El 13 de enero de 1817, en una carta a su amigo y confidente Tomás Guido, el general José de San Martín le confirmaba para cuatro días más tarde la salida de la vanguardia de la columna principal del Ejército de Los Andes para afrontar el episodio histórico más relevante en la campaña emancipadora de este rincón del mundo: el Cruce de los Andes.

En una parte de la misiva, el Libertador de la Argentina, Chile y Perú le decía: "El 17 empieza la salida de la vanguardia; las medidas están tomadas para ocultar al enemigo el punto de ataque. Si se consigue y nos dejan poner pie en llano, la cosa está asegurada. En fin, haremos cuanto se pueda para salir bien, pues si no todo se lo lleva el diablo".

Si bien no existe consenso entre los historiadores sobre el día exacto del comienzo de la travesía, ese documento invita a ver al 17 de enero de 1817 como la fecha en que se dio el primer paso hacia el otro lado de la Cordillera.

Antes, en una carta fechada el 14 de junio de 1816, en las vísperas de la declaración de la independencia (de la que San Martín fue principal impulsor y sostén político y militar), el General le anticipaba a Guido: "Lo que no me deja dormir es, no la oposición que puedan hacerme los enemigos, sino el atravesar estos inmensos montes".

Como desde Buenos Aires no siempre las respuestas a los pedidos eran correspondidas, en su condición de gobernador de Cuyo y para financiar la campaña el General modificó el régimen tributario, mantuvo el cobro sistemático de multas, acudió a las contribuciones voluntarias y a la reducción de los sueldos públicos.

Además, se apropió de recursos destinados al gobierno central como "derecho extraordinario de guerra". Los preparativos de la expedición también significaron sacrificios y cambios en la vida cotidiana. La sociedad mendocina realizó colectas de dinero donde aportaron desde un arriero hasta un terrateniente; cedieron terrenos para la instrucción militar, se donaron materiales de construcción y los carreros se ofrecieron para hacer traslados.

Fueron donadas astas de las reses, las niñas y mujeres cosieron ropas o se dedicaron junto a los niños y ancianos a las tareas de correo y acopio de materiales en la previa al Cruce.

Elsa Beatriz Bragoni, investigadora principal del CONICET, con lugar de trabajo en INCIHUSA (Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales), es especialista en el tema y autora del trabajo denominado "El Cruce con motivo a los 200 años".

En diálogo exclusivo con EL POPULAR aportó detalles de esta hazaña. "El Cruce de Los Andes constituyó un acontecimiento de enorme importancia por la estrategia militar y política, y por el contexto adverso en que se realizó, porque en 1817 la mayoría de los bastiones patriotas de América del Sur habían sido sofocados" recordó.

En el Norte, Bolívar aún no había emprendido las campañas militares equivalentes, y el mundo político había cambiado ante la caída de Napoleón y el restablecimiento de un absolutismo monárquico en Europa refractario a las revoluciones y las independencias americanas.

Bragoni afirmó que "la decisión de emprender la campaña militar a Chile respondió a un cambio de la estrategia militar de defensiva (es decir, la guerra se libraba en los territorios o jurisdicciones del virreinato rioplatense) a otra ofensiva con dirección al Pacífico".

"Se trata de un cálculo o plan que San Martín y un conjunto de políticos y estrategas militares meditaron y diseñaron en virtud del fracaso de la segunda y tercera expedición o campaña militar libradas en provincias altoperuanas" acotó.

La investigadora afirmó que el Cruce de los Andes suponía hacer la guerra bajo otro status jurídico, es decir, como nación soberana y no como rebeldes o insurrectos del rey de España.

"De allí la importancia de la declaración de la independencia en 1816, lo cual aceleró la organización del ejército en el segundo semestre de ese año, y estuvo todo dispuesto para atravesar el macizo andino en el verano de 1817" dijo.

Doscientos cinco años después el Cruce de Los Andes se sigue considerando como una de las mayores conquistas de la historia bélica.

La investigadora certificó que "su épica forma parte de los planes de estudio en las academias militares de todo el mundo y la táctica sanmartiniana ha nutrido la bibliografía de la historia militar".

