"Tenía un televisor, pero ningún programa me gustó y lo regalé", afirma este hombre solitario de 70 años, que vive en una vieja casa ferroviaria, al costado de las vías. Hasta hace tres años, compartía su silencio con Rodolfo Silvestre, quien atendía el almacén de ramos generales del pueblo, pero su edad avanzada lo obligó a cerrar.

Desde entonces en Mapis no existe ningún comercio. "Iba todos los días, extraño mucho eso, pero me acostumbré a estar solo", sostiene. Por las noches, la oscuridad es total. Mapis se convierte en un pueblo invisible. "Espero las noches de luna llena, porque es como si estuviera el sol", confiesa.

Mapis es un lugar al que cuesta llegar. Está 120 kilómetros al norte de la ciudad cabecera, Olavarría. "Kilómetro 360 de la ruta 226, puente Blancagrande, doblar a la izquierda", son las referencias. De esos, 60 kilómetros son de tierra, dura, áspera. Por lo general, es una zona de nieblas hacia al comienzo del día. Hace dos meses que no llueve, el polvo se ve hasta en las hojas de los pocos árboles, cada auto que transita la huella deja una estela interminable. Los postes de la luz, los que quedan en pie, tienen los cables caídos. "Las cotorras han sido siempre un gran problema, los comen", cuenta Anibal. "Me gusta la vida en soledad, uno se va acostumbrando a la oscuridad", asegura. La nota completa de Leandro Vesco en diario La Nación