Más de 24 mil contagios en un día en el país. El mismo día en que mueren cuatro en Olavarría y el virus se lleva a una trabajadora de la salud. Un día después se descubre que el 74% de las muestras testeadas son variantes del Reino Unido y de Manaos. La semana termina amenazadora y cruel. Y a la vez, con una disputa dirigencial por las medidas restrictivas que se vuelcan a una sociedad desconcertada ante una nueva realidad pandémica y sanitaria que parece haber llegado para quedarse. Una sociedad que, en muchos casos, reacciona con negación ante esa incertidumbre, se resiste a usar barbijo, comparte el mate, hace fiestas, se junta entre paredes con las ventanas cerradas, viaja a lugares estragados por el covid, participa de festivales organizados por municipios. Todo en una suerte de coqueteo con la muerte inexplicable cuando el mundo entero es un espejo trágico donde mirarse.

Ante un crecimiento exponencial de contagios, el Gobierno Nacional propone restricciones tibias, que difícilmente contengan la expansión del virus. Pero de todos modos, genera reacciones tremebundas en dirigentes opositores y en el poder mediático predominante. Y la desgracia de que se cruce una elección en plena emergencia sanitaria impide que se tomen decisiones mucho más contundentes durante un tiempo determinado con fecha de vencimiento clara y precisa.

Ante el caos de mensajes que suelen caer desde dirigencias cuya mediocridad se vuelve temeraria y peligrosa en medio de la emergencia, socialmente se reacciona como se puede: gente mayor jugándose la vida en una fiesta de baile y hacinamiento organizada por la autoridad municipal o trescientos estudiantes de medicina a punto de recibirse que arman una juerga viral muy reñida con todo aquello que acaban de legitimar con un diploma que está a la vuelta de la esquina.

"Si se piensa en términos de disciplina social es muy difícil entender el fenómeno del tuteo con el riesgo extremo. Sea cual fuere el sector social o etario del que hablemos, la lógica es siempre la misma", analiza el psicólogo Jorge Garaventa para EL POPULAR. "Ante el riesgo de muerte, y el Covid es la representación más inmediata de ello, el ser humano reacciona con un mecanismo psicológico personal y colectivo, que es el de la negación, descripto por Freud hace más de un siglo". Ese mecanismo "lleva a no ver la inminencia del riesgo que se padece ante la profunda angustia que esto generaría, y actúa como si no pasara nada".

Sin embargo, en el caso de la fiesta de los mayores, todos saben que hay una pandemia y que el peligro de muerte fundamentalmente es para ellos. Pero actúan de manera contraria. Es lo que Garaventa define como "la renegación, que es un recurso aún más radical: el sujeto se disocia, conoce perfectamente el riesgo pero lo niega ante lo personal, se monta en un pensamiento omnipotente, en el sentido de que eso existe, pero a mí no me va a pasar, y actúa como si el peligro que tiene al lado, fuera ajeno".

Claramente, analiza, "al revés de lo que se supone, sobre todo en gente grande, son personas que actúan de esa manera como producto del insoportable nivel de angustia que le genera la situación". Algo de esto "también hay en los jóvenes, pero la omnipotencia es mucho mayor, y el principio de placer, desde un gran empuje pulsional, se impone sobre cualquier prevención".

La antropóloga Silvia Boggi agrega a este diario que "hay que convenir en que el embate de la pandemia hizo tambalear a una institución como la ciencia como dadora de respuestas inmediatas (o casi); la pandemia se llevó todas las certezas menos la de la fragilidad humana, la instalación contundente de que estábamos en lo que Ulrich Beck llamó ‘sociedades del riesgo’".

Temerarios y encerrados

"Hay quienes en el otro extremo reaccionan transformando los cuidados en una suerte de religión, dice Diana Litvinoff, psicoanalista, en Página 12. "Van generando una especie de ceremoniales religiosos alrededor del barbijo, el lavado de manos, el alcohol. Como si hubiera ahí una culpa. Y también están siempre señalando herejes y culpables".

En otros casos, se recluyen en sus casas, se protegen de los otros y ven decaer su salud física y mental después de un año de encierro. "¿Quiénes no cumplen? Tengo amigos de mi edad (más de 65) que están encerrados en sus casas. No creo que sea algo generalizado", aseguró un profesional que prefirió no ser nombrado en esta nota.

