Un cartel señala la puerta de ingreso al Club Español. Es una tarde de domingo de mucho sol y en las calles hay poca gente. Casi nadie. Cuando uno cruza la puerta de vidrio, que está al final de un pasillo corto, el clima es otro. Hay silencio y está fresco en el amplio recibidor. Un puerta entreabierta deja ver una pequeña luz y cuando la abro salgo a otro pasillo. Tambien corto, pero más angosto. Salgo a un salón sólo iluminada por la luz que flota sobre las mesas donde los jugadores despliegan sus estrategias para lograr el doble objetivo de conseguir puntos y evitar que el contrario los haga. Aquí todos hablan en voz baja para comentar alguna jugada, pero la mayoría mantiene una gran concentración sobre lo que sucede sobre las mesas. Enseguida se acerca Darío Rodríguez, el presidente del club, acompañado de José Pérez Kaiser, quien es prosecretario. Me dan una recorrida corta por el lugar. Los trofeos están a la vista de todos. Poco después nos alejamos para no molestar a los demás y nos sentamos a conversar un poco sobre la historia y la actualidad del club.

Un deporte con altos costos de mantenimiento 

En el Club Español todo está preparado para que los que socios o los jugadores que vienen de afuera pueden disfrutar de las instalaciones. Los costos son altos, pero ellos hace tiempo han decidido invertir en todo lo necesario para contar con la mejor calidad. 

"Para mantener las mesas en condiciones y al nivel mundial estamos hablando de entre 200 mil y 300 mil pesos", dice Darío, y menciona que "los paños son todos importados, son los mejores en el mundo".

"Cuando se realiza un campeonato y vienen de afuera quieren jugar con lo mejor, como nosotros cuando vamos a otro lado -explica- y para estar a la altura de las circunstancias tenemos que gastar el dinero adecuado para estar bien". 

Mientras que José cuenta que "un paño para una mesa vale 300 dólares". Se cambian una vez por año, pero "a veces lo tenemos que estirar más, no tenemos fondos necesarios para comprar porque no podemos cambiar de una mesa. Tenemos que cambiar las cinco mesas". O sea que la cifra llega a los 1.500 dólares, y a eso hay que sumarle que "cada juego de bolas vale 170 dólares y son cinco juegos". Luego, además, debe venir un profesional especializado en el tema para cambiar los paños.

"Es muy costoso mantener todo", señalan, y todavía hay que sumar servicios e impuestos. 

"Esto se hace sin fines de lucro, al contrario muchos hemos tenido que poner unos pesos para ayudar a la institución", dice, y recalca que "son enormes los gastos".

"Cuando recién viene un jugador -dice José- tratamos de ver los recursos que tenga, a veces el club le presta un taco si no tiene. Después siempre hay tacos usados que se venden". Los precios de los usados rondan los 600 dólares y uno nuevo llega a los 1.300. Aunque José explica que no es necesario comprar uno nuevo cada año. "Con el mismo taco podés jugar muchos años".

Darío agrega también la vestimenta que deben usar para participar en los torneos: pantalón de vestir, camisa, zapatos negros y chaleco. A eso hay que sumarle tiza, guantes y funda para el taco, que está cerca de los 350 dólares. Aunque ambos explican que "el que recién comienza no necesita nada de eso".

Un poco de historia

El que se larga a hablar primero es José, que desde casi 20 años está dentro del club y donde supo ocupar en su momento la presidencia. Tiene 82 años y se nota lo feliz que se pone para hablar del deporte al que llegó un poco de casualidad de la mano de su amigo Cacho Catani, a quien homenajean en el salón con su nombre. 

"El club fue fundado en 1903 en la sede donde era la Sociedad de Socorros Mutuos Español. Por una inquietud de varios socios se forma el Club Español para tener juegos de carta y de billar", dice, y explica que "a través de los años se vuelve un club muy importante"

"Más que nada fue la Sociedad Española la que inicia todo para formar el club; de la Sociedad de Socorros Mutuos se desprenden 4 ó 5 españoles para formar el club", cuenta, y agrega que "en esa época quien se quería hacer socio tenia que esperar cerca de 3 ó 4 meses, porque no había capacidad y eran muy exigentes. Tanto es así que se pedían los antecedentes policiales para que pudiera entrar un socio nuevo". 

