Rodrigo Fernández

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"Soy un guardaparque de la vieja escuela", declara Rafael Lorenzo, un olavarriense que está a cargo de Punta Buenos Aires, una reserva natural pegada a Península de Valdés que fue un lugar de entrenamiento militar. Se mantiene cerrada al turismo pero debido a su riqueza geológica, de flora y de fauna, es visitada por investigadores de todo el país.

"La imagen que yo tenía del guardaparque no era la del sombrerito y nada más", dice y cuenta que él veía una imagen bastante distinta. "Lo veía hachando leña en la Cordillera con un metro de nieve, llevando a su mujer al Hospital a punto de dar a luz".

Esas historias se le metían en la piel cuando los guardaparques más experimentados se las contaban en sus primeros tiempos como estudiante. "Yo creía con que un guardaparque hacia todo", explica.

No se acuerda bien qué edad tenía pero sabe que fue desde muy chico. Había algo que lo atraía irremediablemente. "Yo quería ser guardaparque pero lo veía medio difícil porque hace 25 años atrás no existía la comunicación que existe hoy, era todo por correo postal", declara para luego señalar que desde chico le gustaba "la naturaleza, el campo. Nunca fui fanático de la ciudad".

Cuando terminó la Secundaria partió rumbo a la ciudad de San Pedro, Misiones, para convertir su sueño en realidad y "poder trabajar de lo que a uno le gusta".

La carrera tenía una duración de tres años pero Rafael no podía darse el lujo de estirar mucho su época de estudiante y con mucho esfuerzo terminó la carrera en sólo dos. "No por buen estudiante sino porque no me podía solventar un año más de gastos", aclara, entre risas.

Salir al camino

"Argentina de norte a sur, de este a oeste, es muy variada. La cultura, el folclore, las tradiciones, todo. A cada provincia que uno va aprende, vive y entiende cuestiones culturales que son cotidianas para la gente pero uno viene de otro lado", afirma y comenta que "generalmente vas a una reserva y te encontrás con un guardaparque que no es local. Pasa que te vas a Tierra del Fuego y te encontrás con un salteño. El guardaparque va rotando y va mamando costumbres de distintas provincias".

Cuando se recibió comenzó "la gira laboral mágica y misteriosa" para conseguir un trabajo en alguna reserva privada, municipal, provincial o nacional.

Primero se encontró con que no había mucho trabajo de guardaparque. "Mandaba curriculums a todos lados pero no salían contratos", dice y señala que "hoy la situación es similar y no se presta mucha atención a las áreas protegidas. Hay otras prioridades. No debería ser así pero siempre sucede"

"Muchas veces te toman a prueba por unos meses y mucho depende también del entorno, si es agradable. Uno elige el trabajo y más allá de que sea lo que a uno le gusta, también que haya un grupo humano agradable para trabajar", explica.

Luego de un tiempo llegó un trabajo que lo depositó en Entre Ríos para desempeñarse en una reserva privada. "Generalmente son propietarios que tienen en sus tierras ambientes naturales con un grado de interés ambiental bastante considerable y generalmente lo explotan con el turismo", manifiesta y cuenta que se caracterizan porque "hacen aprovechamiento y conservación al mismo tiempo"

De Entre Ríos partió hacia la Isla Victoria, en el sur del país. Allí "vivía en la isla y estaba como guía baqueano" y comenta que "siendo guardaparque se te abre un abanico de oportunidades. Yo era muy pibe y quería entrar en Parques Nacionales y vivía en la isla misma pero trabajaba con turismo. Hacía cabalgatas, canotaje en el Nahuel Huapi, treking y avistajes de aves". Esta vez fue sólo un un año y medio y luego partió hacia el Delta.

"De estar haciendo canotaje con un turismo de una hostería 5 estrellas pasé a arriar vacas con bote en el Delta", cuenta sobre su trabajo en una isla donde era encargado de todo el lugar. "Tenía la casa a 80 metros del río en el Delta del Paraná". Para Rafael "fue una experiencia única".

"Era una isla forestal y tenía una parte de reserva. Una parte de la isla era área protegida y la empresa propietaria nunca había hecho un relevamiento de la flora y la fauna". El trabajo era quincenal, tenía 60 personas a cargo y los días francos se dedicaba a recorrer el espacio protegido.

Fue en aquellos años donde adquirió experiencia en combate contra el fuego. "Llegaban muchas brigadas del norte del país para hacer las prácticas en la isla", explica y marca las diferencias entre los diferentes tipos de incendios: "cada ambiente natural tiene su particularidad. No podés apagar un incendio de la misma manera en la Cordillera que en el pastizal pampeano o en el Delta".

Un día recibe un llamado y una invitación: convertirse en guardaparque en Santiago del Estero. Para Rafael fue pasar de "tener la casa a 80 metros del río Paraná, al Chaco seco". Un lugar donde 54º era una temperatura normal. Allí eran cinco guardaparques para cubrir 95 mil hectáreas.

"Estuve un par de años en el norte y terminé siendo jefe de guardarques de la provincia", menciona. De aquel lugar le quedaron la intensidad de las temperaturas y los encuentros con cazadores furtivos y contrabandistas.

"Nunca imaginé ir a trabajar a Santiago del Estero. Si me daban a elegir me inclinaba por las postales de la Cordillera pero cuando fui me terminé enamorando", reconoce y afirma que "quizás haya mucha pobreza pero hay una riqueza humana y ambiental inigualable".

