Esto no debe sorprender a nadie. El Estado ha sido siempre el botín de guerra de los ganadores de las elecciones de turno. Quien llega, depreda. Esa es la función que lamentablemente ha tenido en este país los cambios de gobierno.

Pero ha llegado el momento de la redención para los sectores políticos. En esta pandemia que se ha descargado como una fuerte e inesperada tormenta, según la parábola utilizada por el Papa Francisco, la clase política tiene una inmejorable oportunidad de redimirse con la gente aportando el 20 por ciento de sus abultados sueldos a esta lucha desesperante contra este virus monárquico y devastador.

Lo primero que se necesita es plata y es el momento que quienes más cobren de los impuestos de ciudadanos, políticos y judiciales, sean los que más aporten. El presidente uruguayo los exhortó a sus políticos a realizar ese aporte, pero no como un gesto de solidaridad ni de gracia sino como un derecho popular.

El Gobernador bonaerense planteó una de las polémicas vigentes, esto es, si la cuarentena debe ser obligatoria y controlada o debiera ser una medida sugerida y sujeta a la responsabilidad de cada uno.

"Si a la gente la dejás que decida libremente, saldrían todos a la calle y nadie la haría", dijo alguien. Esto, y decir que la mayoría de las personas son hijas del rigor es lo mismo. Axel Kiciloff se quejó por una especie de exceso de control que se estaría ejerciendo.

En general, la gente se queja pero coincide en que las cosas deben ser así, con un fuerte control policial y no como una sugerencia. Que la cuarentena es una medida de prevención individual cuyo mayor objetivo es proteger y no dañar al prójimo. Visto desde ese punto de vista, es completamente legítimo obligar a guardar un aislamiento sistemático a la gente. Pero Kiciloff planteó algo diferente. El Gobernador se mostró disconforme con esta suerte de militarización de la calle o, por decirlo con mayor precisión, el carácter punitivo o sancionatorio de la cuarentena que fijó el Presidente. Es probable que ambos tengan razón, por eso este debate que tiene su correlato en la filosofía política del siglo diecisiete.

Efectivamente, una teoría sostenía que el ser humano solo busca que le protejan su vida y sus bienes y por ello es capaz de delegar todos sus derechos en el Estado. En tanto, y como contraposición a esta concepción surgió otra posición que sostenía que el hombre, como más tarde lo diría Rousseau, era "un buen salvaje", que había que dejarlo en la libertad de su estado natural y que ellos se autorregularían sin necesitar ningún control.

Unos siglos más tarde, Perón diría a modo de síntesis que el hombre es bueno pero que si se lo controla es mejor. Y algo parecido puso en práctica Alberto Fernández.

Entonces, sin llegar a una concepción represiva ni nada por el estilo, el Presidente apeló a una suerte de inducción forzada, con sanciones económicas para los desobedientes.

El tema social

Fuera de la controversia silenciosa entre Alberto y Axel por la manera de conducir la cuarentena, cabe recordar que anteayer, al Gobernador se le escapó algo inquietante pero conocido por los argentinos: la cuasimoneda.

Efectivamente, Kiciloff habló de emitir, y cuando el periodista le cuestionó esa salida con el argumento de que las provincias no podían hacerlo, el Gobernador dijo "hay que tomar una decisión", dejando en suspenso la vuelta a la cuasimoneda.

El contador local, Sergio Milesi, dijo algo interesante: "podría decirse que los argentinos estamos acostumbrados a vivir con inflación y cuasimonedas, hemos desarrollado anticuerpos para enfrentar esas situaciones, pero no tenemos esa inmunidad para vivir en depresión".

por lo tanto, ¿cómo poner en marcha una economía sin dinero en la calle? y aquí aparece Keynes con traje de patacón. La inflación se comenzaría a notar a los cuatro meses, más o menos de haberlos puesto en el bolsillo de la gente. "Pero no existiría otra manera de aumentar la capacidad productiva", alertó el profesional apelando a la lógica económica y no a su posición personal sobre esta problemática. Claramente se deduce que si lo hace Buenos Aires lo mismo van a hacer otras provincias dentro de un contagio general. Y las cuasimonedas se multiplicarían como el virus que hoy tiene a maltraer al mundo.

