"Cuando mi hija se aseguró de que él no iba a volver se animó a contarlo y denunciar"
La violencia ha calado hondo sobre la vida de Virginia Ringelmann y sus hijas de 14 y 17 años, quienes fueron abusadas por el cantante de 41 años, ex pareja de su mamá. La madre prefiere ubicarse como sobreviviente y no cómo víctima. Y desde ahí "generar una conciencia distinta". Con él detenido, "ellas están libres".
Darío Machado // @dariomachado9
"Cuando pasó lo de mis hijas nunca sentí culpa, sí me sentí responsable de hacer algo ahora, de hacer algo con lo que sé, hacer algo de ahora en más, pero culpa de lo que pasó no". Con total seguridad Virginia Ringelmann expuso cómo día a día intenta revertir el dolor, el enojo y la bronca en "ayudar a que otros puedan evitarlo". Claudio González, su ex pareja, fue detenido por haber abusado sexualmente de sus dos hijas varios años atrás , y conocer esa situación les marcó un antes y un después a todas.
Durante más de dos horas Virginia reconstruyó parte de su vida y la de sus hijas, que hoy tienen 14 y 17 años, en relatos que comenzaban con cómo era su vínculo con su padre -era mi sostén, de mi vida"- hasta la fuerza que los amigos de las hijas les brindan. "Si hubiésemos estado solas habría sido muy difícil", relata con satisfacción, porque algunos chicos acamparon en su patio luego de que hicieran la denuncia. Y además cuenta con el apoyo indeclinable de Liliana Cuenca, referente de la Asociación Civil Animate, que sentada a su lado no para de aconsejarla y sostenerla cuando la emoción lleva a que a Virginia se le entrecorten las palabras y tenga que dejar de hablar.
Ser lo que es, ser un monstruo, ser un abusador, tiene sus consecuencias y deben ser graves
A mediados de agosto pasado la hija mayor de Virginia eligió las redes sociales para difundir que cuando ella tenía 8 años, había sido abusada sexualmente por Claudio González, quien hasta pocos meses antes había sido pareja de su mamá. Y en ese posteo contó además que el mismo abusador había atacado a su hermana cuatro años atrás, cuando la pequeña tenía 10 años.
"Ahora está todo en manos de la justicia, que espero que no nos decepcione y que le den lo que se merece... ir preso!", había agregado la joven de 17 años. Y aunque en muchísimas otras causas este deseo no llega más allá que a un profundo anhelo, en su historia, la de su hermana y la de su mamá la justicia respondió de manera ejemplar: el 6 de octubre Claudio González fue detenido, y su situación procesal se tornó más complicada el martes pasado, luego de que el Juzgado de Garantías Nº 1 de Olavarría, que coordina la jueza Fabiana San Román, dictara la detención preventiva.
"La felicidad que sentí anoche (el 6 de octubre) cuando me llamaron para informarme de la detención efectiva de este personaje, no pasó por la bronca sino por la satisfacción de que no fue en vano. Se hizo un poco de justicia. Y si bien no va a estar en una cárcel de por vida...(o quizás si, quién sabe?), está CONDENADO de por vida. Ser lo que es, ser un monstruo, ser un abusador, tiene sus consecuencias y deben ser graves", había publicado al día siguiente Virginia en sus redes.
"Cuando mi hija se aseguró de que él no iba a volver se animó a contarlo y denunciar. Porque ella me lo pidió y me impactó la forma como me lo pidió", recuerda Virginia. Cuando la joven le dijo que ya no quería que González volviera a su casa, la terrible historia que había sufrido 9 años atrás aún era un secreto que sabían ella y algunos amigos. Pero, según dice Virginia, no estaba preparada para hablarlo con su mamá, y menos aún la más pequeña de las hermanas.
En ese pedido de que González no volviera a su casa, en la que ahora estaban ellas tres solas, se cruzaba no sólo con los terribles momentos que sufrieron las pequeñas, y que las marcarán de por vida, sino también por años de violencia psicológica y física, de las que, de manera directa e indirecta, fueron víctimas las tres.
