Sr. Director:

Hace unos días se nos murió César Arouxet, un gestor judicial probado, sabedor y solucionador de muchas cosas que los abogados olvidábamos o no habíamos tenido en cuenta. Entonces él, que era sólo gestor, nos suplía y nos hacía cumplir como fuere. Era mucho más responsable que el propio trabajo que debía hacer. Nos hacía quedar bien. Era un hombre cabal, de esos de los que no hay más

Muchos pensarán de qué estoy hablando, pero somos los abogados quienes debemos agradecer a esa personalidad que tanto hizo por nosotros, que aprendió los "cuites" de un juzgado, de cualquiera, y dejó su impronta, pensando siempre en nosotros, sin importarle cuánto tiempo ponía o dejaba, todo un ejemplo, de lo muy simple quizás, pero con la seguridad del trabajo cabalmente cumplido, sin medir los tiempos y los horarios de la familia, haciendo mucho por nosotros; que lo extrañaremos como o más que a ninguno. Así lo vimos y le agradecemos toda la información que tenía y la ponía gratis al servicio del encargue.

En fin, se nos murió César Arouxet, el aparente anónimo que fue tan importante a la hora de las verdades que representaba. La falta de una explicación concreta, nos ha dejado pensando en los porqués, en los cómo, en qué causa real. Pero César era así, callado, y así nos dejó un recuerdo importante, con una caballerosidad sin par, y decimos esto en nombre de muchos a quienes ayudó desinteresadamente, en este mundo de valores tan interesados y caros, vaya pues esta presencia en nombre de muchos, que se identifican sin dudarlo.

César querido, nuestro recuerdo permanente no morirá nunca.

Carlos Alfredo Hoffmann

Abogado jubilado en representación de todos

DNI 4.987.060