Es que la jubilación a Nicolás Gallo no le alcanza. De los 800 euros que le envían desde España le quitan 550, por lo que tiene que salir a trabajar cada día, y menos mal que es propietario de una casa.

Intensa la vida de Nicolás. Fue juez de línea durante diez años (desde los 38 hasta los 48) en los torneos de la Liga de Fútbol de Olavarría, también atleta. Un gran pedestrista, de los mejores en su categoría: fue Olympia de Oro en 1991, y por aquel logro fue reconocido recientemente en la fiesta de los premios Olimpo, en el Teatro Municipal, y fue campeón nacional en noviembre 1992, en Mar del Plata. Un deporte que siguió practicando, también con éxito, cuando se fue a vivir a España: se fue por tres meses ante un llamado de su hijo Martín y se quedó doce años a trabajar como albañil.

"Desde muy chico empecé a trabajar. Tenía diez años con mi tío, un italiano, Blas Buglione. Le ayudaba a llevar los baldes, a hacer la mezcla, es decir el pastón. En aquel tiempo era barro. Había cal y cemento, pero era muy costoso. Así que se hacían las paredes de barro y luego el revoque con arena con cal y un poco de cemento. Pero las casas se levantaban con paredes de barro" comenzó contando acerca de sus comienzos en el oficio.

"Después fui a trabajar con el ingeniero Gustavo Núñez, en la estancia El Olvido, donde también estaba el contador Alfredo Aramburu, quien fue me dio siempre un gran apoyo. El quería que me largara solo, que formara mi propia empresa, pero nunca lo hice. No quería, no me animaba. Inclusive me quería comprar todas las herramientas. Así que nunca pude arrancar solo, siempre con changas. No me animé a enfrentar la situación de tener una empresa. Eso sí, trabajé solo, en trabajos independientes, con mis hijos. Toda la vida fue así. También estuve en Cerro Negro" siguió diciendo Gallo. "En Cerro Negro trabajé cuando se inició la fábrica en 1974. Todo albañilería y las vías prácticamente las puse todas yo. Entraba a las 4 de la mañana y me iba a las 8 de la noche, eran 16 horas por día" afirmó Nicolás, quien hoy -como todos sus colegas celebra el Día del Obrero de la Construcción. Aunque a él le gusta que le digan albañil.

"Pero llegó un momento en que mi hijo más chico, Martín, se fue a España. Era 1999. A los tres meses me dijo que me fuera, porque la situación era muy buena y había mucho trabajo. Le dije: voy, pero por tres meses, o seis como mucho. Quería pasear un poco y de paso trabajaba. Y me quedé doce años" dice riéndose.

"El me abrió el camino porque ya estaba instalado. El hacía sólo tres o cuatro meses que estaba, pero trabajaba bien. Yo llegué un martes y el jueves ya estaba trabajando como albañil. En ese tiempo en España se necesitaba mucha mano de obra. Pasabas caminando por la calle y te ofrecían trabajo. Era el boom de la construcción. No había mano de obra, y que supiera, especializada. Se arrancó a construir en España de una manera tremenda, hacían un chalet al lado del otro, hasta en la montaña. Todas las mañanas se escuchaban a las máquinas, pum, pum, pum, sacando tierra y piedras para hacer casas con pileta de natación. Eran todos chalets con piletas. Al principio tuve que pagar el derecho de piso, como todo, hasta que me fueron conociendo. De la forma que tenía yo para trabajar enseguida el patrón, un inglés, me reconoció enseguida. "Nicolaide (me decía así) se va a hacer cargo de la construcción de dos chalets". Yo no quería porque era mucha responsabilidad, pero me convenció. Y ahí empecé como encargado con gente a cargo; éramos seis, y había argentinos, rumanos, marroquíes. En ese tiempo ya la migración en España era impresionante; iba gente de todos lados" siguió contando Nicolás.

"Me jubilé allá, en España, en 2008/2009. Todos mis aportes en la Argentina los llevé para allá. Pero me vine otra vez a la Argentina en 2012. Cobraba la jubilación, aunque de los 800 euros me descuentan 550. Pero acá seguí trabajando, porque no puedo estar quieto, debo estar haciendo algo, y de paso ganaba un peso más, porque acá no te alcanza con la jubilación" señaló, quien no tiene problemas de subirse a un techo con setenta y pico a arreglar una chimenea, o hacer una refacción completa de una casa sin un error y con mucha prolijidad. Así trabaja y así le enseñó el oficio a su hijo.