"Me parece que todos son él"
"Resumir en 10 años por qué hice lo que hice es difícil", se sincera Virginia. Y uno de los dolores más fuerte es que cuando la mayor de sus hijas fue abusada "él era un pan de Dios, los primeros años realmente éramos súper felices. Claramente me estaba mostrando lo que yo quería ver", expresa con angustia. Es que, no hay necesidad de decirlo, su hija no era parte de esa felicidad.
- Y los abusos sexuales frenaron "ya que le dije que no quería que pasara más", publicó tres meses atrás la joven víctima. "Pero desde ese momento hasta hace un año fue violento física y psicológicamente no solo conmigo, con mi hermanita menor y mi mamá también".
El miedo y la culpa
Cuando Virginia describe a sus hijas (tiene tres, pero la mayor no vivía con ellos mientras convivieron con González) dice que la que hoy tiene 17 es la que "va de frente, es igual a mí", y para la más pequeña menciona que es "más cerrada". Cree que parte de la violencia psicológica que sufrieron durante varios años llevó a que "piense que lo que ella dice o le pasa no importa, pero yo le dije: ''a mí me importa lo que te pasa''".
No quería salir ni a una cuadra a hacer los mandados. Tenían terror de cruzarlo. Cuando lo metieron preso fue libertad para ellas
Fue en una de estas situaciones que le había expresado "haber visto al ''innombrable''", en referencia a González. "Me parece que todos son él", le dijo la niña. Virginia relata que "fue tal el rechazo que le tenían", que incluso antes de que fuera denunciado, en los primeros meses de este año, cuando él iba a visitarlas, "ellas se iban a sus piezas y se quedaban ahí". "El violento es violento en todo, el abusador es abusador en todo. La cuestión es que él sabía que en el momento que perdía control en mi casa, las chicas iban a hablar", agrega.
"Después de la detención empezó a salir. No quería salir ni a una cuadra a hacer los mandados. Tenían terror de cruzarlo. Cuando lo metieron preso fue libertad para ellas", expresa con alegría sobre sus hijas.
Quien hable sólo cinco minutos con Virginia podrá darse cuenta que es una mujer frontal, que en poco tiempo logró reconvertir el dolor y la bronca en un apoyo insostenible para sus hijas. Que prefiere ser una sobreviviente y no una víctima. "Estamos solas", dice, dado que, por ejemplo, el papá de las chicas no vive en Olavarría. Y con esa entereza enfrenta con enojo y malhumor los comentarios que lee todos los días en las redes sociales.
Ante esas críticas responde que "nadie tiene la culpa de la mierda del otro, nadie es responsable de las cagadas que hace el otro, de lo delincuente, lo abusador, lo enfermo que es el otro. Conmigo la culpa guardátela. Cuando pasó lo de mis hijas nunca sentí culpa, sí me sentí responsable de hacer algo ahora, de hacer algo con lo que sé, hacer algo de ahora en más, pero culpa de lo que pasó no. No tengo la culpa de que sea abusador, eso nadie me lo va a meter en la cabeza, que es lo que hacen los manipuladores".
Pero detrás de esa coraza que la muestra como una mujer firme y segura, hubo un miedo que la mantuvo en alerta por varios días, desde que supo que su hija había sido abusada hasta que ella se lo contó. "Mi miedo era que me dijera que no quería denunciar".
Entre que su hija le pidió que le asegurara que González no iba a volver a pisar su casa, hasta que la verdad salió a la luz, "fue una cuestión de días", manifestó Virginia. Justamente a principios de agosto la joven de 17 se fue cerca de una semana al campo con un amigo. "Ella había hablado con sus amigos, a la hermana mayor y a mí no nos había dicho nada. Se lo dijo a la hermana mayor que me lo contó cuando ella estaba en el campo con el mejor amigo. Ahí estuve 4 ó 5 días hasta que vino para recomponerme yo", relató.
