Las canas lo distinguen a lo lejos. Esa forma de caminar parsimoniosa y esa forma de hablar, como eligiendo las palabras cuidadosamente, hacen de Osvaldo "Pato" Farías un personaje que se fue ganando su espacio. Su linaje de hombre de teatro se afirmó de tal manera que es un referente cuando se habla de quien es uno de los mejores enseñando ese arte que saca lo mejor de las entrañas cuando hay quienes eligen ser actores. Hombre referente del teatro olavarriense, figura indiscutida a la hora de hablar de docencia teatral, hoy cuenta cómo está este segmento del arte después de sufrir más de la cuenta, con las puertas cerradas, pero con las ideas libres para volver a ser.

-¿Cómo está el presente del teatro independiente y cómo te reacomodaste con el tema de los alumnos?

-Indudablemente fue complicado para todo el espacio del teatro independiente, como seguramente lo fue para muchas disciplinas. Con la imposibilidad para aquellos que como nosotros contamos con un espacio, ya que sostenerlo es difícil. Aparecieron figuras como el streaming o el zoom que nos permitieron subsistir a través de nuestras clases, intentando, ya que si bien el teatro, la plástica, la danza, la música son disciplinas totalmente vivenciables, era muy complejo reencontrarnos y sostener un espacio. No sé cómo habrá sido en otros lugares de Olavarría, donde hay muchos espacios culturales, pero nos vino bien la constancia que tuvimos en el pago de nuestro alquiler de estos casi trece años, lo que nos permitió tener un diálogo con el dueño que durante esos meses de pandemia pagamos la mitad, y cuando podíamos. Todos estábamos en la misma. La propietaria hace vestidos de novia y no se casaba nadie. Pero era venir, abrirlo, mirarlo, nos daba mucha nostalgia.

-¿Cuando estaba todo parado, venías a Punto de Giro y te daba nostalgia?

-Sí, sin duda. El espacio ha sido creado para estar presente, fue cuidado como espacio social, tratando de ponerle cada día algo nuevo técnicamente para que realmente el servicio para la gente sea interesante, pero tenerlo parado y vivir la enorme incertidumbre que significó para todos los artistas de Olavarría y del mundo, fue algo terrible. Desde ese punto se empezaron a abrir distintas puertas, al menos en el mundo laboral. Pero creo que en los peores infortunios aparecen las mejores creativividades y desde allí apareció el zoom, con personas como yo que no estabamos tan preparados para manejarlo. Un taller de niños, con radioteatro, al comunicarnos ya era complejo porque a ellos les resulta fácil, pero también estaban agobiados por el encierro. Había que comprender eso también. Pero fue una franja de juego y una devolución económica para gran parte de los docentes que intentábamos seguir trabajando en lo que mejor sabemos hacer, que es ser docentes de teatro, música, danza o lo que fuere.

-Pero el teatro es imprescindiblemente presencial, por lo que todos estaban esperando este momento que están viviendo actualmente...

-Totalmente. Es así. Desde ese punto, nuestro diálogo como grupo de artistas de Olavarría tuvimos comunicación, ya que se abrían otros espacios pero otros no. No lo quise manifestar en su momento, pero después sí, porque me daba mucha bronca salir de Punto de Giro después de venir si no nos habían robado algo, y después pasar por algún boliche de la calle Coronel Suárez y se veía una enorme cola de chicos esperando entrar. No voy contra los chicos, porque si era chico hubiese estado en esa cola, pero me preguntaba por qué no podíamos abrir un lugar tan cuidado como un espacio teatral donde la gente está sentada, con barbijo, se abre la puerta para que salgan, no hay contacto. Esa situación nos daba mucha bronca. Parecía injusto, honestamente. Nuestra presión sirvió, comenzó un aforo mínimo y no sé si nos servía pero al menos estábamos presentes. empezaron los ensayos, los alumnos en vivo que se atrevían pero con el cuidado porque había miedo, y es que todos tuvimos miedo.

