La licenciada en psicología Lucrecia Aramburu analizó el actual estadío de la cuarentena, con incertidumbres, desesperanza y preguntas que no terminan de encontrar respuestas de un lado, y por el otro conductas que ponen en riesgo no sólo la salud individual, sino la situación sanitaria del colectivo, por ejemplo las reuniones sociales.

Respeto ante la posibilidad del contagio y temor a la muerte cuando había registros casi inexistentes de muertes y contagios, y subestimación del virus en algunos sectores hoy que la tendencia de infectados y decesos parece no entrar nunca en una curva descendente.

"Negar la situación de cuarentena implica que se sostengan esos espacios a pesar del riesgo que se corre, y no se miden las consecuencias hasta que se tiene la enfermedad", dijo.

Aramburu recordó que "al principio manejábamos información de acuerdo con lo que pasaba en Europa, y en Europa la gente se moría en la calle. Esto hizo que la incertidumbre primaria y el desconocimiento produjeran temor, y la gente cumpliera la cuarentena con la esperanza de que iban a ser 15 días o un mes".

"Hoy lo que se ve, primero es desesperanza", acotó.

Sobre este sentimiento mencionó que "se habla por ejemplo de que los chicos van a volver a la escuela en la mitad del año que viene y cuando la situación de encierro extiende las expectativas a un año genera conductas como las que estamos viendo a diario: la negación de la problemática, el ''a mí no me va a pasar'', la omnipotencia del adolescente que piensa que puede salvar a las ballenas y está convencido de que no le va a tocar, o se juega también con esta cuestión de la baja letalidad del virus".

"Aunque también se ven en adultos, donde más se ven reuniones sociales es en el caso de los adolescentes. La cuarentena se hace cada vez más larga y se va perdiendo el temor a la enfermedad", lamentó Aramburu.

"La gente observa que familiares o conocidos transcurren un Covid en su casa y resta importancia a muchos que la pasan mal o se mueren. No se ve más allá, porque es preferible pensar que si se va a enfermar va a ser leve, y nadie lo sabe. Si lo supiéramos no estaríamos como estamos", subrayó.

Sobre esta cuestión indicó que "se observa que muchas personas cumplen la cuarentena en su hogar y pasan tal vez la enfermedad diferente a lo que se pensaba en un principio. Me parece que hay mucha información con argumentos antagónicos: evitar enfermarse, estar encerrado y cuidarse de por lado, y por el otro contagiarse para lograr la inmunidad del rebaño; que no produce inmunidad, que sí produce inmunidad y esto es lo que corre".

La licenciada Aramburu identificó en esos interrogantes y la incertidumbre dos de las grandes cuestiones de este tiempo de la pandemia.

"Escucho en el consultorio que la gente pregunta qué va a pasar, cómo está el Hospital, si nos enfermamos será grave o no, la esperanza y la desesperanza que representa la vacuna. Se prende la tele y aparece una noticia sobre la llegada de la vacuna y a la semana sobre reacciones adversas en esa misma vacuna, qué cuándo va a llegar a la Argentina", describió.

La pandemia también ha generado un sentimiento de frustración en muchos damnificados no contagiados.

"Gente con proyectos que debió suspender, con fiestas de 15 que fue necesario cancelar, chicos que están cursando un sexto año y se enfrentan a la inexistencia de esos rituales de pasaje que tienen con la fiesta, el egreso y el viaje de estudios. Tampoco hay una información oficial de si van a promocionar el año o en 2021 afrontarán un examen compensatorio para poder ingresar a la Universidad".

"Hay tanta incertidumbre..." enfatizó.

"El encierro de por sí da una sintomatología compleja y también aparece esta cuestión del desaliento, de tener que postergar proyectos al infinito. Esto hay que elaborarlo, ayudar a generar nuevos recursos para poder sostener una cuestión que no tiene respuestas, porque tampoco existen respuestas posibles" comentó la licenciada Aramburu.

"El gran desafío en este contexto es cómo generar esos recursos de adaptación a una situación adversa acá y en el mundo para poder salir fortalecidos de esta crisis. La resiliencia también es algo que se trabaja, que se puede lograr" aclaró.

Entre las herramientas mencionó que "se intenta que las personas no pierdan sus lazos sociales a través de la virtualidad, que puedan armar pequeñas rutinas desde su trabajo que le lleven a un ordenamiento, hacer que estas personas se sostengan más allá de la adversidad".

Entre las problemáticas que llevaba el paciente al consultorio por abril y mayo, y lo que expresan hoy, aparece claramente potenciado el desaliento.

"En marzo una persona estaba pensando que en septiembre volvía a una relativa normalidad y el adolescente estaba pensando que en septiembre volvía a clase, que en el verano iba a poder irse de vacaciones a la playa".

"Había proyectos a mediano plazo y se pensaba que algo de esto iba a cambiar, que aunque sea alguna nueva normalidad social se iba a poner en práctica; hoy no. Antes se iba planteando mes a mes una nueva cuarentena, una nueva fase, un nuevo estilo de vida, pero cuando hoy la tele dice ''tal vez a mitad del año que viene'' haya alguna posibilidad de presencialidad o de una nueva normalidad, eso tal vez genera angustia, porque queda muy lejos" consideró.

Lucrecia reiteró la necesidad de "generar recursos posibles para poder salir adelante y tener proyectos, que deben ser nuevos con las limitaciones de la pandemia y con una presencialidad cuidada".

"Se puede ir al médico, se puede ir al supermercado, se puede ir al gimnasio porque existen reglas, aunque nos cueste como sociedad sostener estas reglas. Porque si se sostuvieran las reglas y se respetaran los protocolos tampoco habría tanto riesgos de contagios. El problema aparece con las reuniones sociales, porque ahí no hay un protocolo" cerró.