Karina Gastón

kgaston@elpopular.com.ar

Se ríe y hace reír pero al mismo tiempo deja pensando. Está convencida de que estamos de paso por este mundo pero a la vez con una misión que no todos descubrimos. Habla con desparpajo, al borde de las estructuras, sin pedir permisos. Lo hace inspirada en esas infancias que tiene como destinatarias de los libros que escribe. Pero donde también asoman sus principales críticos.

Le parece rico el café que acaba de tomar y lo dice. Le molesta la mosca que zumba mientras fluye la charla y la espanta. Reniega de los mandatos y lo señala. Advierte niñeces que la interpelan y lo festeja. Es Adela Bash, que se siente cómoda al escribir cuentos, poesías y teatro. La que volvió a Olavarría, esta vez no a la Feria del Libro sino al Colegio Fray Mamerto Esquiú, donde hace rato que la conocen sin conocerla. Donde hay niñas y niños que saben lo que dice, piensa y escribe. Gracias al escritor y bibliotecario Diego Javier Rojas y a las maestras.

La espera una nueva ronda de palabras y de escuchas. En medio de esa antesala, la entrevista con EL POPULAR.

-¿Qué fuerza tiene hoy la palabra en tiempos imagen, de apuro, de redes sociales?

- Desde mi percepción, parcial, sesgada y muy subjetiva, creo que la palabra sigue teniendo fuerza. Cuando yo era chica, y hay gente que lo mantiene, bastaba la palabra para mantener un acuerdo aunque no se firmara nada. ´Te doy mi palabra´ y tenía valor. Hoy tenemos miedo de que nos estafen, no es confiable pero sí tiene un poder creador y de atracción, depende del contexto y de qué se haga con esa palabra. En contraposición, también está la palabra vaciada de todo contenido y contra ese vacío de sentido trabajamos todos los que hacemos arte, revitalizando comunicarnos de otra forma.

-Cuando decís están vaciadas de contenidos, ¿al rescate de qué hay que salir?

De una palabra comprometida, que no sea como un artículo superfluo. Hoy la vida está llena de cosas superfluas, desechables. Hoy nos morimos por tener una cosa que mañana no nos interesa más. Pura frivolidad y superficialidad extrema que tiene que ver con no poder ahondar, no mirarnos, no poder profundizar.

-Es más cómodo...

Claro. No nos implica ningún movimiento interno que tenga que ver con nuestras emociones profundas, con lo que somos. Y que no nos cambie en nada. Nos encierra en un individualismo que dificulta la vida. También está la literatura donde la palabra se degrada, se frivoliza o se usa para no decir nada. Y la palabra puede estar cargada de un sentido, un significado que nos puede cambiar la vida.

Lo que se resignifica

-Cuando pensás una obra, cuento, libro, ¿qué te inspira para llegar a la palabra escrita?

Uno escribe en función de un deseo y de una necesidad, que son casi lo mismo. De lo que primero que tengo conciencia es del deseo, qué deseo hacer pero para seguirlo tengo que construir un camino con palabras. Y escribir es un trabajo con un momento de mucho entusiasmo, de mucho placer que es cuando aparece una mezcla de imagen y palabra que quiero desarrollar. Y puede surgir en cualquier momento, es imprevisible, no tiene que ver con algo muy consciente. Lo consciente es estar en la búsqueda de eso, que algunas palabras aparezcan. Graciela Montes una vez dijo que era como tirar al mar una red y uno no sabe si va a recoger algo. Yo siento que siempre estoy tirando la red. Es bastante difícil tener una idea que yo considere buena y valga la pena desarrollar y sea de interés para otros. A veces aparecen algunas que me deslumbran tanto que después me lleva años desarrollar como Una luna junto a la laguna, que surgió con una idea que me vino caminando por la calle, mirando el cielo. Un cuento de pocas páginas.

-Y no es que a menor cantidad de páginas es más fáciles...

No tiene nada que ver. Puede ser difícil escribir una novela extensa y sostener situaciones. Hay una etapa hermosa de fascinación por una idea. A veces me pongo a escribir y todo fluye hasta el final pero son las menos.

-¿Qué te pasa a vos cuando ves algunas resignificaciones de lo que escribís? ¿Te sorprendés?

La lectura de otro necesariamente resignifica y me sorprende para bien. Va más allá de lo que pretendo generar.

-¿Con qué géneros te sentís más cómoda?

Hay tres con los que igualmente me siento cómoda: teatro, cuento y poesía. No así con la novela. Nunca escribí una. Me parece que es una construcción que implica una paciencia que no tengo. Tengo en la cabeza una novela hace muchos años, ¿la ves? (risas). Me siento más cómoda con los chicos porque es un público que conozco más.

Otro trato, más horizontal

-¿Te interpelan los chicos?

Me tendrías que decir qué sentido le das a la palabra interpelar...