En Santiago del Estero fueron tres años hasta que salió la oportunidad de ir a trabaja a Península de Valdés. "De estar con 54º con un clima seco, con 14 compañeros, trabajando en grupo, pasé a estar solo en 7200 hectáreas", describe y señala las dificultades que se encontró en su nuevo destino. "Me costó mucho adaptarme y tenía el chip de Santiago, que era bravo con el tema de los cazadores y contrabandistas".

"Eran situaciones complicadas que yo hoy las pienso y veo que era todo por un fin, no por corajudo", afirma y agrega que "era defender el monte santiagueño porque había gente que no lo respetaba y gente que sí. Siempre digo que la naturaleza está para aprovecharla pero de manera controlada. Esa es la base del desarrollo sustentable: aprovechemos el recurso pero sin descuidar las generaciones que vienen detrás".

"En Península de Valdés bajé un cambio en todo sentido", dice Rafael. Fueron 5 años hasta que finalmente llegó adonde siempre había querido: trabajar para Parques Nacionales. "Con el paso del tiempo uno entiende que hay muchas formas de hacer conservación, no es solamente es Parques Nacionales" aunque reconoce que es "la autoridad máxima, el organismo más grande, más legendario pero existen otras oportunidades".

Punta Buenos Aires

Dese hace 4 años Rafael Lorenzo, el olavarriense que soñaba en convertirse en guardaparque, está a cargo de la Reserva Natural Defensa Punta Buenos Aires, "una lonja de tierra en el noroeste de la Península de Valdés", dice y cuenta que el lugar fue una reserva militar. "Fue la primera que se creó como Reserva Natural de Defensa" y explica que "era un lote de la Armada Argentina que se utilizaba como práctica de tiro de los busques de guerra. Como eran áreas militares, las tierras mantuvieron su conservación y como ya no se utilizaban para entrenamiento, hace un par de años se creó la categoría de ´reserva militar´".

El espacio, que tiene 60 kilómetros de costa, "pertenece a la Armada pero es administrada por Parques Nacionales", comenta Rafael.

La reserva "es un área intangible, no va el turismo. Solamente van científicos a realizar distintos tipos de estudio de flora y fauna", comenta y señala que "para que pueda ser visitada por el turismo debe cambiar de régimen. Como era un lugar de práctica de tiro existen muchos proyectiles que no detonaron, por eso razón tampoco está abierta al turismo".

Punta Buenos Aires tiene un gran historia militar y durante la guerra de Malvinas fue un lugar de encuentro para las tropas.

Donde termina el mapa

El trabajo de guardaparque no tiene un horario fijo y se vive en soledad, ya que no está permitido que Rafael u otro guardaparque, viva con su familia. "El lugar es inhóspito, muy alejado" y hace pocos meses cuenta con Internet satelital. De esta forma no pierde el contacto diario con su familia en Olavarría.

"No son destinos muy buscados ni muy elegidos pero eso no implica que sea un área que no necesite conservación o cuidado. Alguien lo tiene que cuidar", afirma y asegura que Punta Buenos Aires "es la joyita de la península, que todos quieren conocer. Es donde se termina el mapa y tiene una riqueza faunística muy grande: loberías permanentes, elefanterías donde se reproducen en determinada parte los elefantes marinos, población de guanacos que viene un aumento, aves terrestres y marinas".

Actualmente sólo "entran investigadores del Conicet, del Cenpat a hacer estudios de vegetación, de fauna y de clima, la única estación meteorológica de la península que tiene 400 mil metros cuadrados está en Punta Buenos Aires", señala.

Para Rafael Lorenzo, la reserva "tiene un potencial muy grande desde donde lo mires. La particularidad del área, además de la fauna y la flora, tiene que ver con los sitios arqueológicos". Es por eso que se siente un pionero, "como los guardaparques que pasaron por el lugar y los que vendrán".

La familia

"Uno se adapta", dice Rafael Lorenzo pero la familia es un tema complicado cuando la elección es ser guardaparque. "Si el trabajo que uno tiene es el que ama, no es que lo priorice pero uno se adapta y busca la forma de sobrellevarlo", plantea y por las dudas aclara: "tengo mi casa a 1100 kilómetros de distancia. Hago 1100 kilómetros para ir y 1100 kilómetros para volver. Eso es un gasto y no hablo de lo económico. Es físico, moral".

Aunque, como bien señala, "hago el trabajo que me gusta" pero "obviamente que encantaría poder estar trabajando y tener la familia más cerca". "Mientras lo pueda hacer, lo seguiré haciendo", afirma consciente de que llegará el día en que "daré vuelta la página y buscaré otro horizonte".

Recursos naturales y humanos

"El guardaparque tiene que saber un poco de todo", dice Rafael Lorenzo cuando se lo consulta sobre qué cosas no deben faltar y menciona que desde su punto de vista "está fallando el tema del recurso humano".

"Falla la convivencia. En este tipo de lugares convivís con personas que no elegís para vivir y necesitás apoyarte en un compañero. Te tenés que llevar bien y la convivencia es fundamental", reafirma.

"Hay que estar preparado para aceptar al otro como es y entenderlo", sostiene y menciona que lo más importante pasa por los valores humanos, "después si sabes o no manejar una motosierra no importa porque hay cosas que se aprenden".

Para Rafael Lorenzo "a los lugares no solo los hace lindos el paisaje, los hace lindos la gente" dice y sigue tomando el mate.