El marinero de 47 años podría haberse quedado en la pequeña isla portuguesa de Porto Santo para pasar el confinamiento, pero la idea de pasar lo que él pensaba que podría ser "el fin del mundo" lejos de su familia, especialmente de su padre, que pronto cumpliría 90 años, era insoportable. Carlos, su papá, es un ex capitán de pesca de 90 años. Nilda, de 82, es su mamá y ambos siguen viviendo en su ciudad natal. "Pensé lo peor. Si este era un virus imparable, capaz era la última opción que tenía de volver a verlos", dice.

Entonces cargó su velero de 29 pies (poco menos de nueve metros) con atún enlatado, fruta y arroz y zarpó a mediados de marzo de 2020. "No me quería quedar como un cobarde en una isla donde no había casos", dijo Ballestero a New York Times. "Quería hacer todo lo posible para volver a casa. Lo más importante para mí era estar con mi familia".

Para su familia, que lo esperaba de este lado, fue mucho temor. "Fue muy dura la incertidumbre de 50 y tantos días sin poder saber dónde estaba", dijo su padre, Carlos Alberto Ballestero. "Pero no teníamos ninguna duda que esto iba a salir bien".

Algunas circunstancias hicieron que el viaje sea peligroso. El 12 de abril, las autoridades de Cabo Verde se negaron a permitirle atracar en la isla para reabastecer su suministro de alimentos y combustible, de un modo no tan amigable.

Con la esperanza de que todavía tuviera suficiente comida para seguir, cambió su destino hacia el oeste. Con menos combustible del que esperaba, estaría más a merced de los vientos.

La navegación es una tradición familiar de Ballestero. Desde que tenía tres años, su padre lo llevó a bordo de los barcos de pesca que capitaneó. Cuando cumplió 18 años, consiguió trabajo en un barco de pesca en el sur de Argentina. En la costa de Patagonia, uno de los pescadores más experimentados a bordo le dio un consejo que se convertiría en una forma de vida. "Andate a ver el mundo", le dijo el pescador. Y así lo hizo.

Ballestero navegó gran parte de su vida, con paradas en Venezuela, Sri Lanka, Bali, Hawái, Costa Rica, Brasil, Alaska y España. Compró su velero, un Ohlson 29 llamado Skúa, en 2017, con la esperanza de dar la vuelta al mundo.

Después de más de semanas atravesando el océano, cuando se acercaba al continente americano, una ola brutal sacudió el bote a unos 240 kilómetros de Vitória, Brasil. Ese episodio lo obligó a hacer una parada imprevista en Vitória, lo que añadió unos diez días a un viaje que había previsto que durase 75 días.

Al llegar a su nativa Mar del Plata, el 17 de junio, estaba sorprendido por la bienvenida que recibió donde lo hicieron sentir como un héroe y, por supuesto, allí lo esperaban sus padres. Todo valió la pena y pudo celebrar el Día del Padre junto a quien le enseñó los secretos del mar.