Menem fue criticado por el uno a uno de la convertibilidad, por los indultos a los genocidas de la dictadura militar, por la privatización de algunos servicios del Estado, por los atentados del terrorismo internacional, por la explosión de la fábrica de explosivos de Río Tercero y por la reforma constitucional entre otras cosas. Veamos algunos de esos puntos.

En principio, admitamos que el país se caía a pedazos por la inoperancia de la economía radical, el acoso de los "gordos", del sindicalismo y con la hiperinflación simplemente porque no hay nada que se sostenga cuando se pierde la confianza en el referente por excelencia que tiene la economía, esto es, la moneda.

La convertibilidad reconstituyó ese consenso social pero no se supo modificar la paridad a tiempo para ir adaptándola en el tiempo. Esto me lo dijo una vez el economista social-cristiano, Manuel Herrera y tenía razón. Me hizo recordar a un filósofo de la ciencia, Imre Lakatos, quien aconsejaba no tirar al diablo una teoría científica si viene funcionando. Lo que debe hacerse, decía Lákatos, es conservar el núcleo duro de la teoría y corregir el "círculo protector", así denominaba el ámbito de las hipótesis derivadas. Es decir, conservar la paridad con el dólar pero de manera dinámica, algo que, según se argumentó en su momento, se quiso hacer pero no lo permitió el Tesoro norteamericano que había avalado solo el 1 a 1.

Los indultos a los militares condenados por la justicia constitucional fueron una catástrofe, no sólo porque dejó impunes a criminales de lesa humanidad desandando el camino iniciado por la democracia de Alfonsín sino porque además vanalizó la institución del indulto al punto que hoy se lo está pidiendo para culpables de gravísimos delitos de corrupción.

El rol sindical

Los servicios en manos de Estado no funcionaban. Era más caro un teléfono que recorrer el mundo. Lamentablementelos ferrocarriles era un foco de inoperancia, nepotismo y corrupción, pero merecía otra solución. Menem hizo la más facil: sacárselos de encima.

¿Era posible esto con una estructura tan corrompida y nepotista?. Podría haberse probado otra salida pero Menem ya había hecho el negocio del transporte para comprárselo a Hugo Moyano como se terminó comprando a gran parte de la dirigencia sindical y los transformó a todos en empresarios o sanitarios o previsionales o del transporte o de lo que fuere.

Cabe recordar que la CGT lo acompañó en todo, y como para la central obrera, ahora y siempre, los desocupados son una especie de kelpers, jamás se preocuparon por su situación. En tanto, los trabajadores conveniados gozaban transitoriamente de ese paraíso ilusorio y acotadísimo de la convertibilidad.

También se lo acusó de ser un destructor de las pymes, pero éstas ya venían destruidas desde Martínez de Hoz con la importación indiscriminada de productos de consumo, y con un atraso tecnológico que las inhabilitaba para competir. Alfonsín no tuvo la capacidad de revertir ese deterioro y terminó en una total inacción. Se mantuvo la estructura económica intacta, sí, pero absolutamente improductiva y sin futuro.

Menem construyó una estructura de poder que lo mantuvo en el gobierno durante diez años y basó su potencial electoral en una respuesta netamente impresionista como la tuvo Cristina Kirchner en 2011, quien fue una de las más encendidas defensoras del riojano al punto de calificarlo como el "único y más genuino renovador" para marcar su distancia con Antonio Cafiero.

Una Ley de Lemas peculiar

Mucha gente tiene un modo impresionista y no analítico de un gobierno, es decir, no mira los detalles sino lo que le queda en una primera impresión. Menem ganó comodamente ambas elecciones y acabó triunfando en una tercera en 2003, que seguramente podría haber triunfado en segunda vuelta si es que no se dejaba influir por las encuestas que pululaban en ese momento dándolo como seguro perdedor. No pensó que en 1995 los sondeos también decían lo mismo y sin embargo vapuleó a José Octavio Bordón con una distancia mayor a los 20 puntos.

En 2003, Duhalde puso en marcha una ley de lemas ad hoc para impedir el triunfo de Menem. Ese método electoral fue una ley de lemas trucha porque de haber sido una verdadera, Menem hubiese absorbido el voto peronista de los otros sublemas.

Pero al cacique de Lomas de Zamora solo le importaba su batalla personal con el riojano, pero paradójicamente, casi como una broma macabra de la vida, fue desalojado luego por Néstor Kirchner, su propio protegido. Duhalde fue una suerte de Rey Lear del peronismo traicionado por sus propios "hijos" menos quien el suponía que lo iba a traicionar.

