Karina Gastón - kgaston@elpopular.com.ar

"No vamos a ir atrás. Eso sería involucionar", dice Noemí Paymal, con indisimulado tono francés, sin imaginar  que el gran cambio educativo llegaría de la mano de una pandemia. Habla con entusiasmo y deja pensando cuando plantea que la humanidad está a un paso de dar un salto de conciencia, con la educación como engranaje clave. Con nuevos contenidos y otros vínculos, sin oponer lo digital a lo presencial. Y una escuela que sea faro y resignifique el cómo, el qué y el para qué. Con alumnos y docentes en alianza. En una transición que hubiera demorado más de una década pero que el COVID-19 disparó en un bimestre, como asegura la antropóloga que debía viajar a un congreso internacional en China pero el coronavirus la obligó a hacer escala en Olavarría, en medio de la cuarentena.

Lidera Pedagooogia 3000, una nueva cultura educativa que busca co-crear una educación integral, más humana, multicultural, atenta a las necesidades reales de niñas y niños en cada rincón del planeta. Ha trabajado en más de 33 países de América Latina y del mundo sobre este modelo alternativo pero siente que los tiempos se aceleraron y lo aplaude.

-¿La pandemia es una oportunidad para transitar hacia una educación más humana, integral y multicultural?

-Sí y mucho. La gente se da cuenta y se da en varios niveles. Los niños que lo pasan mal en la escuela están felices porque ven que hay otra manera de educar y hay otros niños que necesitan de la escuela como refugio social, contención emocional y por la comida también, incluso, se dan cuenta de lo bello que son los profes y de lo que está en proceso. Para los profesores y docentes es una revolución hacer todo online y para los papás también, quizá se ponen más responsables. A todo nivel es una revolución enorme. Nunca más volverá a ser lo mismo.

-Cuando se habla de volver a la escuela, ya no será volver a la misma escuela...

-No, y prefiero hablar del regresar a clases. No regresaremos a clases, regresaremos a la vida. No vamos a ir atrás. Eso sería una involución. En la antropología decimos que no podemos regresar atrás sino dar un salto hacia adelante y la situación se presta, incluso el ministro de Educación está buscando soluciones. Hay una toma de conciencia.Es muy positivo. Es la oportunidad pensábamos tener hacia 2030 y se adelantó. En 8 semanas se ha dado un salto de 10 años en educación.

-¿En qué sentido lo planteás?

-Pensábamos que poco a poco la escuela sería más activa, involucrando a los padres para cambiar la mentalidad. Finlandia estuvo 20 años para hacer su cambio educativo, había que reeducar y reformular todo. Lo que ellos hicieron en 20 años nosotros lo hicimos en 8 semanas. Es histórico.

-No hay cambios sin un caos previo...

-Bueno, lo tuvimos y masivo (risas). No solo la Argentina sino que el mundo entero está en pausa replanteándose qué hago con mi vida, qué hago aquí, para qué la escuela. Resignificando el cómo, el qué y el para qué. Las familias aprovechan de sus hijos, algunos no veían a sus hijos, regresaban a la noche cuando ya dormían. Es masivo, en todos los países al mismo tiempo.

-Qué fuerte es analizar este fenómeno desde la antropología, por lo simultáneo, global, inédito.

-Es histórico. Se va a escribir desde la historia durante siglos y siglos. Nunca visto, ni siquiera imaginable. Nos ha sorprendido y ahora va a nuestro favor.

Poder resignificar

-A veces es difícil pensar que algo tan negativo como un virus, que nos enferma y paraliza, finalmente pueda impactar de manera positiva en nuestras vidas.

-Sí, se dio vuelta la torta. Es algo que me ha sorprendido mucho y me alegro. Las familias más unidas, los abuelos que se preocupan, las parejas y los niños... Estoy hablando con niños que admiten que hay espacios donde pueden hablar, que quieren tomar más en sus manos la autoinvestigación, los proyectos. Hicimos estadísticas con pequeños de 5 a 8 años, los entrevistamos: el 80% son autodesarrollados y autodidactas. Pueden aprender solos.

-Esto los termina empoderando.

-Esa es la idea, que puedan volar. Tenemos estadísticas y es una buena noticia para el profesor que no se cansará tanto, no tendrá tanto estrés y disfrutará. Podrá resignificar que es acompañante, que ayuda con proyectos, hace salidas y por fin está liberados de la carga del ´yo tengo que enseñar y estar al frente de todo y mantener el orden y el silencio´. Va a ser un alivio, casi una transformación, una vacación dentro de su profesión. Va a seguir más que nunca pero de manera agradable y creativa.

-El hecho de que haya estudiantes empoderados abre nuevos desafíos y será necesario que haya docentes capaces de responder esas nuevas demandas.

-Sí, pero visto de otro lado es como un alivio y la escuela empieza a tener otro rol. Se vuelve el faro del barrio. Entonces hay nuevos paradigmas donde hay ética, otros valores, hay solidaridad. Se pueden hacer intercambios. Es magnífico. Con un nivel conciencia que va marcando un poco el ritmo para el barrio. Es casi una socio-multi-educacion y ése es el nuevo papel de la escuela en estas 8 semanas.