-En el sentido de desafiarte, de provocar, de pedir explicaciones...

Cuando decís interpelar lo primero que me aparece en la cabeza es alguien que me corta el pelo y que entre medio me quedan claros pelados (risas)... Sí, me interpelan los chicos y me gusta que lo hagan porque eso me hace verlos como lectores activos, reflexivos, pensantes, que cuestionan. Me parece que los chicos sufren las consecuencias de nuestro adultocentrismo y está muy bueno que nos interpelen, que dejen de creerse que los adultos sabemos todo.

-Llevas 40 años ligada a la escritura para niñas y niños. ¿Cambiaron esas infancias o hay puntos en común?

No noto diferencias esenciales, no de fondo. Hoy sí los chicos tienden a tratarte medio sin pedirte permiso, casi como a un igual, como a un par, en una cuestión de horizontalidad.

-¿Y eso es bueno o malo?

Para mí está buenísimo. Es lo que yo siempre intenté hacer cuando era chica. A veces podía y a veces me cerraban la puerta en las narices. Pero tuve la gran fortuna de que en mi casa se podía decir lo que quisieras. No había mucha censura o el ´callate la boca que yo soy grande´. Había bastante respeto por los chicos

-¿Cómo surgió la experiencia de tener una editorial?

Fue hace 15 años pero es y fue difícil. Me gustan los desafíos. No es muy racional. Me costó mucho publicar mis primeros libros, como a todos, con el plus de que empecé escribiendo teatro y nadie quería publicar por ser un género muy desvalorizado. Una de las editoriales finalmente me llamó y me dijo vamos a intentar. El mío es un teatro que se puede representar y también leer, tiene una autonomía literaria.

"Corromper en el buen sentido"

-¿Cuántos libros llevás publicados?

Cerca de 100 en teatro, cuentos y poesía. Nunca me lo imagine ni me lo propuse.

-¿Considerás que hay una responsabilidad social en lo que hacés?

Sí, totalmente. Siento que tengo la fortuna de ser bastante requerida por escuelas y se me acercan muchas madres, y en menor medida padres, que me dicen que me leen siempre. Me genera sorpresa e incredulidad y una gran alegría.

-Por fuera de la nota, dijiste que tu tarea pasa por corromper las mentes de los niños...

Corromper en el buen sentido. En modificar algo que tenía un status quo, eso se co rompe y se transforma. Es romper una estructura que aprisiona, es romper reglas que no dejan moverse.

-¿Estamos muy reglados, no?

Sí. Las reglas son necesarias para que la sociedad funcione pero tan bien no funciona la sociedad, ¿no?

-¿Sos creyente?

Sí, pero no creo en religión alguna, sí creo en una energía divina creadora de la que somos todos parte y estamos de paso. Venimos acá por un lado a aprender y a cumplir con algo. Todos tenemos alguna misión. Algunos la descubrimos; otros no.

-¿Y qué molinos quedan dando vueltas aún?

(piensa) ¿Contra los que haya que luchar? Contra lo que uno se revela, embiste y no mide bien la fuerza. A veces vemos enemigos sin percibir que además también están en nuestro interior, en nuestro ego, son las ideas hechas que nos llenan la cabeza desde que nacemos, que vienen desde la educación familiar, social. Son los mandatos. Nos hacen creer que somos separados de los otros y no desenmascaran la ilusión de que somos todos uno, de que no tenemos más enemigos que nosotros mismos y esto significa que yo soy el otro.

-En tiempos de crisis y de grietas, ¿considerás que las nuevas generaciones vienen más livianas de mochilas?

Creo que sí, en algunos se reproduce un sistema de pensamiento viejo pero son más lo que pueden tener alguna apertura y eso entusiasma.

"Hay una niñez que es universal"

"No me puedo imaginar vivir en otro país que no sea la Argentina", dice Adela Basch. De hecho, la literatura no tiene límites y ella se ha ocupado de demostrarlo. Pero "siempre que me fui, fue por razones de trabajo", aclara. De a ratos optó por anclar en Estados Unidos o Puerto Rico, Cuba, en la Venezuela de Chaves y en Chile. También en Bolivia, España, Alemania y México. Sin embargo, su destino es éste.

Adela Basch estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires, fue miembro de la Comisión Directiva de ALIJA, dirigió colecciones de literatura infantil y juvenil en varias editoriales y en 2002 fundó Ediciones Abran Cancha. Publicó, entre otras obras, "Los árboles no son troncos", "Oiga, chamigo aguará", "Colón agarra viaje a toda costa", "José de San Martín caballero del principio al fin", "Las empanadas criollas, son una joya" y "Belgrano hace Bandera y le Sale de Primera". Por su puño y letra, ha recibido además todo un abanico de premios y menciones.

-¿Hay una niñez universal?

