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Cuando ese microorganismo supuestamente salido de China había cruzado todo el planeta, ya había transpuesto las puertas del Aeropuerto Internacional de Ezeiza, estaban todas las preguntas y no aparecía casi ninguna respuesta, surgió de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional del Centro la idea de construir un respirador artificial que ayudara a evitar las dramáticas imágenes que llegaban desde los países más desarrollados del planeta.

La gente en Italia, en España, en China se moría en los pasillos de los hospitales, en las calles, en sus casas, entre las cuatro paredes de los geriátricos al no poder contar con un asistencia científica - tecnológica una vez invadidos por las formas más agresivas del SARS-Cov 2.

En el mundo se pirateaban los aviones con insumos médicos; en la Argentina, una de las primeras medidas del gobierno de Alberto Fernández fue prohibir la exportación de los respiradores que se construían en dos fábricas instaladas en la provincia de Córdoba.

Pero se temía que la medida no fuera suficiente para abastecer las urgencias de los hospitales que estaban en pie, de los que se estaban terminado y de los modulares que se levantaban de apuro en distintas ciudades del país.

A modo de resumen, así era el contexto en el que apareció el RAC-1 (Respirador Argentino de Crisis) en la Unicen, gestado por las manos y las mentes de profesionales formados en sus aulas.

Su irrupción tuvo una amplia cobertura, pero de a poco la presencia en los medios se fue desvaneciendo, hasta que la Unicen informó a comienzos de mes sobre la donación de un respirador desarrollado en sus laboratorios a la Facultad de Ciencias de la Salud como equipo para entrenamiento médico.

En su génesis -plena pandemia- "había sido diseñado y elaborado como complemento para la atención de pacientes críticos en un sistema de salud saturado" decía la comunicación, y subrayaba "la participación de docentes, graduados, estudiantes, empresarios, autoridades universitarias y funcionarios políticos en la cristalización de esta iniciativa surgida desde la universidad pública".

Entre marzo de 2020 y septiembre de 2021 larguísimo fue el trayecto recorrido, agotadores los avances y los retrocesos, diversas las pruebas a las que fue sometido este respirador olavarriense que volvió a ser noticia luego de meses de silencio mediático.

"El 20 de marzo del año pasado tomamos la decisión de formar un equipo que ayudara en la pandemia ‘a echarle aire a la gente’, como nosotros decíamos, y dimos muchos pasos muy rápidos, con muchos resultados tangibles en poco tiempo. En 30-60 días tuvimos un equipo que funcionaba muy bien, pero estábamos muy inmaduros en la cuestión normativa" reconoció ayer el ingeniero Marcos Lavandera, coordinador estratégico del RAC-1.

"Asumimos un compromiso exagerado con la comunidad, nos comprometimos a dar respuestas a cortísimo plazo en algo que requiere cuatro o cinco años de desarrollo. A nosotros nos comió la pasión y perdimos la paciencia, algo clave en ingeniería, y ahora la aspiración es llegar lo más lejos que podamos con el nuevo desafío dentro del próximo año" anticipó.

El primer prototipo ingresado en los simuladores había resuelto la cuestión neumática: funcionaba bien, echaba aire bien, era confiable.

Entonces pasó a la siguiente fase: diseño, compatibilidad, ruidos, fuente adecuada.

Fueron seis o siete visitas a entes que en cada paso atendieron las regulaciones vigentes para el desarrollo de respiradores pero, contra lo esperado, no llegó una adecuación de tales exigencias a un momento de suprema crisis sanitaria a nivel global y nacional.

"Nunca apareció un protocolo específico para los respiradores de crisis, y ahí nos empezamos a chocar contra la realidad, que la exigencia para el equipo no sólo en lo neumático, sino software, la parte electrónica se ajustara a lo que se pedía para un respirador comercial de alta gama", precisó el ingeniero Lavandera.

"Cada ida a los simuladores era un aprendizaje que nos permitía mejorar, cada ida al INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial) una experiencia nueva, con datos e información nuevos que hicieron del respirador que era por mayo a uno en agosto de 2020 mucho más sofisticado, mucho más confiable, con un funcionamiento mucho más ajustado al uso humano" explicó.

