En primer lugar, a la hora de orientar la cabecera hay que tener en cuenta que aquello que veamos desde la cama será siempre lo último y lo primero que retengamos en nuestra retina. Cuanto más caótica sea esa imagen, de menor calidad será nuestro descanso. Cuanto más armónica sea esa percepción, mayor placidez nos ofrecerá.

Por este motivo, la cama no debe dar a un baño ni a un pasillo abierto, si es posible, es conveniente que tampoco esté situada de cara a una puerta. En caso de que sea inevitable, siempre se pueden usar cortinas o biombos para marcar una separación y aislar la cama del pasillo.

Tampoco es aconsejable colocar la cama bajo una ventana ya que esto nos transmitirá sensaciones de desprotección. Las paredes con cañerías estimulan la energía vital y, por tanto, interfieren en el descanso y favorecen el insomnio.

En cuanto a la orientación, es bueno saber que:

Una cama orientada al sur fortalece la intuición y estimula los sueños y la capacidad de retención.

Una cama orientada al norte favorece la salud y la energía vital.

Una cama orientada al este provoca dinamismo y ganas de vivir.

Una cama orientada al oeste constituye un buen mecanismo contra el estrés y la agitación.