Darío Fariña

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Para quienes estuvimos bajo el mando de uno de los históricos y emblemáticos jefes de Redacción de Diario El Popular, Ernesto Ducuing -Trompo para todos-, fueron años de aprendizaje. Todos los días. Con mucho tacto, con la sabiduría de mucho tiempo conduciendo la sección, con la cancha que le dio la calle, con el roce que le permitió el oficio de conocer los estamentos sociales, hacía de cada jornada una lección.

Entraba a las 16 horas, minutos más minutos menos; con saco (que sólo lo dejaba en su casa en verano, y a veces, no siempre); con su paso cansino, pero firme; con su forma de hablar pausada, como buscando la palabra justa para transmitir el mensaje; con la orden que bajaba como consejo, se fue transformando en un líder al que se lo respetaba, por el que todos se jugaban si era necesario. Serio, pero que escondía una altísima cuota de humor que era capaz de mostrar en el momento menos pensado. Y su gran amor, incondicional, por Hinojo.

Fue periodista de raza, aunque en sus comienzos lejos estaba esta profesión de ser la que le permitió ganarse la vida hasta que se jubiló, la que le dio un nombre y una reputación, más allá de que durante un breve lapso (sólo un período de 4 años se dedicó a la política, como extrapartidario, acompañando a Mario y Silly Cura, también grandes amigos). Fueron muchos años manejando la Redacción de uno de los mejores diarios de la provincia de Buenos Aires, y ese es un orgullo enorme que lo lleva muy bien guardado. El creador de secciones como Desde las barrancas (cuando firmaba como Cipriano Tapalquén), El Hormiguero y El Zaguán. Por eso hoy fue el elegido para contar toda su historia, en el Día del Periodista. Es "Trompo", el "viejo lobo de mar" (vale aclarar que en la actualidad, al decir que una persona es un viejo lobode mar, expresamos que es alguien que ha adquirido sabiduría y una gran experiencia en un oficio o profesión).

"¿Por qué Trompo?. Mi viejo, que volvió de Olavarría a Ingeniero White porque estaba trabajando, me conoció y apenas me vio dijo: "Pensar que cuando yo iba a la escuela jugábamos con los trompitos de eucaliptus, y ahora yo tengo un trompito. Y me quedó Trompo. Eso fue lo que me contó mi mamá". Palabra de Trompo.

Su historia en El Popular

"Después de trabajar en el frigorífico Anselmo un día me lo encontré a Julio Pagano. Mi viejo había sido el primer corresponsal que El Popular tuvo en los pueblos, porque lo llevó don Ignacio Zubiría, y yo ya había hecho algunas crónicas de fútbol. Entonces fui al diario y justo en que estaba subiendo las escaleras don Julio Argentino, papá de Julito, lo estaba retando un poco: "Te vas, y si esta noche no tenés quién haga Primera, la hacés vos!". Le pregunté a Julito si había trabajo y ahí nomás me preguntó: "¿No querés hacer Primera?". Yo no sabía ni lo que era hacer Primera. A la noche estaba sentado en la Redacción.

"Había otros que me ayudaron, como Tilo Echeverría, Ofelia Fal y el fotógrafo Miguel Amarante, quien también tenía Foto París y fue quien más me enseñó, el que más me corrigió. Venía con las pruebas de página y me corregía todo. Arranqué ese día y estuve 40 años".

"Tapa -o Primera- hice mucho tiempo. Después fui reemplazante en muchos lugares. Hasta a Ofelia Fal reemplacé, en Sociales. También estaban Atilio Gorosito y José María González Hueso. Posteriormente pasé a Deportes, donde quedé como jefe y estuve allí muchos años, con Rubén Gorosito, Cacho Maletta, Popa Paramio, Darío Fariña y también Miguel Angel Martín, el fotógrafo que llegaba de las carreras, se sentaba al lado mío, me contaba cómo habían sido las series y la final y yo armaba la nota completa, junto con sus fotos. Y en 1984 pasé a información general y quedamos a cargo de la Redacción Atilio Gorosito y yo. Ya se había jubilado Tilo (Echeverría), estaba el Negro Puertas, Rosana Puglisi y todo el equipo".

El trabajo en la Redacción

"Eramos muchos en la Redacción. Llegamos a ser 22, incluidos los fotógrafos. Había una enorme predisposición, total, a la hora de trabajar y nadie se fijaba en el reloj. A la hora de reírnos nos reíamos todos, a la hora de fumar bajábamos a las escaleras. Siempre había alguna bromita de mi parte, por supuesto. Trabajé 39 años y algunos días, casi cuarenta años. Me jubilé en 2002, aunque hasta hace poco seguí colaborando con algunas cositas para Notas Breves. Tuve que agarrar la computadora, ya que cuando yo trabajaba no existía, eran las máquinas de escribir.

"En un momento recuerdo que aparecieron las teletipos y sacaban chorizos de papeles con las notas que venían a nivel nacional e internacional, y que no se trabaran porque había que adivinar, casi, lo que habían mandado. A veces venían signos en lugar de letras, y teníamos que reemplazarlos para armar las frases. Ahora todo es diferente, por supuesto. Otra época, de linotipos, teletipos, la máquina VIP y sus cintas, tipeadores, diagramadores con pochoncho para pegar los textos y las fotos. En fin, fue una linda historia. Hermosa realmente".