En ese momento, el "Negro" de Banfield, quien había llegado al poder valiéndose de la ayuda de sus amigos del Conurbano, pretendió quedarse como regente de un Kirchner que amaba tanto el poder como Luis XIV. Y fue expulsado de la Casa Rosada como Caín del Paraíso.

Sin una verdadera Ley de Lemas y con un engendro perpetrado por Duhalde, la historia continuó así, cargando con el pecado original con el que había nacido ese proceso golpista-institucional.

Por otro lado, Menem no tuvo en cuenta el voto oculto o el denominado voto vergüenza para la segunda vuelta , se asustó y abandonó la batalla.

El voto vergüenza siempre existió. A Eseverri tampoco lo votaba nadie, y sin embargo ganaba las elecciones por un campo de ventaja. En 2011, según admitieron algunos productores agropecuarios, muchos de ellos terminaron engrosando el 54 por ciento que sacó Cristina, ¡y luego de la batalla del campo! simplemente porque habían recuperado su rentabilidad y con creces.

Atentados y demás

Fuera de la economía, Menem condujo un régimen democrático por su manejo con la prensa y con la oposición, pero también fue el artífice de horrores como el indulto, los atentados a la embajada de Israel y a la Amia que seguramente tienen que ver con la liviandad y la desaprensión con las que se tomaron las decisiones internacionales.

Lo mismo ocurrió con la venta de armas a Croacia y a Ecuador y la explosión de la fábrica de Río Tercero, muy probablemente vinculada a lo anterior para hacer desaparecer pruebas. Realmente horroroso desde donde se lo mire y junto con los indultos a los genocidas configuran dos de los hechos más detestables de la política argentina, un país en el que todo parece estar permitido.

En un contexto mundial tan complicado, el terrorismo eligió un país frágil, fácil de entrarle por todos lados y encima con el atrevimiento de la ignorancia o la desaprensión con la que el riojano manejaba sus relaciones internacionales.

Se sabía ya que la estructura de seguridad no estaba ni está capacitada para el esclarecimiento siquiera del robo a un kioskito, imaginemos lo que puede ocurrir con atentados de esta envergadura... Y además con la complicidad de jueces abolutamente corruptos o incapaces. El resultado era de prefigurar: la impunidad.

Menem surge como un emergente de ese país. Entró al poder por izquierda con la revolución productiva y lo ejerció por derecha por la aplicación de sus recetas neoliberales. Pero fue un presidente esencialmente democrático en el manejo de su gobierno.

Desdramatizó al extremo la realidad, vanalizó lo importante y pese a estos hechos tan horrendos, igual triunfó en 2003. Entonces, o bien la culpa no es del chancho..., como se suele decir, o bien las preferencias del electorado pueden prescindir facilmente de la ética. A las mayorías parecen no importarles esas cosas tan "abstractas" o "simbólicas" de los valores morales. Bien decía Perón que la viscera más sensible es la del bolsillo.

Apertura

No hay democracia sin libertad de prensa, y Menem privatizó los canales de televisión porque no tuvo problemas en dialogar con cualquier periodista. La paranoia con los medios devino después de su década, cuando el poder político puso en marcha una absurda hipótesis de conflicto con la prensa, similar a la que rigió durante los gobiernos antidemocráticos o autoritarios.

"Bueno..., -dijo aquí en Olavarría o en el tren que utilizó para su campaña proselitista de 1995- pregunten lo que quieran", y no eludió responder una sola pregunta. Y ese era su estilo. Muchos lo atribuían a su desaprensión, otros a su convicción democrática.

Un dato para ayudar a resolver este dilema: durante el gobierno de Alfonsín, cuando gran parte del peronismo y mucho más aún los caciques del Conurbano apostaban a un golpe institucional, él fue el único o uno de los pocos dirigentes que no dudó en ayudar al Presidente a defender la democracia. Pero, mientras daba esa imagen aperturista y democrática, en su mochila traía los dos atentados terroristas más importantes sufridos por el país, el perdón a los genocidas de la última dictadura y una explosión "borra pruebas", quizás impensable para un país que pretendía profundizar la democracia. Por eso, ¿quién fue Menem?, ¿un demócrata o un cínico villano, o ambos a la vez?.

Ese fue el dilema que nunca pudo resolver el PJ, -de ahí quizás su silencio local- una institución que, tomando las palabras de Cristina Kirchner, "no funciona" como una institución sino como una suerte de Zelig que adopta el matiz ideológico del peronismo que circunstancialmente detenta el poder y lo adopta como discurso único.