-Sí, hay una niñez que es universal, que toma expresiones y características diferentes según los lugares, pero hay una apertura de mente que es universal en los niños. Hay una creatividad, que a pesar de ser cercenada o disminuida por los adultos, impresionante.

-¿Y en las escuelas hay diferencias?

-Hay diferencias pero no tiene nada que ver con la ubicación geográfica, ni si es privada o pública ni con el nivel socioeconómico. Todo depende del carácter que le imprimen docentes y directivos. Hay escuelas privadas carísimas que son un desastre y públicas donde va gente que tiene que hacer un gran sacrificio para comprar útiles con un nivel excelente y chicos más activos intelectualmente. O privada buenas y públicas que no tanto. No hay diferencia si estás en Salta, Entre Ríos, Tierra del Fuego, en el medio de Buenos Aires o el Conurbano.

-¿Cómo te llevás con las nuevas tecnologías que ya dejaron de ser "nuevas"?

-Me llevo bien. Hay cosas donde no incursiono y otras que integré. Muchas cosas están buenas. No hay que pensar que es el demonio ni echarle culpas. Si los chicos no leen es porque hay adultos que no estimulan. Y los chicos leen más que los adultos. Si no leen es problema nuestro.

-Podría decirse que sos una militante de la risa. ¿El humor nos salva?

-Sí. A mí el humor me muestra siempre que hay otra perspectiva desde la cual ver que hay una salida.

-Tener pensamiento lateral y reírse de sí...

-Exactamente y hay que tener un poco de humildad para eso, para poder reírte de vos, darte cuenta que no sos nada (se ríe) pero al mismo tiempo sos parte de un universo mayor. Cada uno de nosotros vamos a pasar por esta vida... No hay que creérsela.

"En Esquiú compartimos una inolvidable fiesta de la lectura"

"Sos igual que en Google", dijo Jonás frente a esa escritora que ya conocía a través de cuentos y poesías pero que ahora estaba ahí. "Adela estaba en la escuela", haciendo honor al nombre del proyecto se había gestado durante todo el año. Adela Basch, como recién salida de la biblioteca, cara a cara. Marcos le ofreció un ramillete de flores en nombre de todos y algunos aprovecharon para preguntarle si ella vivía en la ciudad del Obelisco o en el Tigre. Todos habían buscado en internet cómo era esa mujer que tanto había logrado divertirlos a fuerza de rimas y personajes.

"El encuentro estuvo muy bueno. Me sorprendió el alto nivel de comprensión lectora de los chicos, el gran interés que tenían por los libros y la lectura y lo original de muchas de sus preguntas", reconoce la escritora infantil ante EL POPULAR, luego de pasar una tarde entera en el nivel primario del Colegio Fray Mamerto Esquiú, de Olavarría.

"Todo se desenvolvió en un clima de afecto y de alegría. En Esquiú compartimos una inolvidable fiesta de la lectura. La verdad es que me sorprendieron", elogia Adela Basch. Su desembarco estuvo en sintonía con un proyecto que comenzó a gestarse en 2018, de la mano Diego Rojas, escritor y bibliotecario de la institución.

Al pensar en una autora invitada, al referente local se le cruzó el nombre de Adela Basch porque "podría abordar desde cuentos con rimas y coplas hasta teatro y novela. Una variedad de géneros".

La cita probable se fijó para 2019 y ya en febrero decidió presentar el proyecto ante las docentes que se sumaron de inmediato a la propuesta y colaboraron en la concreción de la compra de libros.

"Ya este año los estudiantes la leyeron y cada actividad fue llevaba a una recreación literaria desde lo teatral, el humor o la intertextualidad entre los cuentos de Basch y Benedetti o García Márquez", detalla Diego Javier Rojas.

Por eso, este cara a cara resultó despojado de pautas. Como le gusta a Adela. "Quería que fuera espontáneo. Fueron dialogando sobre lo que habían leído y la autora daba su apreciación además de inventar rimas o con las docentes y por la magia del teatro representaron fragmentos de obras. Los alumnos veían a sus maestras en el personaje de Colón, el cliente de un bar o Sancho Panza", describe el bibliotecario.

Lo cierto es que el jueves 24 de octubre resultó un día único que quedará grabado en la memoria de chicos y grandes. Como ocurrió con las visitas de Ema Wolf, Fernando de Vedia, Cecilia Pisos, Margarita Maine, Angeles Durini, Cecilia Blanco, Liza Porcelli Piusi y Sandra Comino.

"Para concretar la visita de Adela se unieron muchas ganas, porque para todo se necesita dinero y el nuestro es un colegio que no cuenta con el pago de una matrícula. Entonces se llevó a cabo una rifa para reunir los fondos para la visita de la autora. Padres que tienen comercios colaboraron con los premios, por ejemplo", valora Rojas.

Todos, niñas, niños y docentes, estuvieron agradecidos por tanto humor, por tanta alegría y por el ida y vuelta y los puentes logrados en torno de la palabra.