La imperdible y recordada anécdota con don Julio Argentino Pagano

"Tengo una anécdota saliente en mi historia en Diario El Popular. Don Julio Argentino se había retirado y su hija Mabel estaba al frente. El se iba todos los veranos a Córdoba, a la casa de su hermano, casi dos meses. Volvió, fue al diario (me lo contó Mabel) y le preguntó a Mabel sobre las novedades, y sobre todo por la venta de diarios, quería saber la cantidad. Porque él sabía bien que el primer lugar en la provincia era El Día de La Plata, el segundo La Nueva Provincia de Bahía Blanca, tercero La Capital de Mar del Plata, cuarto La Voz del Pueblo de Tres Arroyos y quinto El Popular, y quería quedar cuarto!. Pero Mabel le comentó que la venta había subido en 1.500 ejemplares, y seguía subiendo cada día. Ahí se sorprendió. ¿Cómo hicieron?, preguntó, y le contestó que Ducuing quiso vender ejemplares en los kioscos y le dijeron que no desde el sindicato, así que él mismo llevó a los kioscos y tiene vendedores.

"Entonces hizo comprar tres cajas de cigarrillos LM, que eran los que yo fumaba y me los regaló. Pero no quedo ahí: me llamó a su oficina, me dio la mano, siempre tratándome de usted. Me preguntó cómo andaba...medio cansado a veces, le dije. ¿Buen vehículo?...tengo una Rastrojera medio gastadita. Y me dijo: mañana se va a la IKA y le dice a Franci Amoroso que le dé un auto que esté en condiciones; fui y me dio un 0Km, un R4, algo de 90 mil pesos de aquella época costaba. Salí manejándolo ahí mismo. Don Julio me hizo pedir un crédito en el Banco Edificadora para pagar el auto, y que si no podía pagarlo yo, lo pagaba él. Nunca me voy a olvidar de eso. A los 9 meses terminé de pagar el crédito y me hizo comprar otro auto, y saqué el R6".

El deporte y sus trabajos

Después del secundario empecé a estudiar abogacía en Buenos Aires junto con Cacho y Pablo Erramouspe. Aprobé todo primer año y cuando dí mal varias veces una misma materia (Obligaciones), no fui más y me volví a Olavarría a trabajar. Entré en la Municipalidad, donde estuve ocho años en la oficina de guías. Pero después el profesor Edberto Herrera, en Estudiantes, prepaba los equipos que iban a jugar los torneos Evita y Juan Perón, y consiguió que me dieran el puesto de maitre en el restaurante de Estudiantes, aprobado por don Francisco Amoroso.

"Yo corría, era velocista; en Olavarría ni en las olimpíadas, cuando se hacían con cuatro colegios, nunca perdí una carrera; en Laprida y La Madrid tampoco, y mis hijas (Mariana y Mónica) también fueron velocistas como yo. En el provincial salí segundo, subcampeón, donde brillaron los Dimarco que fueron campeones en natación, como Juan Pilotta en salto en alto. En Buenos Aires, la final, fue en la cancha de River cuando todavía estaba abierta y Juan Domingo Perón me entregó la copa: "para el aparador de la mama" me dijo cuando me la dio, que fue en la quinta de Olivos. El general paseaba en un caballo blanco, recuerdo. También jugué al fútbol en tercera y en primera; también a la pelota paleta, en Estudiantes. Y en Racing jugué al fútbol en tercera y en cuarta. Después fui viajante del frigorífico Anselmo, de Tres Arroyos. Andaba por Benito Juárez, Barker, Laprida, La Madrid y Olavarría, en una camioneta. Allí estuve unos años y después llegó la historia en El Popular.

Sólo cinco días en Ingeniero White

Mi padre, Ernesto Abel Ducuing, oriundo de Las Flores, fue ferroviario desde adolescente y eligió ser relevante. El ferrocarril lo mandaba a cubrir a distintos lugares y conocía todos los cargos de una estación. Así recorrió 14 estaciones: anduvo por Darregueira, Azul, La Madrid, Laprida. En el ´35 estuvo en Santa Luisa, haciendo relevos, amigo de los maquinistas y del guarda, así que los viernes se venía a Olavarría. Iba al baile de Ferro y conoció a mi mamá (María Angélica Pestoni, integrante de una familia tradicional de acá), hasta que consiguió relevo en Olavarría. Decidieron casarse en el ´36 y cuando mi mamá estaba embarazada de mi tuvo que ir a Ingeniero White, en la estación que está al lado del puerto. Mi mamá no quería ir, porque amaba su ciudad. Pararon en la calle Dasso 42, y ahí nací yo.

"Mi papá luego tuvo que ir a hacer un relevo en Hinojo y mi mamá estaba feliz, porque podía volver. Pero a mi se me ocurre nacer: el 16 de febrero de 1937, así que tuvieron que bajar del tren, volver a la casa esa que mi vieja odiaba, buscar la partera. Así que yo nací en Ingeniero White y viví allí sólo 5 días, porque después la familia volvió para Hinojo, en tren por supuesto.

"En Hinojo mi viejo se vinculó a todas las instituciones, como el Club Atlético, el Hospital, la Unión Ferroviaria, la Biblioteca; en los mármoles de quienes fundaron algunas instituciones figura su nombre, y eso me da mucho orgullo. Mi viejo no se quiso ir nunca más de Hinojo. Y yo crecí ahí, hasta casi los 15 años. La primaria la hice en la Escuela 11, de primero a sexto, que la hicieron los conservadores en los años ´30 pero se llamaba Hipólito Yrigoyen. Después empecé a viajar todos los días para ir al Colegio Nacional, donde hice primero, segundo y tercero mientras vivía en Hinojo, ya que después mis padres compraron casa en Olavarría, en la calle Yrigoyen, cerquita de Racing. La casa estaba al lado de lo que fue un conventillo muy famoso".