-Es imposible mirar para el costado o no problematizar la culturas escolares.

-Al contrario. Es una tontería pensar que van a perder el año, no van a perder ninguna materia. Ganaron la vida, en solidaridad, con la familia, en el salto de conciencia, con el corazón, esto de replantear y lo agarramos al vuelo. Es una oportunidad histórica: en ocho semanas transformamos la educación, algo que se pensaba para el 2030 o el 2050. Se aceleró y hay que verlo como una oportunidad como nunca antes.

-Los niños se adaptan más fácilmente, son más flexibles a los cambios, vienen con otro chip.

-Es normal, sí. Tienen otro chip, son más veloces, manejan lo digital, son los que arreglan el celular de los papás (se ríe). Son nativos digitales, saben hacerlo pero a la vez necesitan de los adultos, de los valores, el cariño, la emoción . Sin criticar, sin reñir, en una cultura de superación personal, ademas de la digital.

-¿Es necesaria la escuela como institución?

-Como era antes, no. Como va a ser en el futuro, sí.

-Cuando la pandemia quede atrás y nos encontremos frente a este nuevo mundo, ¿la escuela no caerá en su convencionalismo y retomará enseñanza tradicional?

-Espero que no, que se pueda transformar. Ahora se polariza: digital versus escuela. No es así. Va a ser un mix en muchas cosas y muy flexible. Un niño podría ir dos días a la escuela porque quiere a sus amigos y a la profesora, dos días estar en casa y hacer todo online, dos días viajar o estar con el abuelo o hacer un proyecto barrial. Es un mix y que sea tradición en un par de años y estar cómodos con ese mix. Regresar al estrés, a lo viejo, no. No solo en la educación sino en todo: bancos, finanzas, trabajo, va a cambiar pero la escuela será el motor que dará un poco el ejemplo de como se hace el trabajo en equipo, siendo más solidarios, de más corazón. La escuela va a manejar ese cambio de mentalidad, va correr esos paradigmas.

"Se magnifica el rol"

-¿La escuela va a seguir siendo agente de socialización por excelencia?

-Sí, sí. Se necesita todavía. La escuela es referente y da seguridad pero con esta transformación. Es punto de referencia y va a introducir muchas cosas como la economía justa, por ejemplo. La escuela se magnifica en su rol pero tiene que agarrar la pelota al paso. El miedo a lo evolutivo es magnífico y con esta perspectiva se puede honrar al profesor y a los papás que quieren esos cambios. Incluso desde el ministerio también se dan cuenta que la escuela así no era sustentable y de todas maneras iba a caer pero la pandemia lo aceleró. No era sustentable porque no era divertido y cuando no es divertido no es sustentable. Es simple.

-¿Y volveremos a una escuela más estimulante?

-Sí, de otra visión, de otra dimensión. Hay que re-co-construir la nueva sociedad, la nueva humanidad, con nuevos valores y que las materias cambien, sean interesantes, emocionantes, nuevas.

-¿Qué materias tendrían que estar, por ejemplo?

-Física cuántica, matemática multidimensional, astrología, historia remota, ética, desafío personal, numerología, cosas que le apasionan a los chicos. La mitad seria lo que llamo la curridicula y la otra mitad lo que quieren aprender ellos. Tienen sus ideas: un niño de 9 años me pidió clases de neodini. (risas). No tenía la menor idea, averigué y tenía razón: son imanes que dan energía libre. Tendría que ser mitad y mitad, siempre en equipo y con otra mentalidad, con el hacer, con el servicio comunitario, con cosas muy básicas que se sientan útiles, con autoestima y a través del hacer, que no aburran.

-Probablemente sea más atractivo no solo para los estudiantes sino para los docentes y puedan reenamorarse de la vocación por enseñar.

-Claro y lo van a pasar muy bien. Con cosas nuevas, en ese acompañamiento emocional. Hay que hacer una campaña que honre al profe en su nuevo rol porque lo va a pasar muy bien, lo va a gozar, se va a emocionar.

-Hay una resistencia a lo que son las emociones...

-Sí pero ahora, con todo esto, surgen otras prioridades. Transformar la educación en un bello proceso de florecer, de crecer, de construir juntos, de co-construir a uno mismo, a la sociedad y a la naturaleza. Se llama la co-reconstrucción de la nueva sociedad y de uno mismo.

-No es imaginable pensan en un mundo únicamente virtual...

-No. Imposible. El ser humano tiene que hacer, está en grupo. Para un niño lo más importante de la escuela son los amigos. En inglés es el face to the screem, el face to the frent, frente a mi pantalla, frente a mis amigos. Mitad y mitad. Puro digital no.

-¿Qué enorme desafío, no?

-Sí es un cambio de 180 grados en muy poco tiempo. ¡Les va a gustar!