"San Martín fue un actor protagónico de las guerras de independencia y la revolución política emprendida en América del Sur. Luego, y a raíz de diversas operaciones memoriales, pasó a liderar el panteón de los héroes de la nacionalidad argentina y latinoamericana" resaltó Bragoni.

El contexto del Cruce involucró a distintos factores.

"Por un lado hay una dimensión política (la independencia); hubo condiciones económicas, ya que el gobierno nacional -o Pueyrredón- derivó recursos materiales y humanos a la campaña mientras San Martín lideró una formidable leva en la Gobernación de Cuyo" expresó.

Hubo, por supuesto, un factor climático: el verano mejora las condiciones para cruzar Los Andes. "Un asunto crucial, dado que el plan calculaba converger en las proximidades de las localidades de San Felipe y Santa Rosa de los Andes para recomponer la fuerza militar y dar una sola batalla en base a la distracción del ejercito realista" aportó.

Varias rutas se eligieron para cruzar: "Los caminos de la cordillera eran bien conocidos por baqueanos y encargados de transportes, como también por expedicionarios y militares; San Martín sólo había llegado hasta Uspallata en 1814".

"Los principales pasos (Uspallata y Los Patos) fueron atravesados por las columnas principales; los restantes por contingentes más pequeños" indicó Bragoni, autora del libro "Una biografía política del Libertador" (Edhasa 2018).

"El ingeniero Alvarez Condarco cumplió un papel crucial en vísperas de la partida del ejército al cruzar por 'Los Patos' y regresar por Uspallata y tomar nota de cada detalle que mejorara la información sobre la topografía y el estado de la fuerza militar en el área" explicó.

En cuanto a los protagonistas centrales del Cruce de Los Andes, por supuesto que identificó a "San Martin como el líder máximo", "Las Heras fue otro actor importante, porque lideró la columna mayor en fuerza militar y equipamiento militar; otros fueron O'Higgins y Soler. Freyre por cruzar por el sur secundado por Lemos y los blandengues. La cadena de oficiales y sargentos que mantuvieron la disciplina y frenaron la deserción; los baqueanos y arrieros que asistieron el cruce" destacó.

Hubo otro personaje muy mencionado en los libros de texto: Fray Luis Beltrán. "Su papel interesa en la medida que se hizo cargo de la artillería; conocía el oficio muy bien porque lo había desempeñado en Chile en la guerra entre patriotas y realistas librada entre 1813 y 1814, que gravitó a favor de la restauración del poder español y peruano".

"Había militado en las filas de José Miguel Carrera, aunque se quedó en Mendoza a diferencia de su antiguo líder. Un asunto que la mitología sanmartiniana y del Cruce no tiene en cuenta" advirtió.

Sobre el rol de la mujer en la epopeya, Bragoni señaló que no hay evidencia de que estas "acompañaran la marcha del ejército, a diferencia de otras formaciones militares. Respondía a la clave profesional a la que aludió San Martín: hombres formados para la guerra y bien pagados eran garantía de éxito".

"Las mujeres estaban en otro lado: para hacerse cargo del trabajo que no hacían sus maridos, hijos, hermanos o padres porque habían sido reclutados; tejían telas y cosían uniformes y también escondieron a los desertores…" observó.

La investigadora puntualizó que la maquinaria de guerra estuvo compuesta por más de 4000 hombres de combate, y 1400 milicianos encargados de sostener el traslado de armamento, alimentos y auxilios para soportar las acechanzas de la intemperie a lo largo de las 105 leguas del escarpado terreno que debían recorrer.

"El avance de los cuerpos armados era asistido por un elenco de arrieros y baqueanos, conocedores prácticos de la topografía andina, y de los proveedores de víveres (o vivanderos), quienes tenían a su cargo el suministro de la ración de guerra según el rango del personal militar" marcó.

Los oficiales recibían cada día un "chifle de vino", galleta y charqui. Los soldados, en cambio, charqui, un jarro de vino y galleta.

"El tabaco también integraba la dieta, aunque los guerreros sólo podían fumar mientras acampaban, no durante la marcha. Se fumaba sobre todo al atardecer, o en la noche, cuando los oficiales habilitaban a sus compañías a formar sus 'ranchos' de campaña, y exigían apagar las fogatas para evitar que fueran identificados por el enemigo" aclaró.