Y si el problema es económico, también será político. Porque ¿cómo detener a los levantamientos en los grandes conglomerados urbanos frente a una gran depresión? Los chinos y los norteamericanos conocen muy bien del poder balsámico y aliviador que tiene el dinero y la capacidad de compra de la población. Hoy por hoy, los conurbanos de Buenos Aires, de Córdoba, de Rosario, de Mendoza y otros son un polvorín a punto de estallar y la política sabe de ese peligro. "La emisión puede ser un remedio, apenas un paliativo, pero no la solución", remató Milesi sin poder disimular su preocupación.

La crisis agazapada

Olavarría ya perdió varios puntos de coparticipación y se prevé perder un treinta por ciento del impuesto a la piedra por la simple caída de la construcción. Una caída muy significativa para una ciudad que se había acostumbrado a este ingreso excepcional con respecto a otros municipios. El Intendente apeló a un recorte general en las horas extras, salvo en el área de Salud y estaría estudiando otras medidas.

En ese marco, la Unión Industrial de Olavarría reclamó medidas urgentes para sostener pymes y empleo. Con mucha lucidez, la entidad observa que mientras la economía se paró a cero, consecuentemente las pymes dejaron de trabajar, no están cobrando, se cortó la cadena de pagos y esta situación no parece cambiar en los próximos meses. "Porque ¿con qué fondos vas a pagar salarios si no trabajás?", se preguntó un empresario. "¿de qué van a vivir las familias de los trabajadores que hoy se deben quedar en la casa?", se siguió preguntando. "Con la construcción parada, ¿como se sostiene un trabajador y su familia?", invitó a pensar Carlos Orifici, titular de la UIO.

Es por ello que si no se pone en marcha la economía y se deja de demonizar a quienes invitan a pensar en seguir produciendo mientras se combate la pandemia, el problema no sólo será actual sino que también se verá y se agravará cuando se deba poner en movimiento un país quebrado.

Entonces, ni ángeles ni demonios. Quienes pretenden combatir la pandemia con la mayoría de la gente trabajando no son los malos de la película ni tampoco los que no dudan en paralizar toda actividad con la gente en su casa son los ángeles de esta visión cósmica. La vida sigue y va a seguir, "solo hay que tener una concepción sistémica y responsabilidad humana y social", insistió el presidente de la UIO.

El dilema gira sin duda alrededor de una realidad social preocupante porque ¿de qué van a vivir todos esos desocupados o suspendidos?. Cómo podrán mantenerse en pie las pymes si no existe una política integral que atienda estas realidades. En suma, ¿de qué vale una cuarentena con heladeras vacías?.

El dilema

Detrás de un cheque que no se pudo cobrar, hay vidas que esperan cobrar para seguir viviendo. "Los sueldos hay que pagarlos de alguna manera, ¿pero cómo se hace si no se tienen ingresos?. Y por más que hoy se pueda hacerlo, tal vez, pero ¿y el mes que viene?", y la pregunta quedó flotando como una catástrofe en ciernes. Por lo tanto, la preocupación de Kiciloff por la economía es completamente legítima como también lo es la del Presidente en ponerse duro con la cuarentena para cuidar la salud de la población. Entonces ¿por qué no conciliar estas dos legitimidades dentro de una estrategia integral y responsable?. Esta semana se conocerá una terrible novedad. las grandes cementeras pararon la producción y consecuentemente podría producirse una lluvia de telegramas de despidos o suspensiones. Ya existe escasez de alimentos, y valga esto como una variable más a esta terrible situación.

Es una verdad de Perogrullo que sin vida y sin salud, nada vale, pero también es cierto que de poco sirve una cuarentena con las heladeras vacías.

Freud y política

Curiosamente, los números de Rusia, de Afganistán o de Indonesia, son completamente irrisorios y falaces. El primero, que dice registrar mil infectados por el corona virus con solo cuatro muertos, remite a los datos que brindaban los miembros del partido (PCUS) que oficiaban de jefes de fábricas sobre el año de producción de la empresa que les había tocado gestionar.

