Hoy se llega a mirar con suspicacia a las personas que no parecen suficientemente prudentes.

Sin embargo, esa vida en la que moverse sin tapabocas era algo de todos los días, como saludar dándose las manos. Abrazarse, besarse, compartir un mate, estar cerca era parte de esa vieja y anhelada normalidad.

"Un par de años atrás distanciamiento social hubiese sonado a comportamientos huraños, clasistas o, incluso, racistas. Pero, en ningún caso habríamos hablado de estar a más un metro y medio de distancia de los demás cada día", dice un trabajo publicado en los últimos días por "The Conversation" con la autoría de Antonio Pisabarro (catedrático de Microbiología, Departamento de Ciencias de la Salud, Instituto de Investigación Multidisciplinar en Biología Aplicada de la Universidad Pública de Navarra) y Denisse Patricia Rivera de la Torre (docente en Salud Pública y Epidemiología en la Universidad de Sonora).

No es claro que la vieja normalidad fuera un error, sostienen ambos investigadores. Los contactos sociales permitían reforzar las relaciones entre los miembros de la comunidad.

Además, desde el punto de vista microbiológico, permitían formar una comunidad de microorganismos que comparten entre todos los que conviven en una ciudad o en un grupo social.

Estos microorganismos compartidos estimulan la respuesta inmune, permiten estar protegidos frente otros virus y bacterias de la vida diaria. Asimismo, participan activamente en la digestión de los alimentos que consumimos.

El ser humano no vive en una burbuja estéril sino en un entorno cargado de microorganismos con los que, evolutivamente, ha aprendido a convivir. Nada tiene sentido en biología si no es a la luz de la evolución.

Parte de ese aprendizaje evolutivo de la especie queda reflejado en el comportamiento. Se podría pensar que tocarse, besarse, acercarse y compartir objetos son comportamientos decididos racionalmente.

Lo cierto es que todos esos comportamientos han sido seleccionados o tolerados evolutivamente.

Son parte de la domesticación de la propia especie. Es decir, con el paso del tiempo, aquellas variantes de la especie mejor adaptadas a vivir en un entorno microbiano dado han sido seleccionadas y han predominado en la población.

Por su parte, las variantes microbianas que mejor podían establecerse en las poblaciones han prevalecido frente a otras más letales que, eliminando al huésped, dificultaban su trasmisión.

Este proceso de coevolución podría llamarse "domesticación": domesticación de los humanos y de los microorganismos.

Aunque quizá sería más correcto cambiar el término de domesticación (de domus, casa) por el de urbanización (de urbs, ciudad) ya que las comunidades microbianas con las que convive el ser humano son las seleccionadas a lo largo de la vida en poblaciones cada vez más densas.

Por eso, un día volverá la vida normal, que es la que permite vivir mejor en comunidad, dice el trabajo.

Por cierto, aparecerán nuevos patógenos más o menos virulentos que se introducirán en la comunidad y producirán nuevas epidemias y pandemias. Es un accidente natural imprevisible que se alza como una gran ola que barre todo lo que encuentra.

Pero la ola pasará y el mar volverá a la calma. La humanidad retornará a la vida normal, porque es el resultado de su proceso de selección: la vida en comunidad parece compensar evolutivamente el riesgo de la aparición de epidemias.

Sin embargo, este coronavirus se quedará viviendo en nuestra especie de forma permanente, ya que no cumple ninguno de los supuestos que permitiría pensar en su erradicación.

Se trata de un virus adaptado a la población humana con reservorios animales, la enfermedad que produce no tiene un diagnóstico claro y distinto.

Además, el coronavirus es un virus de ARN que, aunque no es tan variable como el virus de la gripe, es muy variable, por lo que podrán aparecer nuevas cepas que escaparán parcialmente al sistema inmune y podrán producir oleadas epidémicas de gravedad variable.

No obstante, es de esperar que estas oleadas tiendan a ser menos pronunciadas en el futuro, aunque puedan surgir ocasionalmente nuevas variantes pandémicas como ocurre en el caso de la gripe.

Las sucesivas olas de infección a personas vacunadas o que hayan pasado la enfermedad harán que la inmunidad individual y grupal se extienda a toda la población.

El coronavirus SARS-Cov2 pasará a ser un nuevo virus de catarro invernal que producirá casos graves esporádicamente.

Esta protección causada por la circulación con baja incidencia del virus en la comunidad inmunizada se producirá con el retorno a la vida normal descripta al principio de este artículo.

El mantenimiento de las medidas de aislamiento social y otras medidas destinadas a la reducción de la movilidad de la comunidad microbiana con la que se convive reducirá el efecto protector de esta convivencia.

El problema fundamental de las pandemias es el colapso del sistema sanitario y del sistema social. Una vez controlada la fase crítica que causa dicho colapso, la vida normal seleccionada evolutivamente durante el proceso de domesticación de la humanidad volverá a prevalecer.

Así es como ha ocurrido después de todas las pandemias anteriores que ha sufrido nuestra especie.