Rodrigo Fernández

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"En los últimos meses lo que más escribí fue mi nombre", dice con orgullo pero sin soberbia, Juan Dejean cuando nos despedimos casi una hora después de habernos reunido para charlar acerca de su nuevo libro "Diario de viaje". Con Dejean la conversación se puede extender, ampliar y seguir los andariveles de lo poético, de lo filosófico pero también se filtran los códigos de la calle, la representación de las cuestiones más simples de los seres humanos. Y viceversa.

Cuando uno lo escucha sabe que está frente a un narrador de historias, un tipo que ha vivido miles de situaciones y que de todas pudo sacar alguna enseñanza. Gesticula, mueve los brazos, se levanta de la silla, sale a fumar un cigarrillo y sigue hablando. Juan Dejean escribe pero también es el relato que estamos leyendo.

Escribir, viajar, vivir

A fines de noviembre del año pasado Juan Dejean publicaba su primer libro, "Hecho de palabras", en un formato distinto a lo que se podía ver en la ciudad. Rústico, en tapas de cartón intervenidas artísticamente por el autor. Un libro con el que demuestra que las acciones cotidianas encierran, a veces, situaciones más profundas e intensas. Lo cierto es que para la primera semana de diciembre ya llevaba vendidos 99 ejemplares. Uno más se puso debajo del brazo y salió de Ezeiza rumbo a Costa Rica.

"Ya estaba planeado antes del lanzamiento del libro", cuenta y explica que "hacía cinco años que esperaba por hacer un viaje largo pero por diversas cuestiones no lo hacía El viaje quería hacerlo en moto pero sentía que no tenía la capacidad de salud que se necesita para hacer un viaje tan extenso", pero cuando pasó el tiempo empezó a ver que podía y lo necesitaba. "Como con los libros, si lo necesito lo hago", dice y explica que "un gran viajero me recomendó que el mejor destino era Costa Rica"

"Llegué con muy pocos dólares y con su libro debajo del brazo", describe y todo lo que le sucedió al bajar del avión lo cuenta en "Diario de viaje".

"En la Aduana dije ´buen día´ y nadie me contestó. Pregunté por dónde pasaba y me dijeron ´por donde quiera´. Volví a repetir ´buen día´ y me pidieron que me sacara la gorra", recuerda y señala que el problema vino después cuando le preguntaron a qué iba a Costa Rica y él dijo simplemente a trabajar.

Ahí empezó un gran griterío que duró más de media hora y en algún momento pensó que la aventura costarricense terminaba ahí mismo. Pero la sinceridad fue un factor que lo definió todo: "¿Usted piensa que con 360 dólares voy a sobrevivir 3 meses? Voy a tener que trabajar", les dijo.

Fueron dos horas interminables pero, finalmente y gracias a que llevaba "Hecho de palabras" bajo el brazo, lo dejaron entrar al país. Luego tuvo la suerte de cruzarse con un taxista que muy amablemente le indicó de qué forma tenía que hacer para llegar al lugar que pretendía.

"Terminé en Santa Teresa porque el taxista habló con su hija que había estudiado en Argentina y ella fue la que le dijo que en ese lugar estaba lleno de argentinos. Es innegable toda la serie de coincidencias que se fueron presentando", admitió.

"Estuve dos días buscando laburo y el tercer día salí con sandwiches de verdura. Vendí 8 de 10 el primer día, al tercer día vendí 10 de 10 y a la semana me esperaban. Por la tarde hacia mantenimiento en un hostel". En ese mismo lugar fue la primera vez que leyó sus cuentos a un público. A los 15 días de empezar con la venta de sandwiches se le sumó el de realizar de forma artesanal su libro.

"Me quedé con los sandwiches solo y a los 15 días hice las primeras 5 copias. Salí a venderlas y las vendí. Una la cambié por comida, otra la vendí a una semana por fiado y las otras tres las vendí en efectivo. Vendí muy bien y la combinación de sandwiches y libros fue un éxito para sobrevivir a un nivel que podría haber hasta ahorrado dinero si me quedaba en ese mismo lugar", cuenta.

