Ni una menos: cómo nació el grito colectivo que cambió la historia
"Nos están matando. ¿No vamos a levantar la voz?", escribió la periodista Marcela Ojeda en Twitter el 11 de mayo de 2015, un mensaje cargado de angustia y de urgencia, en el que exhortaba a mujeres de todos los ámbitos a levantarse contra la expresión más cruel y extrema de la violencia machista: los femicidios. Apenas tres semanas después de aquel puntapié, miles copaban las calles al grito de Ni una menos, una consigna colectiva que se instaló en la agenda pública para siempre.
En el medio, entre el 11 de mayo y el 3 de junio, la convocatoria se consolidó mediante un documento que fue consensuado por una veintena de comunicadoras y periodistas con y sin militancia feminista previa, quienes se pusieron al hombro la logística de lo que sería la histórica primera movilización Ni una menos, lema que surgió de un encuentro que se realizó en la Biblioteca Nacional, justamente con esa consigna, y que está inspirado en un poema de Susana Chávez, una poeta mexicana que murió en 2011, víctima de femicidio.
"Estábamos atravesadas por la campaña electoral, lo que significaba ciertas intencionalidades políticas de cada uno de los espacios", recordó Marcela Ojeda en su programa "Mujeres...¡De acá!" por Radio Nacional. Mientras proliferaban las fotos con los carteles #NiUnaMenos en las redes sociales dentro del ámbito político y social, se dio otro paso: la propuesta de la firma de un compromiso público con cinco puntos a los que debían suscribir cada uno de los candidatos.
"Todos en ese momento firmaron, excepto Elisa Carrió y Adolfo Rodríguez Saa", repasó Ojeda. Pero, ¿cuáles eran esos cincos puntos? ¿En qué se ha avanzado y qué derechos se siguen negando?
Las demandas, que fueron leídas por la actriz Erica Rivas, el actor Juan Minujin y por la dibujante Maitena durante la movilización, incluían un plan nacional para la prevención la asistencia y la erradicación de la violencia contra las mujeres; garantizar el acceso a la justicia y patrocinio jurídico gratuito durante todo el proceso; elaborar el Registro Oficial Único de víctimas de violencia contra las mujeres, que permitan el acceso a estadísticas oficiales y actualizadas sobre femicidios; garantizar y profundizar la Educación Sexual Integral (ESI) en todos los niveles educativos y sensibilizar y capacitar a docentes y directivos; y por último, garantizar la protección de las víctimas de la violencia, a través de un monitoreo electrónico de los victimarios para asegurar que no violen las restricciones de acercamiento que les impone la Justicia.
Entre los ítems no se incluyó el pedido por el aborto, legal, seguro y gratuito porque no hubo consenso al respecto. Algunas mujeres creyeron que sumar ese reclamo no era conveniente en ese momento porque haría desistir a un sector de participar de la movilización.
Sobre todos esos puntos leídos aquel 3 de junio de 2015 aún hay fuertes déficits. El Ni una menos abrió camino a una marea feminista que no para de crecer, pero las cifras de mujeres asesinadas por el hecho de ser mujeres tampoco se detienen. En la Argentina ocurre un femicidio cada 29 horas y el confinamiento obligatorio profundizó la problemática: según estadísticas de la Casa del Encuentro 57 mujeres fueron asesinadas durante la cuarentena.
Desde el movimiento feminista afirman que hay fuerte expectativa en que la conformación de los Ministerio de las Mujeres a nivel nacional y bonaerense puedan recoger estas demandas y convertirlas en políticas públicas. No obstante, la pandemia frenó también posibles avances en ese sentido y obligó a reorganizar la agenda.
Mientras tanto, el grito se hace más fuerte. Al Ni una menos se sumaron otras demandas históricas del movimiento de mujeres y se inauguró una progresiva concientización social sobre la desigualdad estructural de género. El mundo cis heteropatriarcal se puso en debate, y esa discusión se volvió masiva en las calles, en las escuelas e incluso al interior de las familias.
El Ni una menos fue fuente de inspiración en todo el mundo. Luego vinieron los paros internacionales de mujeres y diversidades sexuales, y otras consignas como "Mirá cómo nos ponemos" y la reciente performance surgida en Chile "El violador eres tú", que se replicó en decenas de países.
Este 3 de junio está signado por el contexto de la pandemia y el escenario de lucha por primera vez no será la calle, aunque habrá una movilización para no dejar de lado el espacio público de forma total, pero será de carácter más bien simbólico. La idea será visibilizar la problemática en las redes sociales y en los medios de comunicación, y seguir habitando también esos territorios en disputa. (DIB)