-¿Era comenzar a sentirse vivos nuevamente, de alguna manera?

-Por supuesto. Además, jamás todos hicimos tantas cosas en nuestras casas. Hasta arreglamos ese picaporte que nunca habíamos arreglado. Y era venir a acomodar cables, a limpiar una lata, a mirarlo, cambiábamos las sillas de lugar. Pero faltaban el sonido de la gente, las palabras, el bullicio, el rock, el folclore, el teatro. Y empezamos a sacar la cabeza poco a poco.

-¿Fue más emotivo este momento que cuando dieron los primeros pasos?

-Fue diferente. Los primeros pasos fueron de muchos sacrificios y muchas alegrías, con los logros también. Pero esto fue como un corte abrupto en el cual nos habían cortado lo que nos hace felices, es decir el sentido que tiene para muchos de nosotros esto de generar y ser actores culturales en una ciudad como Olavarría. Al faltarnos eso, vinieron alegrías. Una vez que hacemos una obra en Punto de Giro la grabamos, porque siempre hay amigos que nos hacen ese favor -lo que es muy costoso- y al grabarla, con el fin de entrar en algún encuentro donde siempre te piden todo el material. Y los regionales de teatro independiente, del CPTI (Consejo Provincial de Teatro Independiente) se hacían horribles, por streaming, online, pero se hacían. Mandamos nuestro material y recibimos la noticia que en la séptima habíamos ganado el regional con dos premios: uno para el Gambita Acosta como mejor actor y otro como mejor director para mi. No era lo mismo. Porque recibir el premio allí, armar la obra, armar lo técnico, que seas vistos por tus compañeros de la séptima, sentir el bullicio de la gente, es otra cosa. Pero fue como un aliciente, un empujón, me emociona de recordarlo. Es un empujón en la espalda que te dice "sigan", porque todavía estamos bien en la séptima.

-Un premio que motiva...

-Sí. Pero yo les comento a mis alumnos que no ganamos nada, y no es demagógico. Ganamos un regional, pero tenemos que pelear la séptima y toda la provincia para pasar esa franja enorme que hay todavía en Capital Federal. Y no sólo desde lo técnico, sino que debemos tener más injerencia porque si tenemos productos mediocres, y hay que admitirlo, también los tiene Capital. Entonces creo que hay que seguir afinando técnicamente porque tenemos posibilidades de acercarnos a un provincial y por qué no a un nacional. Entonces, no ganamos nada. Estamos en un punto interesante y decimos que nuestro trabajo es digno, y esa es una alegría que nos dio la obra Inacabado, de Mariela Asencio, la autora a la que por fin conocí. Es directora de la comedia de Bahía Blanca, que nos agradeció que una obra suya haya entrado al regional.

-¿Qué se siente cuando se abre la puerta e ingresa un alumno nuevo?

-Ohhh...es como un paso nuevo. Es como descubrir un almita que a veces está llena de miedos. Yo siempre comento que hemos vivido por muchos años una educación profundamente represiva. El teatro es un ámbito que circunscribe todas las disciplinas artísticas, se nutre de la música, se nutre de la danza, se nutre de la plástica. Entonces esa llegada de esa personita...no sé si va a ser actor o no, pero ese mundo que uno le abre me parece que le está abriendo un mundo nuevo, sea niño, adolescente o adulto. Y a nosotros, los que nos interesa esto de la docencia y la dirección, por supuesto, el proceso de crecimiento es una enorme satisfacción, y mucho más allá si lo vemos involucrado. Más que nada, hay un deseo personal y en particular en el teatro, ayudar a confeccionar en esa persona un sentido crítico, autocrítico, y de su propia realidad. Que no sea fácil domesticar a esa criatura, a ese adolescente, a ese adulto. No para hacer la gran revolución, sino para que esa persona sepa dónde está parada y dónde está sentada a la hora de decidir sobre su vida, a la hora de no ser arrebatado en sus ideas que es lo más hermoso que tenemos, que es la libertad.