"¿Si lo soñaba?, quizá, pero inconscientemente. Nunca me propuse llegar a ese cargo, pero se dio. Y cuando estuve, la gestión se transformó en una pasión al nivel de la pasión por la propia educación física. De hecho, hice varios trayectos de formación específica en gestión porque veía que el Instituto y el sistema me demandaban mucho. Es mi vida el Instituto. Como le ha pasado a muchos colegas. Inclusive, muchos nos conocimos en el Instituto y se formaron muchas parejas también, como yo que me casé con Maby (Norma Mabel Rodríguez, oriunda de Henderson), que vino a estudiar, nos conocimos, nos casamos, tenemos tres hijos (Juan Agustín, de 30 años, licenciado en publicidad, radicado en Buenos Aires; Joaquín Javier, licenciado en nutrición, también trabajando en Buenos Aires; y Valentín, 19, estudia filosofía en la UBA) que son hijos del instituto. La vida del Instituto, en estos 50 años, tuvo que ver que con muchos de los que pasamos por ahí, ya sea como alumnos o como docentes o dirigentes" contó Calahorrano.

Estar al frente del Instituto, una institución pionera en la provincia, llena de jerarquía, no era fácil. "Me metía presión, por supuesto. Pero era una presión saludable. Al acceder a la conducción, esos antecedentes valiosos suman pero a su vez significaron una gran responsabilidad. Y sostengo que las instituciones son su gente, que crea vínculos. Había una carga y no podía esquivarla de ninguna manera, porque debía acompañar y gestionar con la gente que construyó esa historia valiosa", agregó.

A la distancia, haber pasado por la dirección del Instituto, se debe ver de otra manera más especial: "Le agradezco a la vida, porque pude hacer un recorrido de alumno a director, fueron muchos años, y realmente la formación en educación física fue mi pasión. Ese era el lugar donde podía realizarme y pude desarrollarme profesionalmente, aun atravesando momentos complicados, con un costo a nivel personal. Aun así, le doy muchísimo valor a haber tenido esa posibilidad en mi vida" terminó diciendo Remo Calahorrano.