En el último viaje al INTI el grupo de trabajo aceptó que los dispositivos en uso, que eran los que estaban a mano, no se ajustaban a ciertas exigencias en cuando a inmunidad a los ruidos, compatibilidad electromagnética, y ello ofició como un freno en medio de camino iniciado cinco meses antes, y luego un cambio de dirección.

Pasó que una forma diferente de medir y de controlar el sistema implicaba tener dos microprocesadores.

"Eso significaba casi volver a cero, modificar el software, la electrónica. Ahí fue donde vimos que estábamos afuera de la parte más dura de la pandemia, que ya estaba bajando, fuimos por un rediseño, y hace un año que estamos trabajando en ese rediseño, que va a ser una cosa bien diferente a todo lo que hicimos" adelantó.

"Ya estamos fuera de término para hacer un aporte al sistema de salud" pensaron.

Pero no querían desaprovechar el aprendizaje, la inversión en tiempo, recursos, contactos "y hoy estamos en un desarrollo nuevo, y los respiradores que no pudimos usar porque no eran aptos para el uso humano, los adecuamos, los mejoramos y esos son los que estamos donando" dijo Lavandera.

La Facultad de Ciencias de la Salud recibió los primeros, los próximos serán para la Universidad de La Plata, el Ministerio de Gobierno ("que apostó por nosotros desde siempre") y la Facultad de Veterinaria de la Unicen para entrenar a los estudiantes.

Ya no se estimarán tiempos para el desarrollo de la segunda versión de respirador por aquello del "que se quema con leche ve una vaca y llora".

"Nuestro principal problema fue errarle con los tiempos, errarle con el desarrollo en términos de complejidad versus exigencia. Creemos que hicimos una contribución, pero no era la que nos habíamos propuesto originalmente, entonces tenemos como una carga comunitaria por lo que dijimos a la gente que íbamos a hacer, en los tiempos que íbamos a hacerlo y lo que en la realidad terminamos haciendo" admitió.

No obstante, el ingeniero Lavandera definió como una habilidad mutar un equipo de uso humano a otro para la formación de futuros profesionales.

"En este tiempo lo que se requiere es gente capacitada para manejar los respiradores; aprovechamos los que teníamos y ayudamos a que el sistema entrene gente para manejar esos equipos" destacó.

Cuando el segundo desarrollo -en marcha- llegue al INTI y logre su definitiva aprobación para uso humano llegarán otras obligaciones.

Pero lo que terminó siendo aquel RAC-1 abre en la Facultad de Ingeniería de la Unicen expectativas inexploradas.

"Por supuesto que si tenemos una demanda de estos respiradores para entrenamiento nos pondremos de acuerdo y la abordaremos. Estas donaciones que hacemos son porque recibimos un subsidio del Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación, a través de un programa que se llama FONDEP" aclaró.

Se abre una instancia de capitalización del conocimiento, el apoyo recogido por parte de instituciones, pymes, voluntarios: "Nosotros hicimos un esfuerzo increíble durante seis meses. Casi no pasábamos por nuestras casas; eran todos los días 12 horas y no queremos desaprovechar eso".

Pedro Escobar: "El antes y el después de esto es totalmente diferente"

El bioingeniero Pedro Escobar, cabeza del grupo de trabajo que puso manos a la obra en el diseño y producción del RAC-1 en la Unicen, hizo una mirada retrospectiva desde que se lanzó el proyecto hasta que el 6 de septiembre pasado un equipo fue donado a la Facultad de Ciencias de la Salud para aplicarlo a la formación de nuevos profesionales en el manejo de esta aparatología.

"De marzo a septiembre del año pasado fue una época intensa, fue nuestro pico de trabajo en plena pandemia" recordó y añadió que "el antes y el después de esto es totalmente diferente; nuestro tránsito en la Facultad fue cambiado radicalmente".