Por aquellos años había más de 150 personas y el club era "muy rigurosos con el comportamiento de los socios. Era difícil hacerse socio. Hoy en día ha cambiado mucho, pero para bien", afirma. 

"Hoy tenemos una hermosa comisión", dice, y menciona que "nunca se habían hecho los torneos que se hacen ahora", ya que "el club estuvo 25 años sin federarse para poder jugar torneos".

La nueva sede la calle Rivadavia al 2400 fue inaugurada hace 12 años y "hace más o menos seis que entra una comisión nueva. Ahí cambia todo, porque creo que estábamos demasiado chapados a la antigua, por no decir viejos", asegura José, y menciona que finalmente lograron incorporarse a la Federación Provincial y Nacional, lo que les permitió poder participar en torneos fuera de la ciudad. 

Con todo ello "el club comienza a renacer de una manera increíble", dice José, y afirma que "hoy puedo decir que es uno de los clubes más lindos de la provincia de Buenos Aires".

Una perfección en todo

"Jugar al billar te da muchas cosas lindas", manifiesta, y reconoce que lo que más valora son las amistades. José todavía recuerda cuando por primera vez vio una mesa de billar y se emociona. 

"Cuando vi las mesas, que eran calefaccionadas, que los paños eran italianos, que las bolas eran belgas... me quedé asombrado. Veía una perfección en todo eso y eso me atrapó" y si bien "tenia más de 60 años "no tenía buen pulso y la vista no me acompañaba pero me gustaba. No quería ser campeón de nada pero me atraía totalmente. Me sigue atrayendo hoy". A sus 82 años asegura que se siente cómodo jugando y se lo recomienda mucho "a gente joven para distraerse, para pensar, para tener bien la mente porque te hace pensar y acomodarte para tirar".

El prosecretario vuelve a la historia, pero esta vez para contar que el juego tiene una gran tradición en Italia. Allí "hay cerca de 20 mil jugadores y casi 5 mil son profesionales". Mientras que "en Argentina son todos amateurs".

"Acá -dice y extiende los brazos sobre la mesa- no hay envidia, hay una camaradería total. Todos estamos para ayudar al que empieza. El club lo que más quiere es el progreso de la institución".

Un club con los brazos abiertos 

El actual presidente del club llegó en el 2014, después de cruzarse con un amigo de la infancia. Ambos había jugado de chicos en Bolívar, la ciudad en la que ambos se criaron. Sabiendo que existía un lugar donde podían practicar el deporte que tanto les gustaba decidieron acercarse. "Para nosotros era como un nuevo comienzo en el billar", dice Darío, y comenta que de a poco se fueron integrando. 

Cuando finalmente pudieron comenzar a viajar para participar en diferentes torneos empezaron a practicar para las competencias, porque "tenés que tener un nivel de juego acorde a las circunstancias". Primero no tenían buenos resultados, pero pronto eso cambiaría. En el 2015 despegaron y lograron quedarse con algunos torneos. "Eso nos dio un empuje emocional", señala.

"Cada jugar que sale del club es un delegado en representación del club y de la ciudad", dice, y afirma que "lo más importante, más allá del resultado, es la camaradería"

"Lo que anhelamos es tratar de sumar para la institución y que sea conocido el juego. No tenemos la oportunidad de tener muchos jóvenes, pero tratamos de que la gente se acerque", sostiene, y remarca que "es un juego no tiene límite de edad". 

Hoy tienen casi 50 socios, aunque muchos no acercan últimamente a causa de la pandemia, y se financian con una cuota y un abono mensual accesible, aseguran. Con ello pueden jugar todo el mes y el tiempo que quieran. El club permanece abierto de lunes a lunes y cada uno de los socios tiene una llave para poder ingresar cuando lo desee.

"Nosotros tratamos de que cuando se acerca una persona se encariñe con la institución", explica Darío, y cuenta que lo primero que se hace es enseñarle a cómo debe jugar. 

"Es sano, es un deporte que no requiere nada más que tiempo y ganas de aprender, de disfrutar", sostiene, y concluye con una invitación: "Están las puertas abiertas, el que quiera venir es bienvenido. No hay límite de edad".