Un domingo brillante. De esos que regala el otoño para caminar a la vera del arroyo, antes del mediodía. Así llegamos al Parque Sur, del lado del “Hípico”.

Apenas entrar para darse cuenta que ese camino sintió el paso de las máquinas municipales y fue recientemente arreglado.

Caminamos, les solté las correas a mis perros y cuando estaba por llegar a la higuera que está sobre la derecha ya toda desnuda con sus ramas, me crucé con Juan Manuel.

“A vos te andaba buscando. Le dije al Mono que te iba a contactar”.

“Buen día. ¿Quién es el Mono?”

Y allá atrás, mientras mis perros se revolcaban y corrían entre la tierra recién removida del camino, se veía un hombre juntando basura. “Está desde las 9 de la mañana. Se juntó todo. Es un desastre esto, montañas de basura y no le importa a nadie” dijo enojado, mientras sacaba fotos del nuevo cartel puesto ahí, sobre la entrada, antes de la bajada y de que el camino se ramifique.

“No puede ser que el cuidado del Parque no le importe a nadie. O a él nomás, que está dele juntar. Cuatro bolsas ya llenó” detallaba mientras buscaba en su cabeza una lista de actitudes de un montón de personas que disfrutan del espacio, pero no lo valoran. Menos lo cuidan.

También mientras caminábamos a paso lento, en compañía de su perra y los míos, nombró proyectos que apuntan a reforestar el lugar, a hacerlo carne como “espacio público” y potenciar medidas de cuidado, iluminación, seguridad.

“Ojalá sirva de algo” me dijo en tono de despedida. Nosotros seguimos, y en la bajada nos cruzamos con el hombre que estaba juntando la basura.

Casi como cortesía y de manera automática dije “Buen día, ¿cómo va?” y seguí. Pero no. “Mal, muy mal” refunfuñó el hombre. “El Mono” iba con dos bolsas de consorcio llenas de basura a ponerlas abajo del nuevo cartel “a ver si sirve y toman conciencia”.

Héctor Marcelo “El Mono” Cortés integra Remada Verde Olavarría me contó con orgullo, mostrándome el logo en su camiseta con vivos verdes. “Me da pena, me da bronca que no cuiden el lugar. Es terrible lo que encontrás” se lamentó.

Los perros, mis perros, corrían, subían y bajaban en un parque ahora reluciente, gracias al trabajo desinteresado de él. Era la mañana de domingo y todavía no habían ido “los tiradores seriales de basura”.

Los dos nos lamentamos que no hay controles, que no se ven seguido a trabajadores/as de Control Urbano o efectivos policiales pidiendo por el cuidado del espacio público. Concientizando sobre la necesidad de cuidar el medio ambiente.

Se despidió en un tono esperanzado, con la ilusión que la imagen de la basura debajo del nuevo cartel haga cambiar ciertas acciones. Cómo mínimo que se lleven los desechos que producen.

A ver si se entiende. Las montañas de basura están integradas por envases de cervezas, latas, botellas de vino, de otras bebidas, bolsas, cajas de cigarrillos, botellas de plástico o partes de estas, toallitas femeninas, pañales, preservativos -todo esto sucio y, además, usado-, y más.

Mucha mugre de personas mugrientas que usan y tiran.

Y la verdad es que no fui muy optimista. “No creo que tomen conciencia, no creo que les importe tampoco”.

Tras un fin de semana como este, para disfrutar del aire libre, en aquel punto de la ciudad los lunes aparecen las montañas de basura. Mañana tendremos que ir.

La muestra más acabada de la falta de empatía, del desinterés por lo público, de la nula responsabilidad individual y la incapacidad de entender que nuestras pequeñas acciones cambian el mundo.

“El Mono” más tarde contó en sus redes que planea reunirse con el responsable de Transportes Malvinas para pedir que pongan un Eco Punto allí, para incentivar prácticas saludables de cuidado ambiental.

No seas basura, copate y llevátela.