgan a trabajar como cualquiera. Yo todos los días salgo a trabajar con una pala. Que agarren una pala como yo. Yo todo lo que tengo lo hice trabajando. Soy pobre. Pero por ser pobre no me van a hacer callar la boca. A partir de hoy, no le tengo miedo a nadie. Ni al intendente ni a nadie. Yo con la verdad voy a ir a todos lados.

-¿Cómo imaginan que siguen las marchas?

-Laura: ahora son muy pocos los que nos acompañan. Más que nada gente de la familia. Y parece que no, pero da impotencia que un pueblo que se acerca y te diga "yo te acompaño" y sin embargo somos 40 ó 50. Los políticos dicen que no "porque vos viste cómo es esto". Y es lo mismo sean radicales o peronistas. Es una vergüenza porque la marcha es para pedir justicia por mi hija. ¿De qué tienen miedo?. Me paran y me hablan, mandan mensajes, me dicen "te estoy acompañando desde mi lugar" pero eso no me sirve. Igual no culpo a nadie. Me da impotencia que te digan: "lo que pasa es que viste cómo es todo acá". Y no se dan cuenta de que ellos también tienen hijos. Todos tenemos hijos. Pero… será que piensan que no les va a pasar. Hoy nos pasó a nosotros. Y ojalá que no le pase nunca más a nadie. Pero sé que no va a ser así. Soy conciente de que no va a ser así. Acá, el 3 de junio, la plaza estaba tapada de gente en la marcha de "ni una menos". Y hasta el día de hoy, se ve que mi hija no era una mujer porque no se apareció nadie de quienes marcharon ese día.

-Es muy triste esa ausencia…

-Laura: es triste pero me dan fuerza para seguir y no ser como ellos. Tanta gente el 3 llenando una plaza y el 6 cuando hicimos la primera marcha, no había ninguna de las integrantes del grupo ni siquiera para darnos las condolencias. Me parece triste pero triste para ellas.

-¿Cuántos son hoy en su casa viviendo juntos?

-Ocho somos.

-Debe ser hoy muy difícil asumir la mesa cotidiana…

-Roberto: gracias a Dios, siempre tuve trabajo. Soy bien visto en todo el pueblo. Y jamás me quedé sin trabajo. En el campo, hago estanques, techos, agua fría, agua caliente. Siempre trabajé para mí. Y para comer nunca nos faltó nada. Pero hoy nos falta nuestra hija en la mesa de todos los días.

Laura: En la mesa y en la cocina. Ella cocinaba. A las 8 de la noche estaba cocinando. Ella y Roberto cocinaban juntos. Polenta con mucho tuco le gustaba hacer, estofado, canelones, todo lo que fuera difícil le gustaba. Empanadas. Sola para el montón que somos le gustaba hacer. Y no le pedía ayuda a las hermanas ni nada. Yo cuando hago empanadas les pido ayuda a todos. Porque somos muchos. Pero ella era activa. Y no paraba.

-¿Cuál es el momento más difícil del día?

-Roberto: de día viene uno, viene otro… pero a la noche… Yo me levanto, me voy a la cocina, lloro solo.

Laura: es muy triste la noche. Ella era muy compañera. El domingo, se venía acá a la pieza con nosotros y cebaba mate, hacía torta frita. Eramos muy compañeras las dos. Yo no soy de salir a la calle pero ella "vamos, vamos, salgamos…". Y me sacaba. A mí no me interesa salir. Soy casera yo. Pero ella me sacaba a la calle, veníamos, tomábamos mate todo el tiempo. La nuestra debe ser la casa en la que más mate se toma. Y hoy la casa está vacía. Tengo cinco chicos del otro lado de la puerta y usted no escucha un solo sonido. Es una tristeza, un dolor… quedó la casa vacía. Porque los chicos están así, como nosotros. Tampoco ellos quieren salir.