Se han realizado interesantes investigaciones que lo corroboran. Un estudio realizado en diferentes escuelas de Ulm (Alemania) comprobó que los alumnos que estudian con una iluminación que reproduce la natural en un día sin nubes se concentran mejor y obtienen mejores resultados.

El ser humano ha evolucionado bajo el cálido sol, y la vida en la Tierra depende de él. La luz natural es biodinámica y una fuente de salud: nos brinda energía, vitalidad y buen humor, refuerza el sistema inmunitario, aporta vitamina D –fundamental para la absorción del calcio y la prevención del cáncer–, actúa sobre el sistema nervioso y regula el ciclo de actividad y descanso, de día y noche.

Por eso es importante contar con una iluminación artificial apropiada y lo más similar posible a la beneficiosa luz solar, que cambia a lo largo del día.

Las frecuencias cromáticas de una fuente de luz pueden ser frías (azuladas y verdosas) o cálidas (amarillentas y rojizas) dependiendo de su temperatura, que se mide en grados Kelvin.

Así, las luminarias blancas y azules son las más adecuadas para trabajar por la mañana, porque te activan, pero no conviene exponerse a ellas por la tarde o de noche, ya que podrían provocar excitación y problemas para dormir.

Por la tarde las lámparas deberían emitir un blanco cálido y por la noche, un amarillo anaranjado.