"Tenemos que mantenernos fuertes y creer mucho en Dios. O en lo que cada uno crea. Porque la situación es difícil. A veces me pregunto cuál será el futuro de Talleres Protegidos si esta pandemia sigue. Y si bien me preocupa la cuestión laboral, me preocupa mucho más ese aspecto social que nuestros operarios no tienen cubierto hoy. Soy más mamá que directora del taller", analiza Rosita Muia, el alma mater de esa institución, en obvia referencia a los que define como "los chicos", aun cuando esté hablando de personas adultas.

Hace pocos días, los martilleros olavarrienses entregaron una donación a la institución. Fue porque, ante la imposibilidad de realizar su tradicional encuentro social por la emergencia sanitaria nacida de la irrupción del Covid-19, su presidente Sergio Vazzano convocó a los socios a entregar el equivalente a la tarjeta para ayudar a cinco instituciones lugareñas.

Entre ellas figura, claro, la de la calle Lavalle. "Alimentos no, nos dijeron. Estábamos autorizados a adquirir otras cosas que necesitáramos, por un valor de 10 mil pesos. Y optamos por tres rollos de hilo del que utilizamos para las bolsas, a 2.500 pesos cada uno, más tres cajas de plasticola", describió Muia, confiando en que el papel, como materia prima, les es donado por Bolsas Olavarría y Fabi.

Talleres Protegidos, que nuclea a unos 70 adultos con discapacidad, fabrica todo tipo de envase en papel y en polietileno. Paralizó su actividad el 20 de marzo a raíz de la pandemia y la retomó unas semanas más adelante. Sin embargo, los operarios no volvieron todavía y "muchos de ellos tampoco están en condiciones de cumplir con esa labor en sus domicilios". Hoy, entonces, la sede permanece abierta y la elaboración de las bolsas está a cargo exclusivamente de las dos supervisoras del lugar.

"Aunque la situación económica es complicada, actualmente tenemos más pedidos de los que podemos atender: no damos abasto. Porque están los que son nuestros clientes tradicionales y en aumento constante, un porcentaje alto de la población que se dedica a hacer artesanías, o a preparar viandas o dulces y por ello necesita envases", confió Rosita Muia. La conclusión es sencilla: dos pares de manos no alcanzan para abastecer un mercado que supone unas mil bolsas de papel con fuelle cada semana y un número apenas menor de las más complejas, esas que llevan manijas. Por eso, la idea es detener los pedidos de quienes no integran la nómina estable de clientes y tomarse un lapso para armar un stock que posibilite regularizar la tarea.

"¿Cuándo empiezo?"

"Los problemas están", sintetizó la directora de la emblemática institución olavarriense. En este sentido, enumeró que "hubo momentos en que tuvimos hasta el teléfono cortado" y, como la mayoría de las entidades de bien público, "no estamos pagando las cargas sociales", con lo que van engrosando las deudas ante la AFIP. "Tampoco sabemos hasta cuándo seguirá el ATP", esto es la ayuda gubernamental para abonar salarios.

Como contrapartida, pudieron concretar un exitoso locro y la venta de 500 porciones en el Club Mariano Moreno, respetando todas las medidas biosanitarias. Además, la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis) contribuyó a las arcas con un subsidio y, a raíz de la pandemia, se integró una red de Talleres Protegidos que permite compartir y comprar problemáticas del sector.

"Hay otros que están peor que nosotros, con necesidades muy urgentes... A veces me pregunto cuál será el futuro de Talleres Protegidos si esta pandemia se prolonga. Nosotros estamos acostumbrados, nunca nadamos en la abundancia, pero los chicos...", deslizó.

"Esto es preocupante, más que nada por la salud mental de toda la gente del taller, la comisión, los colaboradores, las supervisoras, los chicos y sus familias. Entre ellos han surgido problemas de conducta, de aislamiento, de una tristeza desmedida y la falta de voluntad para hacer nada; extrañan horrores la actividad diaria", confió Muia.

"Los chicos" no sólo perdieron esa rutina laboral que cada día, entre las 7 y las 15, los mantenía en el taller. "También han perdido el contacto social que supone la concurrencia a los talleres municipales de arte, música, teatro y natación en pileta de agua caliente. Para eso soy más mamá que directora del taller y me inquieta la pérdida que esto supone para ellos", reflexionó.

Desde marzo, la comunicación se limita a los grupos de whatsapp, la herramienta para informar pagos o entregas de alimentos y recepcionar inquietudes. Que las hay, porque "los operarios hacían tres comidas aquí: desayuno, almuerzo y merienda. Ahora, muchos padres que nunca habían pedido nada, han llamado porque se nota la falta del comedor. Es que el que tiene un sueldo seguro, más o menos la va peleando, pero el que vivía de changas realmente no la está pasando bien".

Para ayudarlos, dos veces al mes se entrega una bolsa de alimentos conteniendo secos, provista por Consejo Escolar. Y una tercera, muy bien provista, que llega de la mano del diputado César Valicenti.

"¿Me dirías cuándo empiezo a ir al taller?", es una de las preguntas que habitualmente le repiten "sus" operarios. Es que, "a veces, en la escuela convencional, cuando un chico repite, significa que tiene otra oportunidad para alcanzar objetivos. Pero el año que pierden los nuestros es muy difícil recuperarlo. Lo que más nos preocupa del taller, es cómo vamos a volver todos, si es que podemos volver", analizó con preocupación.

Y cerró con cierta nostalgia al admitir que "me parece mentira que como cada noviembre no estemos organizando para el 5 la tradicional cena aniversario de Talleres Protegidos", que esta vez hubiese coronado los 36 años de la institución.

El Hogar

Otra preocupación "grande" de Rosita Muia es el Hogar localizado en Ituzaingó Sur, al que sólo le restan algunos pasos para su puesta en marcha efectiva.

"Ya habíamos realizado varias reuniones por Zoom con el equipo interdisciplinario que trabaja ad honorem desde hace más de dos años. Pero en el marco de esta pandemia es imposible pensarlo siquiera, porque los requisitos para un hogar con personas de riesgo se acrecientan", analizó.

Directora médica, coordinadora, asistente social y psicóloga integran este equipo inicial y el resto del personal ya ha sido inclusive entrevistado aunque no contratado. Es que muchos de quienes residirían en el Hogar perciben una pensión por discapacidad, hay algunos que poseen cobertura social a través de IOMA y otros lo hacen a través de lo que antes fue Profe y hoy se conoce como Incluir Salud.

De todas maneras, en la prepandemia se trabajó en un proyecto para conseguir padrinazgos para quienes no poseen mutual. "Pensábamos en convocar al empresariado local a través del Municipio, para sumar padrinos para estos residentes... Ahora tendremos que esperar", cerró Rosita Muia.