Un diario de viaje

A Juan los textos de "Diario de viaje" le surgieron mientras vivía en un camping. "Fue como un click y retomar un texto que a la vez fuese con cierto racionalismo En el hecho de dónde está el eterno retorno, el volver sobre sí mismo". De esa forma comenzó a subir algunos extractos a las redes sociales buscando un ida y vuelta con sus lectores.

"Teniendo en cuenta que me lo vendo yo al libro, contar en las redes ayuda a tener nuevos lectores", dice y cuando se lo consulta acerca de cómo definiría a su libro afirma que "Diario de viaje está formado de textos estéticos sobre el lugar pero no detallando ni haciendo un balance o un conteo o descripción pura" sino "jugando, viviendo, especulando, sufriendo". Una de sus primeras lectoras fue Andrea Milano que le dijo que le había gustado mucho y le aclaró que le gustaba su prosa.

"Me dijo que le gustaba porque tenía un poquito de comedia, un poquito de tragedia y un poquito de drama, que eso es por ahí lo que yo no veo, que no me lo explico tan fácil. Quizás haya todo un desarrollo porque uno se da cuenta, que es al fin y al cabo, el desarrollo del viaje" explica.

Para Dejean el libro es "demasiado digno, sensato y sincero".

Ahora hace un alto en la respuesta para recordar que tanto en su primer libro como en el segundo trabajó junto con Diego Ordóñez, quien se convirtió en editor, diagramador, corrector y prologuista. Una tarea múltiple que Dejean agradece varias veces cuando nos detenemos en detalles.

"Él me recomendó que arranque por la acción y después que vaya a contar, porque hay poco tiempo, dinero, emoción, ganas para hacer una novela pero te la vamos a contar igual porque nos gusta contar, porque estamos convencidos de que se puede contar algo y que podemos llegar a que nos lean y divertir un rato y que te digan ´te leo´".

Necesidad y trabajo

"Creo que la necesidad me convirtió en escritor", afirma y enumera algunas razones como "la necesidad de reír, de explicarse. En la infancia tuve la necesidad de explicarme cosas, pura necesidad. Después fue una necesidad para sobrevivir a la vida, a mi propia vida, a lo que me estaba sucediendo a los 8 años", explica y "si bien ya era un chico distinto, meditabundo, terminé teniendo un grado depresivo y de entendimiento de la angustia, de tener que sobrevivir a la vida".

"´Hecho de palabras´ me dio de comer y de vivir y me sigue dando de comer y vivir. ¿Qué quiere decir de comer? Comprarme cosas indispensables. ¿Qué quiere decir de vivir? Mantenerme activo". Para el autor "es como la sensación de tener un hijo. Se puede decir que es mi hijo, es el que me mantiene".

Mientras que "´Diario de viaje´ es mi segundo hijo" y agrega que "´Hecho de palabras´ por más que no sea una genialidad, que no logre ser un gran libro, sí hay relatos que valen la pena y está trabajado para eso".

"Estos relatos que forman parte de ´Diario de viaje´ se trabajaron mucho en mi cabeza y con una pluma propensa a la velocidad e interesante, una pluma movediza, una pluma que critica, una pluma que molesta, que habla, que ama. Si bien es muy íntimo, nunca se me hubiera ocurrido publicar un diario de viaje" concluye.

En la Feria Libros en Olavarría

En la ultima edición de Libros en Olavarría, Juan Dejean tuvo un espacio para mostrar no sólo los textos que dan vida al libro sino también el proceso de creación del objeto. "La experiencia fue una locura por cómo se dio por todo porque me invitaron y porque fue en ascenso desde la llegada. Se vendieron muchos libros, la pasé muy bien charlando con lectores que ya me habían leído y con lectores que querían leer otro y aparecieron nuevos lectores que se habían enterado por otro lado. Algunos se habían escuchado cuentos o gente que recomendó" cuenta. En esos días vendió 100 ejemplares y ahora, con el paso del tiempo, reflexiona: "En un año y pico pasaron un montón de cosas".