Respecto de la forma de trabajar en España y en la Argentina, Nicolás comentó que "no cambia mucho en sí, aunque allá se trabaja mucho con maquinaria porque el terreno es totalmente diferente. Pero también cambian las palabras para llamar las herramientas. Revocar una pared allá se dice lucir, así que hay que aprender esa terminología que tienen los españoles. Acá se dice azulejar, y allá es enchapar; el balde es caldereta, la azada para hacer la mezcla allá es ligona, la cuchara es palustre, el cortafierro es cincel, y el pico, martillo y nivel se llaman igual. A la plomada no la usan, nosotros sí, y se ríen de eso. Eso sí, el albañil argentino sabe hacer de todo, marca diferencia; es un ingeniero comparando con los españoles. Uno sabe hacer plomería, todo lo de gas, agua, luz, revoque fino, grueso, contrapiso. Y allá tienen su especialidad: el que levanta paredes, sólo levanta paredes, y el que azuleja o enchapa, sólo hace eso. Yo hacía de todo, como acá, y entonces el patrón me reconoció mucho. Inclusive cuando me vine él lloraba porque no quería que me fuera. Una vez, en 2004, me pagó el pasaje para que viniera a la Argentina a visitar a familia y amigos. Es que en un año le había hecho tres chalets, y como premio me pasó el pasaje para mi y mi señora".

Nicolás se vino para la Argentina y Martín, su hijo que lo había "llevado", también se vino. "También estaba Darío, mi otro hijo, quien se fue conmigo en su momento. Pero también se volvió, porque allá se extraña la Argentina. No es fácil. No es ir por ir. Los primeros seis meses es muy bravo, porque te tira la tierra, te tira la familia, la forma de ser que tenemos que nos cruzamos y nos hablamos a los gritos, nos saludamos. Allá eso no existe. Son diferentes, más fríos. También hay alemanes, franceses, y son más parcos. Acá nos juntamos a tomar un café o a comer un asado en cualquier momento, y allá eso no pasa. Nadie te invita a su casa, sino que nos reunimos en un bar" dice con cierta nostalgia y marcando las diferencias de costumbres.

Pero el 9 de mayo regresará a España. ¿Por qué?, él lo cuenta: "Mi hijo Martín (el que me llevó la primera vez) hace seis meses que está trabajando -junto con mis dos nietos, Ian que tiene 18 años y lo ayuda y Dylan- y me llamó porque me dijo que tengo que arrancar a construir un chalet. Me pagó el pasaje a mi y a mi esposa (María Elena Juárez, 73). Acá van a quedar Darío y Andrés, con sus familias. Los dos hijos de Martín son españoles, los dos nacieron allá, y ellos también querían irse a España. Y Matías, el hijo de Darío y que juega al fútbol en Olimpo de Bahía Blanca, también es español. El también se quiere ir, al igual que Nicolás, mi otro nieto que es hijo de Andrés. ¿Cómo decidí ir otra vez para allá?, y...yo siempre estaba con ganas. Es diferente la parte económica. Hay mucha diferencia. Ahora comenzaré a cobrar completa la jubilación de 800 euros, pagaré un alquiler de 350 a 400 euros, y con los otros 400 se come sin problemas durante todo el mes. Si voy al supermercado, lleno un carro por 120 euros y nos dura toda la semana. Y como además estaré trabajando entonces me ingresarán algunos euros más" comentó sumamente entusiasmado por esta nueva etapa que va a encarar, a los 75 años, y no lo asusta para nada.

"Vuelvo a España a trabajar, uno o dos años más, hasta que el cuerpo aguante. No sé si me quedaré a vivir allá, porque como decía anteriormente es todo diferente. Lo mismo que la construcción, que es todo a máquina porque se trabaja muchas veces en la montaña, se nivela el terreno, se hace la base y luego se arranca con cimientos y paredes. Hay construcción en seco también, pero se usa más el hormigón. Acá el piso es distinto, es tierra, se trabaja a pala inclusive. Allá es más árido y hay mucha piedra, y por eso se necesitan las máquinas para hacer pozos y canaletas, con mucho hierro para construir. Además, acá la situación está muy difícil; todo parado por la situación del país. El que tiene dinero, la guarda porque no sabe qué va a pasar, y allá se cobra todos los viernes, sí o sí, así que se tiene dinero para el fin de semana para ir al supermercado que es donde nos encontramos todos los argentinos, y para vivir cómodamente toda la semana. Es otra economía, otra forma de pensar, otra manera de vivir", resaltó.

Por supuesto que el pedestrismo no lo ha dejado. Sigue entrenando y corriendo. Y en España también continuará practicando ese deporte. "En España fui subcampeón en pista; fue en Zaragoza, en la categoría 65/70 años

Se fue a España cuando tenía 53 años. Regresará a los 75. Javea -esa hermosa ciudad a orillas del Mediterráneo, en la provincia de Alicante, con hermosas playas y puerto, tranquila y segura, donde hay muchos olavarrienses- lo está esperando. Su hijo Martín volvió a prepararle el terreno y allá estará para seguir enseñando y para hacer lo que aprendió cuando tenía apenas diez años. Seguramente el desarraigo le quitará el sueño alguna noche, pero está tan decidido como la primera vez. Además, con María Elena estarán juntos nuevamente, codo a codo, como toda la vida.