"En septiembre de 2020 terminamos de hacer las pruebas en el centro de ARBA, donde se ensayan todos los equipos de respiración y anestesia del país, y el equipo funcionó perfecto. Nos quedaban algunos detalles eléctricos, como inmunidad ante descargas transitorias y algunas cuestiones muy finas que no pasaban los ensayos, porque el equipo había nacido en un contexto desordenado de pandemia" analizó Escobar.

Sensaciones frustrantes suelen aparecer en todo emprendimiento: "Nunca se bajaron los brazos. Sabíamos que iban a aparecer un montón de trabas en el camino por la naturaleza de cómo empezó esto".

Eso que de los 400 puntos que exigía la norma para la aprobación de respiradores de alta gama, el RAC-1 no pasaba apenas 20, entonces se dio una vuelta de tuerca.

Rediseñar la cuestión electrónica implicaba volver al punto de partida.

"A nosotros nos cerraba como iniciativa universitaria, porque justo empezó a cambiar el paradigma de atención y los respiradores dejaron de ser equipos sumamente necesarios y se empezó a atender con ventiladores de alto flujo" apuntó.

"En paralelo cerramos una etapa del RAC-1 como respiradores para entrenamiento, que hacen mucha falta, e hicimos seis que para nosotros son un orgullo, porque la verdad es que los equipos funcionan excelentemente bien, y a la par seguimos nuevos desarrollos, con un RAC-2 mejor y potenciado a nivel prototipo" reveló el ingeniero Escobar.

Una vez que esté ensayado y probado el RAC-2 la meta sería transferirlo a alguna empresa interesada en hacer el desarrollo final.

En tanto, hay otra cuestión a partir de un RAC-1 casi como lanzadera.

"Con esto la Facultad ha demostrado que tiene capacidad tanto en la cuestión académica como en infraestructura para encarar desarrollos tecnológicos" enfatizó.

"La ‘facu’ -reiteró- ha descubierto su potencial para hacer este tipo de cosas y creo que eso es lo más importante. Relanzar la figura de la Facultad y la Universidad como generadoras de conocimiento, para poder transferir al sector económico y productivo nuevos desarrollos que sustituyan importaciones, que reemplacen tecnologías que no están entrando al país, que no tenemos y hacen falta".

"Huecos en el sector productivo donde la universidad puede aportar soluciones, y me parece que hacia ese lado vamos" presagió.

Prototipos de medidores de dióxido de carbono, equipamiento para laboratorios son cuestiones que se encuentran en una etapa germinal.

"Hay un montón de ideas dando vueltas; lo que hay que hacer es sentarse y armar equipos de trabajo, con todo lo que implica llevar adelante un desarrollo" advirtió.

Para ello el ingeniero Escobar elogió "la calidad de un material humano increíble que tenemos ahí adentro, en Ingeniería. Gente con altísimos conocimientos de electrónica y de programación, que fueron también el núcleo de trabajo en el último año".

"Todos los demás estábamos dedicados a lo normativo, a la neumática, a la presentación. Maricruz Machado ayudando en lo que es estética y serigrafía del equipo. Tendríamos que escribir la historia, porque hubo tanta suma de voluntades y colaboración espontánea en todo esto que no creo se pueda repetir en otro contexto" indicó.

El ingeniero Escobar dejó una síntesis final de todo el tiempo invertido en el desarrollo de RAC: "Estamos más que contentos, porque con la donación de los respiradores para entrenamiento se le pudo dar cierre a una etapa muy linda, muy creativa, muy movilizadora, que es un poco lo que nos llevó a afrontar esto, que además tuvo esa cosa genuina de no saber qué íbamos a hacer al día siguiente. Fue hora a hora, día a día todo el tiempo adentro de la Facultad".

"A nosotros nadie nos pagó, hubo un montón de gente que participó, un montón de empresas que hicieron sus aportes y derivó en una etapa que difícilmente se repita porque necesitaríamos una pandemia peor, y ojalá eso no llegue nunca, para que se reproduzca una situación similar, en la que todo el mundo quiso colaborar para el bien social" cerró.