El acceso a una vivienda digna, al agua potable, a la educación, y a una nutrición adecuada son derechos básicos que todo ser humano debería tener cubiertos, y por los que otros aún continúan peleando y exigiendo. Este es el caso de las comunidades wichis de Salta que día a día luchan por tener las necesidades básicas presentes. Wichi en su lengua significa "humano", y actualmente en Argentina habitan entre 20.000 y 30.000 wichis entre la zona de Formosa, Salta y Chaco.

Quien conoce de cerca la realidad de estas comunidades es el fotógrafo olavarriense Luis Molina, que viajará por tercera vez a Salta en el mes de septiembre a reencontrarse con la comunidad wichi "Dragones", que está integrada por alrededor de 500 personas, y con los que hoy en día mantiene un vínculo afectivo cercano.

El primer viaje a Salta lo realizó en enero del 2018, cuando un grupo de médicos lo convocó a ser parte de la misión como reportero gráfico, y, aunque él no conocía mucho sobre estas comunidades decidió embarcarse en la aventura con el simple deseo de ayudar. Allí construyeron el techo de una iglesia, que era utilizada como salón multifunción.

"Son personas muy amorosas, pero un poco desconfiadas al principio", describió Molina a las comunidades, con las que logró entablar una amistad previo a su vuelta a Olavarría y mantuvo el contacto para continuar con el envío de donaciones.

Durante el 2020, cuando ya la pandemia del Coronavirus golpeaba fuertemente a la sociedad, el fotógrafo recibió la triste noticia de que dos menores de edad, hijos de la hermana de su amigo el cacique habían fallecido por desnutrición infantil, una realidad trágica pero muy recurrente en la vida de estas personas. "Eso me puso muy mal y dije: como sea, voy a ir", relató Molina.

Lo cierto es que la pandemia significaba un obstáculo muy grande a la hora de viajar, pero, él gozaba con la ventaja de que, al ser reportero gráfico tenía libre tránsito.

Luego de varios meses recolectando donaciones, en octubre del 2020 emprendió su segundo viaje a Salta con la compañía de su amigo y colega Mauro. El viaje duró una semana y lograron llevar 600 kg de alimentos y dinero para realizar pozos de agua ya que la necesidad de este recurso era muy grande.

Lo cierto es que la vida que llevan estas comunidades difiere mucho de nuestro día a día habitual y eso se debe tener muy presente a la hora de llevar a cabo un viaje humanitario. Ellos son recolectores, cazan, pescan y comen de los frutos.

"Te dan todo lo que ellos tienen, no conocen el egoísmo, y en la zona donde yo voy son muy espirituales, respetan a los animales y las plantas", describió Molina. Sin embargo, esa bondad es igual de grande como las necesidades que presentan: "Los chicos no tienen para escribir, para el gobierno provincial no existen directamente", argumentó con cierto tono de indignación.

Otra de las cuestiones que a Molina le han causado gran impacto al conocer de cerca a las comunidades es darse cuenta de que siguen siendo maltratadas y desvalorizadas por el blanco. "He tenido situaciones en almacenes, donde me he encontrado con una wichi y su bebé y me atienden a mi primero, a pesar de que ella estaba antes que yo", relató en diálogo con El Popular.

Pero también habló de la importancia de comprender sus costumbres y necesidades, no querer cambiar sus formas de vida, pero sí poder ayudarlos a saber que hay posibilidades más allá de lo que ellos conocen, teniendo en cuenta que la mayoría habla solo en idioma wichí y no en español. "Intentamos aportar nuestro granito de arena y mostrarles que tienen posibilidades de prosperar, de estudiar, de acceder al teatro, al cine".

Este tercer viaje, que se prevé será en septiembre, se denomina "Misión Salta 2021" y surgió a través de una ONG de Mendoza que se contactó con Molina para realizar una experiencia similar a las anteriores, aunque esta vez el fotógrafo liderará la misión. "Ellos no tienen experiencia con las comunidades, entonces yo haré el nexo entre las comunidades y ellos", argumentó el reportero gráfico. El objetivo principal será almacenar el agua en los 2 pozos ya construidos, hacer acopio para que las bombas no estén funcionando continuamente, y también construir si se puede dos pozos más de agua. Al viaje se sumarán 2 asistentes sociales, 2 médicos y otro periodista.

Molina recalcó lo fundamental que es tener en cuenta y conocer con anterioridad las condiciones a las que uno se puede enfrentar al realizar un viaje de este tipo. "En verano hacen 45º, muchos se deshidrataron en el viaje anterior, mucha sequía, los bichos, es muy árido".

La ONG que lo acompañará esta vez, tiene experiencia en ayuda humanitaria y están preparados para este viaje. "Tenemos una política de vida compartida en la que el dar es siempre mejor que recibir", expresó a este Diario.

Más allá del claro deseo de ayudar, Luis ve su profesión como una puerta y herramienta muy grande para dar a conocer realidades muchas veces silenciadas y/u olvidadas: "A veces la gente cuando escucha todo esto es como que no me cree, por eso hago registro fotográfico de todo".

Lo cierto es que con cada viaje hasta el día de hoy, no solo han logrado ayudar con recursos materiales, sino también sentimentales: "Hemos conseguido que tengan agua, una abogada de Buenos Aires que defienda sus derechos, y que los chicos tengan más intenciones de estudiar".

Para el olavarriense, una de las partes más duras de este viaje son las despedidas. "Todos cuando vos te vas lloran, y eso te come la cabeza porque ellos quieren que vos te quedes". Es por eso que espera ansioso el próximo reencuentro con la comunidad.

"Antes de volver le pregunté al cacique ¿qué te gustaría comer que nunca hayas comido? y me respondió atún", cerró Luis Molina relatando una de las historias no muy visibilizadas en la comunidad olavarriense.