"El temerario y el híper temeroso que se paraliza y no se mueve, son dos caras de la misma manera", define Garaventa.

Según Yago Franco, presidente del Colegio de Psicoanalistas, los "datos titubeantes" desde los ámbitos oficiales "fomentan los mecanismos psíquicos de rechazo de la realidad" y "hacen que muchas personas sientan que ya pasó la pandemia, o que es una sencilla gripe, o que nada va a pasarles, o que si les toca les toca".

"Hay convicciones y argumentos entrelazados y contradictorios, donde se mezclan una suerte de teorías del sentido común, otras de índole religiosa, otras que dan cuenta de una apropiación del lenguaje científico pero acomodada a convicciones previas, de saberes populares, es lo que llamo un mix de significaciones que hasta guardan dentro de esa trama unas contradicciones asombrosas", analiza Silvia Boggi.

"El desacople de las prácticas ciudadanas respecto del modelo biomédico, que provee tanto la noción de salud como de los protocolos destinados a su preservación, se sustenta en un complejo entramado" urdido por otras racionalidades "diferentes a la de la epidemiología", analiza la antropóloga. Porque "las nociones de salud, de riesgo, de cuidado no tienen la misma significación para todos los actores sociales. Son polisémicas, disímiles, contradictorias". Y a la vez, "sirven de soporte argumentativo a las acciones" que, desde la medicina, "resultan atentatorias de la salud individual y colectiva".

Este quiebre, dice Boggi, "no puede explicarse solamente como el resultado de actitudes individualistas, ignorantes, negacionistas, patológicas o irresponsables. El ‘yo me cuido... no sé cómo me contagié... si sólo tomo mate en el taller de los muchachos, que nos conocemos de toda la vida... qué nos vamo'' a contagiar"... el ‘de algo hay que morir..jeje’ y ‘va en el destino de cada uno, zafar, no tener la puta mala suerte de contagiarte y morirte’ son apenas la punta del ovillo que hace ostensibles esas otras racionalidades que no parecen haberse considerado demasiado al momento de elaborar una normatividad pandémica", cierra.

Libertarios y negacionistas

La reacción y llamado a la resistencia y a la desobediencia civil ante cualquier medida restrictiva que intente ganarle terreno a la pandemia es zona de los libertarios –bello adjetivo del que se apropió la derecha más concentrada-, que tienen consenso y espacio en los grandes medios.

"Los sectores negacionistas son minoritarios y en general, pese al alto grado de militancia y ruidosidad, generan poca adhesión, incluso en los sectores menos cuidadosos", asegura Jorge Garaventa. "El riesgo mayor no proviene de estos sectores".

Para la psicóloga olavarriense Elena Varni, sin embargo, "el bombardeo opositor de derecha hace estragos en todo sentido, tanto en lo político como en lo sanitario, a partir de las críticas sin argumento contra la pandemia, contra los cuidados, contra las vacunas". Para ella, "no es fortuito lo que ocurre sino que es la consecuencia de un discurso sostenido desde el modelo neoliberal más extremo que conduce al individualismo y a la idea de la autonomía absoluta, contraria a todo proyecto colectivo".

"Hay obviamente una apropiación del discurso anticuarentena y del que niega directamente la existencia del virus", admite Silvia Boggi. "No se puede obviar la construcción mediática que hizo y hace de estos temas su bandera". Pero el tema "es de una complejidad que no puede reducirse a lo que podríamos llamar efectos mediáticos únicamente". Garaventa encuentra conductas históricas similares "de los seres humanos hacia el sida o el tabaquismo". Entonces "es necesario diferenciar posicionamientos políticos desafiantes, que apuntan a generar este tipo de conductas, independientemente de los resultados, de lo que es la actitud individual y grupal frente a la muerte, que siempre va a tratar de ser negada porque es un impensable para la psiquis".

Mientras tanto, hubo miles de viajeros hacia Brasil en las últimas semanas. Donde se dieron, en estos días, más muertes que nacimientos, las morgues y los cementerios no dan abasto y el paso por ese país es un reaseguro viral.

Acaso es muy complejo renunciar a los íconos del imaginario de esta vida: vacaciones, fiestas a ojos cerrados, consumo. Lo que pasa alrededor, el año restante, es un sendero gris insoportable. Hacia una muerte futura que, dice Garaventa, "es un impensable para la psiquis". Por eso, tal vez, hay que jugarse la vida.