A 27 años del peor ataque terrorista que sufrió nuestro país
Milagros Pianciola / Facso
El 18 de julio de 1994 era un lunes, un comienzo de semana laboral donde se movilizaba mucha gente por la zona de Once, en Buenos Aires. Todos estaban enfocados en sus rutinas diarias, transitando las calles como lo hacían habitualmente. Era una mañana de invierno como cualquier otra en la que todos estaban ocupados con sus actividades.
Por un lado Anita Weinstein, quien trabajaba en la AMIA (Asociación Mutual Israelíta Argentina), estaba yendo junto con su asistente al edificio ubicado en Pasteur 633. Habitualmente trabajaba en el otro edificio ubicado en la calle Ayacucho como directora del Centro de Documentación e Información sobre Judaísmo Argentino, pero ese día decidieron ir a la oficina en Pasteur. Ese año se celebraba el centenario de la creación de la institución de AMIA y debían hacer preparativos, escribir cartas, entre otras tareas.
"Para mí empezó como un lunes cualquiera, empezaba la semana y teníamos que ponernos a trabajar, eso es lo que hice desde temprano con Mirta, mi asistente", expresó Anita Weinstein. Esa mañana, ya dentro del edificio de AMIA, entraron saludando como todos los días a la gente que estaba de seguridad, a la persona que estaba en la recepción, hasta que llegaron a su oficina en el segundo piso.
Al mismo tiempo, el fotoperiodista Julio Menajovsky, se encontraba a 8 cuadras de la sede de la AMIA en Pasteur. Estaba en las calles Corrientes y Ecuador realizando su trabajo, como lo hacía normalmente. "Estaba fotografiando para una nota sobre el tema de desocupación, había una agencia de colocaciones ahí en la calle Corrientes y había una larga cola", comentó Julio Menajovsky. Por lo tanto decidió tomar fotos de esas personas, imagen que demostraba la demanda de trabajo.
Tanto Anita como Julio estaban abocados a sus trabajos, como cualquier otro día. Hasta que unos minutos después, la mañana de ese lunes 18 de julio de 1994 cambió por completo.
18 de julio a las 9.53 hs.
Una vez en la oficina Anita y Mirta, su asistente, necesitaban escribir cartas por el centenario de la creación de la institución. Por lo tanto Anita fue a buscar una computadora para poder escribir, a una oficina en el fondo del edificio. En el momento en que llegó a esa oficina, a las 9.53, empezó todo. "Había un ruido permanente como si estuviesen cayendo cosas muy pesadas, muy grandes y no entendíamos", explicó Anita Weinstein. La luz estaba apagada, había oscuridad, gritos e incertidumbre porque no sabían qué pasaba. Hasta llegaron a pensar que había explotado el calefón o que se había caído el andamio de unos pintores que trabajaban en el frente del edificio.
En ese momento de tanto miedo y duda sobre lo que estaba sucediendo solamente podían seguir alguna orden de alguien que les indicaba que se tiraran al piso. Es casi imposible, para las personas que vivieron ese momento, dimensionar cuánto tiempo duró, aunque pareció que duró una eternidad. En ese mismo instante en que se volvió todo oscuro "se me representó inmediatamente Mirta que había quedado en la oficina, en la parte frontal del edificio, también esta ansiedad por saber, gritaba por Mirta", manifestó la sobreviviente.
Sin saber qué hacer ni cómo reaccionar, sin poder respirar bien y sin poder moverse. "Queriendo avanzar alguien me tomó la mano y me dijo que no siga porque no había dónde pararse, eran cosas que no se entendían", expresó Anita. Nadie en ese momento era consciente de la magnitud de lo que estaba sucediendo. Hasta que finalmente lograron salir a través de un pasadizo que había en el lugar detrás de una puerta de emergencias y pudieron subir a la terraza del edificio del fondo. "Verificar una vez en esa terraza lo terrible y ahí empezamos a gritar ''es una bomba, otra vez una bomba''", recordó Anita.
Segundos antes de las 9.53 Julio Menajovsky estaba tomando fotos para una nota, hasta que de pronto escuchó una explosión con bastante nitidez. Todo tembló y el eco del sonido golpeaba en los distintos frentes de los edificios. "Sentí claramente que había temblado el piso y durante unos cuantos segundos se escuchaban caer los vidrios de las casas a medida que la onda expansiva avanzaba por las calles", explicó el fotoperiodista.
Ninguna de las personas que estaban fuera del edificio entendían lo que sucedía. La gente empezó a caminar en la misma dirección, hacia la sede de la AMIA en la calle Pasteur. Por lo tanto Julio decidió ir también para ver qué había ocurrido. "Tenía la cámara colgada, estaba con todo el equipo encima, yo no tenía obligaciones laborales de estar en ese lugar, pero mi condición de fotógrafo, el instinto periodístico, la curiosidad, hicieron que yo fuera para ahí", expresó Julio.
