Centro de Jubilados de San Vicente: aislados y protegidos, pero nunca solos
Acostumbrados a tener sus puertas abiertas todos los días para los jubilados y pensionados del barrio, el Centro de Jubilados de San Vicente debió, de un día para el otro, dejar de funcionar casi en su totalidad. La cuarentena, un momento de aprendizaje y oportunidades a pesar de las dificultades.
Un espacio para el encuentro y para compartir con otros, eso es para los vecinos del barrio San Vicente el Centro de Jubilados, desde que la institución comenzó a funcionar en el año 2008.
En un año en el cual las reuniones entre familiares, los mates entre amigos y las actividades sociales quedaron suspendidas por la llegada de la pandemia de COVID19 y la cuarentena que se decretó para combatirla, desde el Centro de Jubilados de San Vicente debieron reinventarse para poder continuar acompañando a los jubilados y pensionados que concurren a la sede.
El Centro cumple una importante función social: ofrece a sus socios servicio de enfermería, pedicura, reflexología, masoterapia y otras consultas del PAMI, y talleres de yoga, manualidades, costura, y otros dos muy particulares: el taller del humor y de la memoria. También organizan viajes y entregan bolsas de alimentos.
Todas estas actividades se vieron suspendidas en su totalidad durante el año pasado, y en la actualidad continúan aún en pausa. ¿Qué sucedió con quienes frecuentan el Centro? ¿Cuándo volverá el Centro a funcionar con normalidad?
Lo difícil de estar aislados
"Algunos talleres pudieron seguir de manera virtual, pudimos seguir en contacto a través de lo digital, pero se echa mucho en falta lo presencial", explica María Elena Ormazábal de Telechea, presidenta del Centro de Jubilados de San Vicente.
"El encierro nos sacó la posibilidad de encontrarnos a tomar mates, a charlar. Para las personas mayores que viven solas, eso es fundamental. Es un apoyo, para todos los socios en general. Muchos de quienes vienen al Centro, tenían la costumbre de ir a hacer sus mandados y pasar por la sede a conversar un rato con los que estábamos ahí. Eso se extraña", describe Ormazábal de Telechea, poniendo en palabras lo que tuvieron que enfrentar nuestros abuelos durante los meses de cuarentena.
Sin embargo, la presidenta del Centro se muestra optimista y positiva. Sostiene que, pese a que nada puede reemplazar a vernos cara a cara, los talleres que sí pueden funcionar virtualmente fueron muy bien recibidos por los vecinos de San Vicente. Por ejemplo, en el taller de la memoria todos los días se intercambian por WhatsApp diferentes actividades para ejercitar la mente, y en el taller de humor, otras orientadas a entretener y acompañar a los jubilados y pensionados en sus casas. En los talleres de costura y manualidades, las profesoras envían los vídeos explicando cada manualidad. En los grupos se genera un intercambio de opiniones, de fotos y vídeos, entre profesores y jubilados, y entre los propios jubilados.
"No contar con tanto roce social afecta lo emocional, por eso es importante seguir acompañando a nuestros socios con las herramientas que tenemos disponibles", asegura María Elena, y ella está convencida de que lo han logrado durante los meses de cuarentena estricta, y continúan sosteniendo ese acompañamiento hasta hoy.
"A raíz de la cuarentena, muchos jubilados se animaron a aprender a usar el Zoom, a mejorar el manejo del celular. Aunque estábamos limitados, pudimos festejar cumpleaños, ver a nuestros familiares, a través de lo virtual. Eso es súper importante", celebra Ormazábal de Telechea, y añade: "es lo que nos tocó vivir, y hay que intentar sacar lo positivo, sobre todo a nuestra edad".
Futuro incierto
"Estamos esperando la vacuna para volver a abrir, y que PAMI nos autorice a regresar a las actividades, pero todavía no sabemos nada y no nos han informado tampoco", explica la presidenta del Centro de Jubilados de San Vicente.
Según María Elena, durante el año el Centro pudo sostener el alquiler de su sede a través de los ahorros de la institución, pero al estar suspendidas la totalidad de las actividades sanitarias (enfermería, pedicura, reflexología, masoterapia y consultas del PAMI) y al no poder cobrarle a los socios las cuotas, el Centro no contó con ingresos durante todo el año. Aún hoy continúan sin ingresos, exceptuando un subsidio que PAMI otorgó a la institución debido a la pandemia. "No hubo tantos gastos, pero tampoco hubo ingresos", resume la presidenta.
Hasta el año pasado, el Centro funcionaba en Vicente López 1907. Sin embargo, se tomó la decisión de no renovar el contrato de alquiler para este año, el cual venció en diciembre del año pasado. María Elena explica que esta decisión se tomó porque resultaba difícil mantener el alquiler de una casa que no se estaba utilizando, además de no contar con una fecha exacta para habitarla nuevamente. "Por ahora nuestros muebles están en un depósito que nos cedió la familia Matarazzo, una de las familias del barrio, mientras buscamos una nueva sede. El apoyo de los socios siempre es enorme", agradece Ormazábal de Telechea.
Aunque la pandemia llegó de improviso en el mundo y sembró dudas, miedos e incertidumbre, y aunque pasó un año sin ver a los afectos, sobre todo a los abuelos, el Centro siguió cumpliendo su rol social con el mismo compromiso y la misma constancia. Resulta gratificante saber que un momento tan difícil como la cuarentena, puede también servirnos para aprender y unirnos más.