Eran verdaderas simulaciones de la realidad tomadas como verdades absolutas por la conducción de la antigua Unión Soviética y el objetivo era mostrar al mundo un sistema floreciente desde la producción. En síntesis, un simulacro absoluto. Pero lo peor era que hasta las mismas autoridades se termiban creyendo esas cifras y terminaban viendo, como en el cuento de Cervantes, a un rey vestido cuando en realidad se hallaba completamente desnudo. Los finales de los ochenta y la caída estrepitosa de la URSS develarían la farsa. Algo similar se vivió en el país con la gestión de Guillermo Moreno en el Indec cuando dibujó incansablemente los números de la inflación. Entonces, la pandemia devela la farsa: el régimen de la Unión Soviética sigue vigente en la figura del actual presidente Vladimir Putin. "Todo es igual, nada es mejor", diría Discépolo, aunque asombrosamente algunos tuits de cierta militancia destacan a Rusia como la panacea del manejo estatal y se obstinan en querer seguir viendo al rey vestido cuando en realidad está desnudo.

En síntesis, la política, al menos para algunos, sigue siendo un relato o una ficción. Este concepto del manejo de las masas por medio de la sugestión es vaticinado en la magistral serie de Netflix "Freud", quizás lo único rescatable de esta cuarentena.

El film muestra claramente el poder determinante de esas fuerzas oscuras e irracionales de la mente humana por sobre lo objetivo y la razón científica y adelanta, podría decirse, el uso de la sugestión, el relato sin sentido lógico, el misticismo, el mundo de la posverdad y todo lo que engendró al nazismo, al stalinismo y tantos regímenes latinoamericanos.

Job y los argentinos

Entre Alberto Fernández y Axel Kiciloff comenzó a desatarse un debate interesante, y, como vemos, con fuertes antecedentes históricos. Se trata nada de una discusión muy interesante porque incluye cosas tan preciadas como la libertad, las autonomías individuales, los derechos pero también, -muchos autores, incluso Maquiavelo aunque parezca mentira- y por encima se ubica el bien común y el interés general.

Por otro lado, mientras Inglaterra fue aprendiendo a la fuerza que debía hacer la cuarentena mientras que a Bolsonaro, es la Justicia la que le está poniendo límites a su afán de que la gente no se quede en su casa y que vaya a trabajar, aquí se encuentra el eje del otro debate en vigencia, es decir, si privilegiar la economía o la salud. Claro, siempre y cuando se las conciba como una contradicción y no una combinación.

El debate entre la economía y la cuarentena estricta sigue abierto y tarde o temprano los gobiernos, incluso el argentino, seguramente buscarán una síntesis entre ambas alternativas.

El ministro de Salud disparó enfáticamente que este es un momento para pensar en la salud de la gente e instó a esperar un tiempo y la solución de la pandemia para comenzar a pensar en la economía. Pero la realidad es más contundente que esta frase que a pesar de sonar bien, no es otra cosa que una falacia informal.

Mientras tanto, Cristina Kirchner optó -afortunadamente por el silencio. No tiene con quien pelear, hacerlo contra el virus sería enfrentarse con un fantasma, entonces optó por rendirle culto a aquel poema de Neruda que decía: "me gusta cuando callas porque estás como ausente".

Este parece ser el tiempo de Alberto y su futuro dependerá de su manejo en esta catátrofe. El Presidente enfrenta una dura prueba, casi desproporcionada y tal vez injusta. Ningún presidente estrenó su mandato con tantas durezas alrededor. Se parece a un personaje de una tragedia griega y podría decirse que estaría conminado a cumple esa manía probatoria que suelen exigir los dioses hacia quienes eligen para una misión determinada.

Alberto es una especie de Job, aquel personaje bíblico sometido a infinitas pruebas para certificar su fe. Bah, los argentinos somos una suerte de Job que vamos sistemáticamente de castigos en castigos, uno peor que el otro, quizás desproporcionados a la par de nuestros descompromisos e ignorancias por no haber aprendido de nuestras propias experiencias. La Argentina es la materialización de aquella teoría oriental del eterno retorno luego trasladada a la filosofía griega y rescatada por el poeta y filósofo mexicano Octavio Paz en sus "símbolos en rotación". Pero, más allá de la tentación que se tiene frente a estos males que caen desde no se sabe dónde, aquí está la política y la economía, y desde ahí hay que mirar un poco más detenidamente al país.