Buen Viaje, Maestro
La investigadora del CONICET, Isabella Cosse, reflexiona sobre el importante rol y la contribución que Joaquín Lavado -Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2014- hizo sobre la sociedad occidental en general y los modos argentinos en particular.
"Buen viaje, maestro. Esa frase está en innumerables posteos que despiden a Quino. Justo partió el día siguiente del aniversario 56 de Mafalda, su entrañable personaje y su tira más popular. Como si hubiera esperado, para atravesar esa celebración una última vez. El desconsuelo nos sacude a quienes crecimos, pensamos y descubrimos algo de nosotros mismos y del mundo con sus creaciones. Es comprensible. Quino, ese personaje tímido, que desde niño supo que quería dibujar, que le costaba la exposición pública, pero terminó convirtiéndose él mismo en un personaje, admirado, capaz de seducir con un carisma extraño, ha marcado sucesivas generaciones dentro y fuera de la Argentina" refiere Cosse.
Recuerda la investigadora que Quino llegó joven a Buenos Aires, desde Mendoza, con el objeto de encontrar un lugar en un campo humorístico que estaba en pleno auge y dinamismo. Cosse nos dice: "Era un campo con muchos talentos, escuelas, creciente espacio en la prensa. Poco después saldría Tía Vicenta, esa revista icónica, hasta el día de hoy. Quino siempre recordaba que, al comienzo, había noches que no dormía para llegar con el ritmo de entregas que debía aceptar. En parte eso se debía a su cuidado. Pensaba obsesivamente cada detalle: podía dibujar una y otra vez variaciones para la expresión de los ojos, observar las vidrieras imaginando en los vestidos que usaría Mafalda, revisar cada ángulo de una resolución. Su método de trabajo exigía esa observación minuciosa de la realidad. Me lo imagino un lector voraz de las noticias de los diarios en los que trabajaba. Eso era solo el inicio de un diálogo constante consigo mismo, un masticar crítico, que movía una reflexión filosófica que tenía una resolución gráfica, que imantaba su arte."
Contestataria y feminista
"Esa capacidad, inusual, le permitió registrar los fenómenos emergentes de esos vertiginosos años sesenta, que lo llevaron, con una enorme intuición, a convertir en personaje principal a Mafalda, una niña / joven contestataria y feminista innata -en las antípodas de las niñas delicadas hegemónicas hasta hace tan poco-. Es decir, que lo hizo situar, en 1964, a su famosa historieta en el nudo mismo de las confrontaciones generacionales y de género todavía emergentes", apunta Cosse.
Sostiene que "con Mafalda, Quino tensionó al máximo la ironía y la ingenuidad. Con referencias implícitas, parlamentos omitidos y cierres abiertos, sus estrategias humorísticas jugaron con la erosión de la división entre lo público y lo privado -instituida por la modernidad burguesa- al iluminar lo político mediante lo familiar y viceversa. Con esa intuición, Quino, fue capaz de retratar la contracara de las imágenes modernizantes dirigidas a las clases medias -y trabajadoras- que invadían las publicidades con promesas de felicidad y vendedores de gran sonrisa".
Quino entrevió, según la autora, las imposibilidades y las frustraciones: ese padre de familia que no llegaba a fin de mes y que carecía de autoridad sobre su prole -aún más veía embobado la carcajada de su hijo- o esas amas de casa a las que sus propias hijas le increpaban su destino. Dialogó con las convulsiones de los años sesenta y setenta - las revueltas estudiantiles, la entidad del Tercer Mundo, la censura y la represión que asolaban no sólo América Latina. Pero Quino no sólo pintó su tiempo -los emergentes de un momento singular- y su aldea -esa urbe porteña destilaba en cada detalle- sino que, al hacerlo, con esa intuición nos iluminó nuestra condición humana y nuestros males: la injusticia, las guerras, la pobreza. Siempre decía que la perdurabilidad de Mafalda se debía a que los problemas seguían vigentes. Ciertamente nuestro presente, esta pesadilla de una pandemia global creada por la feroz reproducción del capital, le da la razón.
Para Cosse, no obstante, esa explicación no basta. Considera que la vigencia de Quino está en su humor. "En esa interpelación activa, abierta, de gran riqueza, que reclama de quien lee completar el sentido lo que facilita una auto-percepción reflexiva y moviliza una experiencia social, surgida de la lectura pero que la excede. Sus creaciones de papel y tinta saltaron de los recuadros de la historieta. Se volvieron un fenómeno social. Fueron apropiadas por cada generación y cada público. Se instalaron en nosotros. Eso fue posible y a la vez favoreció una producción constante de nuevos canales y modos de circulación de la obra. Nuevas ediciones (diferentes libros, revistas, idiomas) y diferentes formatos (cine, televisión, muestras) que hicieron posible distintos actores (medios de comunicación, instituciones educativas, críticos, entre otros.).
Con ellos, en cada momento y en diferentes lugares, sus creaciones y, muy especialmente Mafalda con su banda de amigos, vivieron una re-significación constante. Cobraron vida. Incluso, muchas veces constituyeron a esas personas -de distintas edades, pertenencias, condición social- en su subjetividad. Y, al hacerlo, las integraron a una comunidad de pertenencia."
"Leer Mafalda o solazarse una y otra vez con los dibujos de página, implica una cifra: compartir un código, ser parte de una cofradía masiva. Mafalda se volvió, incluso, un mito contemporáneo, que confiere, para muchos, significación a la existencia social. Condensa principios que dan sentido a los dilemas, las luchas que enfrentan sujetos muy diferentes en distintas partes del mundo. Es esa cofradía global que hoy le rinde homenaje" finaliza Cosse.