"Traté de descargar esos días que estuve sola lo más que pude emocionalmente, me permití todo. Estuve 2 ó 3 días descompuesta que veía una foto o algo de él y tenía que ir al baño a vomitar. Era una sensación que nunca en la vida sentí. Porque no es solamente impotencia, no es solamente asco, no es solamente dolor. Es todo mezclado. Es ira que tenés que apretar y convertirla en otra cosa: en mover, en hablar", agrega Virginia.
Má, quiero denunciar a Claudio
Cuando la hija volvió del campo, se quedó unos días en la casa del amigo, "pero sabía que me estaba evadiendo, que se estaba preparando para contarlo", reflexiona. Tal es así que mientras ella temía que no quisiera denunciarlo, un día "yo estaba de espalda tomando mates, ella estaba sentada y lo primero que me dijo fue: Má, quiero denunciar a Claudio". Luego de hablar con Liliana, denunciaron al día siguiente.
Cómo seguir
Cuando Virginia cuenta que lee los mensajes de las redes sociales, e incluso elige responder a varios de ellos, lo hace con enojo, con malestar. Porque son mensajes de personas que cuestionan cómo sucedieron los hechos, o por qué ella no actúo a tiempo, o incluso le preguntan "a quién metí en mi casa".
"Hace falta que alguien hable en un medio de cómo pasa esto, cómo lo vive la víctima, la madre o el padre, o al que le toque recibir la noticia. Apuntan contra la madre pero el delincuente es él, ¿por qué están apuntando con el dedo? ¿cómo no se vio? Mirá qué bárbaro, entonces te quisiera ver en mi lugar" dice con bronca. E incluso refiere que a más de uno le preguntó cómo se tiene que actuar, porque ella no lo sabe.
Pasaron tres meses de la denuncia que llevó a que las vidas de Virginia y sus hijas cambiaran rotundamente, y Virginia insiste en contar estas cosas, "hay que gritarlas a los cuatro vientos para que ninguna otra criatura pase por esa situación tan traumática y aberrante como es el sometimiento y el abuso", publicó en su momento. Y en la entrevista con EL POPULAR planteó que "yo no pude evitar que le pase a mis hijas pero sí puedo ayudar a que otro pueda evitarlo o que otra criatura pueda evitarlo".
"Yo de esto saco un propósito, saco algo bueno, que es generar una conciencia distinta. Por ahí hay personas que son un caso perdido, quizás ni se enteren si a sus hijos les pasó porque no va tener la confianza del hijo si se la pasa criticando a la madre o la víctima misma", manifiesta, otra vez en referencia a los comentarios de las redes.
Para Virginia la confianza fue clave para que sus hijas le contaran las terribles vejaciones que habían sufrido y que hayan denunciado. "Estuvo mucho tiempo enojada conmigo", dice sobre la relación con la mayor de las víctimas, algo que vincula a la violenta relación que sostuvo durante varios años con González, y a violencias que han cruzado sus vidas por mucho tiempo.
Pero cuando piensa en lo que le pasa hoy, sonríe y expresa con gozo: "No sabes el buen vínculo que tengo". Y recuerda que no hace mucho tiempo su hija publicó una historia en una red social con ella. Y fue uno de sus amigos el que le dijo a Virginia: "¿Viste la foto que subió? Bueno, tenélo en cuenta, no se sube una historia con cualquiera. Sentite halagada".
Fueron los detalles, que a la distancia logra percibir gracias al trabajo con psicólogos y psiquiátras, que le hicieron ver situaciones donde su ex pareja habría dado indicios casi imperceptibles. "Yo siento que no lo vi, porque no tenía que verlo, porque no soy psiquiatra y no es indicio de nada eso. Pero sí tuve un momento de culpa, porque sentí que no me di cuenta", manifiesta.
Y otros detalles son los hoy le dibujan una sonrisa en su rostro. "Ahora viene caminando y me abraza ella, porque había llegado un punto que ellas rechazaban mi abrazo", agrega Virginia. "Eso es lo mejor que le puede pasar a una madre", acota Liliana con emoción, quien además celebra que Virginia se sumó a Animate.