Empezó a caminar junto con otras personas, todas yendo en la misma dirección, con la certeza de que lo que iba a encontrar iba a ser una situación difícil. Julio fue el primer fotógrafo en llegar ese día al lugar, con la cámara en la mano y retratar lo que sucedió. "Ya cuando estaba a unas 4 cuadras del lugar supe que se trataba de un atentado o algo que había ocurrido en la sede de la AMIA, porque una mujer vino gritando ''volaron la AMIA, volaron la AMIA''", indicó Julio Menajovsky.
A medida que avanzaba por la calle Tucumán, que corta la calle Pasteur, se veían vidrieras rotas, pasaban ambulancias, había mucha gente caminando. Cada vez más cerca había gente en el piso aturdida, se escuchaban sirenas, había muchas ambulancias, vehículos que pasaban a alta velocidad. Al llegar a la sede de la AMIA, Julio expresó que "el espectáculo era absolutamente imposible de definir en palabras, sentí como que había corrido una puerta invisible y había entrado en otro país, se veía a unos metros la montaña de escombros, muchísima gente en la calle, gritos, gente que corría, personas que gritaban un nombre buscando a alguien".
En ese momento, frente a esa situación, con la cámara en la mano, sin saber en dónde fijar la atención, comenzó a sacar fotos. "Empecé a sacar fotos a lo primero que veía, sin ton ni son, algo que normalmente yo no hubiera hecho en otras circunstancias", manifestó el fotoperiodista.
Después del atentado
Los días siguientes fueron muy duros y tristes. Ya ese mismo día a la tarde Anita y otras personas que trabajaban en la AMIA tuvieron la difícil tarea de sentarse a escribir los nombres de quienes estaban buscando sus familiares. "Estaban absolutamente angustiados porque no los encontraban entre todo el caos que significó, no solo el barrio de Once, sino los alrededores", expresó Anita.
El 21 de julio de 1994 se realizó una manifestación por las 85 víctimas del atentado a la AMIA frente al Congreso. Ese día llovió, por eso es conocida como "la marcha de los paraguas". Ese día se presentó mucha gente para conmemorar a las víctimas y para pedir justicia. "Yo tomé un colectivo para llegar hasta allá y estaba absolutamente tomada sin tener pensamientos de acciones, hasta que casi llegando allá, es como si me hubiese hecho un click en mi cerebro y dije ''no, yo voy a bajar, voy a tener la voluntad de bajar del colectivo e ir a la plaza''", recordó Anita Weinstein.
Después de vivir una situación tan horrible fue muy difícil tanto para Anita como para los demás sobrevivientes y familiares de víctimas fatales poder continuar con sus vidas. "Como sobreviviente lo tomé casi como un mandato, mis padres eran ambos sobrevivientes del holocausto y también se me cruzó eso, cómo ellos pudieron rehacer su vida y formar una familia, yo tenía que tener esta voluntad, el ímpetu, y la convicción de que había que seguir", manifestó Anita.
Todas las sensaciones y recuerdos de ese día se mantienen, luego de haber vivido el peor ataque terrorista que sufrió nuestro país. "Cuando veo un edificio que están demoliendo a mí se me estremece el alma, porque eran las mismas imágenes del edificio de AMIA, esas cosas quedan en la cabeza", expresó la sobreviviente.
A 27 años
Luego de 27 años desde el atentado se continúa reclamando justicia y conmemoran a las víctimas de ese día. "Hasta el día de hoy no tenemos a nadie preso, ni ninguna acusación formal comprobada sobre la autoría y ejecución de este terrible atentado, la sensación es de una desazón absoluta", manifestó Julio Menajovsky.
El reclamo de justicia, después de tanto tiempo, sin tener certezas de quiénes fueron los culpables, genera mucha frustración. "Pensar que todos estos años y no hay justicia, me da una tristeza de estar viviendo en una sociedad sin justicia", expresó Anita. Cada año que se conmemora la fecha, 18 de julio, la comunidad judía siente una gran tristeza al recordar lo que sucedió. "Me hubiese gustado mucho que para la sociedad argentina, para la comunidad judía en particular, por haber sido víctimas, pero nosotros cada uno como personas se merece que el Estado esclarezca y lleve ante la justicia a los culpables", manifestó Anita.
Anita Weinstein actualmente, desde su trabajo en la AMIA, continúa manteniendo presente la memoria de las víctimas del atentado del 18 de julio de 1994. Realizó un encuentro de jóvenes en el centro que dirige, el Centro de Documentación e Información sobre Judaísmo Argentino. Además van habitualmente estudiantes de distintas escuelas para investigar con el material. "Para mí es un legado muy importante que tengo la suerte, porque vienen muchísimos y me entrevistan, o leen o ven las cosas o las buscan en la página de AMIA y se meten en el tema, es una forma de hacer algo para entender que el ser humano tiene que respetar la vida de los demás", indicó Anita.