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La pandemia y la metáfora de la ola de dos metros en medio del mar; la apelación a las inundaciones de los ‘80; los desajustes intrafamiliares que indujo; las tres ilusiones de la vida que arrasó y el caso de salir a la ruta con todo presuntamente bajo control; sus efectos y consecuencias psicológicas; el "Síndrome de la Cabaña"; -por qué no- un costado positivo de esta vivencia y otras cuestiones fueron desarrolladas en una muy rica exposición de la licenciada en psicología Gabriela Ithurralde.

Gabriela inició la charla mano a mano diciendo que "de lo sucedido durante esta pandemia tenemos distintas respuestas. Tenemos gente que ha perdido un familiar cercano por la COVID y gente que no ha padecido esta situación, ello genera psicológicamente posicionamientos distintos".

"La pandemia por un lado tiene un costado general, todos nos debíamos cuidar y fases en las que todos estábamos adentro, pero no se vivía de igual manera. No sólo por el duelo que tenía que ver con las personas, sino gente que perdía su trabajo, gente que perdía una estabilidad salarial por citar algunas cuestiones" ejemplificó.

Como dato sobre lo que significó esta pandemia según dónde y a quién golpeó, la licenciada Ithurralde la comparó con "si estuviéramos todos navegando en un mismo mar, pero en distintas embarcaciones. No es lo mismo lo que puede hacerle una ola de dos metros a un crucero, que ni siquiera lo va a sentir, que a alguien que va en una balsa".

A partir de estos "efectos individuales", sostuvo que "se está estudiando a nivel mundial la generación de distintas manifestaciones de ansiedad y de depresión. Como por ejemplo gente que no tenía insomnio y ahora lo tiene; gente que no tenía trastornos de ansiedad generalizada y ahora los tiene; ha generado ataques de pánico".

En mayores, que por su situación de vulnerabilidad ante el virus concentraron los cuidados y los encierros más estrictos, la licenciada Ithurralde observó que la pandemia "ha generado algo que se llama ‘Síndrome de la cabaña’, algo que se genera psicológicamente en los mineros que trabajan mucho tiempo bajo la tierra, entonces después surge un tipo de fobia a la salida al exterior".

"La gente mayor ha quedado con muchos temores" afirmó, y acotó "ahora que estamos asistiendo a rebrotes aún en personas con dos dosis en el Reino Unido y en Rusia, preguntan si nos tocará, porque siempre nos terminó tocando lo que pasaba en otros países del hemisferio norte".

Especuló que "tal vez con una tercera dosis se evite la situación que está atravesando hoy el Reino Unido o en la que está Rusia".

Gabriela subrayó los desajustes inducidos por el tiempo de pandemia a nivel intrafamiliar: "Lo que era la disciplina de la familia, lo que eran los acuerdos fueron alterados; antes de la pandemia los chicos iban a la escuela, tenían un horario para comer, un horario para el deporte, un horario para dormir".

"Cuando hablo con familias que tienen niños y adolescentes, han experimentado un gran desajuste en este año y medio, fundamentalmente de poder respetar los horarios. Las noches se han hecho tremendamente largas, y los niños y jóvenes durmiendo hasta las 3 de la tarde" puntualizó.

La escuela y el trabajo como ordenadores cotidianos fueron sacudidos en los momentos más duros de la crisis sanitaria: "Cuando yo tengo un horario para ir a trabajar, para ir a la escuela -con flexibilidad, por supuesto- contamos con un ordenador de la vida, entonces han quedado muchas edades sin ese orden, y a los padres les ha sido muy difícil también poder lograr que esto tuviera un poco más de planificación".

Se apoyó en la historia, y mencionó que todos los seres humanos actuales nunca habían vivido una pandemia de este tipo.

"No había un registro. Supongamos que viene una inundación a Olavarría; yo que tengo 50 años pasé dos, entonces poseo un registro cerebral de lo que debo hacer cuando sube el arroyo, qué tengo que levantar, qué cosas hay que llevarse primero" comparó.

"En cambio en la pandemia teníamos un concepto del diccionario y algo que por ahí vivieron nuestros bisabuelos, que ni siquiera están vivos. No tuvimos que hacer nada en la pandemia de otros y acá debimos amplificar recursos" indicó.

"¿Puede dejar algo positivo esta pandemia?" preguntó Gabriela, y de inmediato se respondió: "Si, la capacidad de resiliencia es positiva. La capacidad de resistir a estímulos adversos y tratar de salir fortalecido o fortalecida de esto es un recurso que puede quedar para siempre".

"Si tuviéramos otra pandemia dentro de cinco o seis años contaríamos con otros recursos para poder atravesarla más optimamente" supuso.