La calidad o tipo de tabaco distinguía a oficiales, y a la tropa: mientras los primeros fumaban cigarros armados con tabaco paraguayo, los soldados consumían el cultivado en Tarija.

En cuanto a la vestimenta, según el testimonio de Beatriz Bragoni "los jefes oficiales y soldados portaban uniforme según el rango; los ponchos fabricados en San Luis y Córdoba como las mantas o frazadas sirvieron de abrigo junto a las fogatas encendidas durante las noches previendo no alarmar la fuerza o piquetes enemigas".

No es un mito que este paso decisivo para la libertad del Continente lo hayan afrontado los sectores más humildes de la sociedad.

"Se trató de un ejército multiétnico, integrado por afrodescendientes libres o esclavos transformados en soldados mediante la política de rescate. La mayoría integraron la infantería, mientras que la caballería estuvo integrada por mestizos e indígenas reclutados de las villas de Corocorto y el Rosario" precisó.

Un tema recurrente cuando se habla del Cruce de Los Andes, sobre todo lanzado por quienes pretenden quitarle grandeza, alude a las condiciones de salud de General San Martín para dudar de la verosimilitud al relato.

"San Martín padecía trastornos gástricos por los que más de una vez vomitó sangre. Esas dolencias lo acompañaron en su larga vida, aunque los cuidados, el opio y los baños termales atemperaron el malestar" expuso.

"La versión de la enfermedad en el cruce corresponde al emprendido a fines de 1819 (no en 1817) cuando había decidido declinar el pedido del Directorio de aplicar la fuerza militar a la guerra contra los federales. Fueron días tensos e inciertos para el General ante la segura condena de sus pares y superiores de la decisión tomada" analizó la investigadora Bragoni.

Como todo contingente humano, no faltaron contratiempos.

"El avance del ejército en la cordillera -detalló- preveía un esquema de funcionamiento que hacía de las vanguardias, y las partidas de guerrillas, un rol primordial para detectar áreas propicias de aprovisionamiento y descanso, como también para observar y atacar las guardias o posiciones del enemigo".

"Esa lógica de operaciones de la cual San Martín había sido instructor en la guerra peninsular, y que había habilitado cuando estuvo al frente del Ejército del Norte entró en conflicto en la noche del 24 y el 25 de enero en el paraje de Picheuta y en el de Potrerillos, ante movimientos equivalentes practicados por partidas realistas al mando del sargento mayor Miguel Marqueli" apuntó.

Estos habían conseguido dispersar la partida al mando de Enrique Martínez, obligándolo a retirarse hasta Punta de Vacas a la espera de nuevas órdenes de Las Heras, quien seguía apostado en Uspallata.

Sin embargo, ambos contrastes no frenaron el avance del ejército patriota. La travesía implicó desgastes y perdidas, sobre todo de caballos, por lo que muchos soldados llegaron al valle chileno a pie.

"De allí la importancia de ocupar los pueblos de Santa Rosa y San Felipe, que permitió restablecer equipamientos, víveres, ganado y apoyo territorial para encarar el enfrentamiento militar en la cuesta de Chacabuco" subrayó Bragoni.

El 8 de febrero de 1817 se considera el final del Cruce de Los Andes. Pero nada terminó allí. Restaba lo más importante a afrontar, la disputa en el campo de batalla para terminar de libertar Chile, resumida en el triunfo en la Batalla de Chacabuco el 12 de febrero de 1817; la derrota en Cancha Rayada el 16 de marzo de 1818 y la definitiva victoria en la Batalla de Maipú el 5 de abril de 1818.

"Al Ejército de los Andes le queda para siempre la gloria de decir: en veinticuatro días hemos hecho la campaña, pasamos las cordilleras más elevadas del globo, concluimos con los tiranos, y dimos la libertad a Chile" dijo el General José de San Martín en Chile después de la travesía.

Pero el Plan Contiental no acabó con esta hazaña. Quedaba algo más por resolver: derrotar la sede del poderío realista en la ciudad de Lima y culminar el proceso de liberación del Perú.