"Todo eso que me hizo crecer deja en algún lugar de mi cerebro una cantidad de circuitos neuronales con información apropiada de la pandemia" señaló.

Gabriela prefirió no reflexionar acerca de lo que traerá la post pandemia desde el punto de vista psicológico.

"No soy viróloga, pero noté que una semana antes de las elecciones hubo como una salida en estampida de todo el mundo. Como la sensación de salir a tomar aire luego de un ahogo" dijo.

Le quitó peso a la palabra incertidumbre en ese tiempo que en algún momento llegará.

"La incertidumbre está en la vida" precisó.

"La vida tiene tres ilusiones: la ‘ilusión de seguridad’; la ‘ilusión de permanencia’, cuando pensás que nunca te vas a morir, que no te va a pasar nada, que las cosas les pasan a los otros; y la ‘ilusión de control’, que hay variables controladas, que las cosas son precisas. Y estamos en un mundo dinámico, donde la pandemia hizo caer las tres ilusiones al mismo tiempo" subrayó.

"Qué tuvimos controlado, qué teníamos seguro y fijémonos lo que pasó con la ‘ilusión de permanencia’. Decíamos ‘me voy a conocer tal lugar dentro de dos años’. Y… andá ahora, porque la pandemia te mostró que por ahí no hay dos años por delante" marcó.

"Nosotros en psicología vemos que la incertidumbre es un concepto natural. Es la vida, lo que pasa es que el cerebro no la soporta, entonces te hace creer que controlás algunas cuestiones" planteó.

Trazó un esclarecedor parangón con salir de viaje: "Puedo subirme a un auto, ir a la ruta, que el auto tenga airbarg, que estén bien calibradas las gomas, que esté controlado por el mecánico, saber manejar en la ruta, que el carnet no esté vencido, que haya buena visibilidad, hasta ir y venir de día porque es más seguro que de noche. Pero uno sale a la ruta y no puede controlar que el que viene enfrente esté mandando mensajes de texto y se pase de carril a 150 km/h".

"Esto es lo que nos mostró la pandemia. La gente ilusiona con estas tres grandes seguridades de la vida, que sólo son ilusiones, y de un día para el otro el coronavirus nos mostró la vulnerabilidad humana, a tal punto que podíamos morir mañana" graficó.

Entonces la muerte, tan presente en esta pandemia, apareció en la charla con lalicenciada Ithurralde.

"Hay algo que se llama presupuesto emocional, es como si en el cuerpo hubiera un debe y un haber. Tengo tanto caudal de afecto porque esta persona está viva; cuando esa persona de un día para el otro se va te quedás con una deuda afectiva y te falta eso. Son duelos muy fuertes, de entre uno y hasta dos años para volver a acomodarse".

"Cuándo termina ese duelo. Hasta que yo puedo recordar y hablar de esa persona sin entrar en una enorme melancolía. Imaginemos a la gente que ha perdido a alguien por COVID: un día esa persona tosió, al otro día se hisopó, a la semana la estaban internando, a las dos semanas la estaban intubando y 40 días después salió directamente para la morgue" aportó.

A semejante dolor, agregó una situación que calificó como "tremenda", impuesta por la situación sanitaria: "No poder visitar, no poder despedir, no poder acompañar. Imposible olvidar esta otra parte. Si hay algo en esta pandemia que afectó mucho también fue que el que queda vivo necesita elaborar ese suelo".

"No había velatorios; rociaban el cajón con un líquido y se lo llevaba el empleado del cementerio. No se podía pasar la arcada de Loma de Paz. Todo eso también genera un efecto tremendo: no me pude despedir, no pude velar, no pude ver hasta 6 meses después dónde estaba la tumba" recordó.

"Es demasiado todo lo que nos ha pasado" lamentó.

Ante esto, Gabriela pidió considerar que "no se puede olvidar que somos seres sociales, somos seres gregarios por naturaleza, y lo que nos afectó esto de no contacto, no se toquen, no compartan el mate, y más como somos los latinos, que tenemos una cultura diferente a la anglosajona, que necesitamos más del otro, de juntarnos".

Con tanto dolor, tanta tragedia que forma parte del pasado reciente, esta pademia que aún se planta en el presente y tiene un tiempo inabarcable por delante, en el cierre de la charla la licenciada Gabriel Ithurralde advirtió que "a nivel de futuro como pasa siempre no sabemos qué va a pasar, no sabemos si va a haber otra pandemia o no. Cuestiones que aún, con el desarrollo científico y tecnológico que se cuenta en 2021, no se pudieron predecir".

"Como mensaje positivo, si en algún momento nos tocara atravesar por algo similar, hay ciertas conductas que conocemos y adoptaríamos para la preservación de la especie" cerró.