Julieta Portillo - [email protected]

Frases como "ellos o nosotros", imágenes de bolsas mortuorias o guillotinas en manifestaciones, el rol de los medios, la Justicia y los grandes grupos económicos fueron caldeando el contexto social, "el humor público" como define el periodista Alejandro Ippólito. El punto más álgido de la violencia fue el atentado contra Cristina Kirchner y ahora la parodia de un grupo de jóvenes durante la presentación de distintivos en Olavarría centra nuevamente el eje en una discusión necesaria y un llamado a la reflexión. 

¿Cuándo empezó todo esto? ¿Dónde nace? Docente de la cátedra de Análisis del Discurso en la carrera de Periodismo de la Facso y miembro del Observatorio de Medios, Ciudadanía y Democracia de la Facultad de Ciencias Sociales; Alejandro Ippólito aporta un análisis de los discursos de violencia en un contexto político y social complejo.

"Todas esas expresiones tenían que ver directamente con la ejecución pública. Lo que hacen los medios es justificar permanentemente esa acción y convertir una aberración en algo honorable y esperable, en un acto de justicia. Hay un quiebre muy llamativo, que viene de larga data y que encuentra ahora el ojo de la tormenta con toda esa escalada de discursos de violencia que parecía que eran solo palabras y no tenían consecuencias. Pero en realidad, del dicho al hecho acá no hay un largo trecho, sino que es más bien muy corto", describe quien también participó en la elaboración de un Ebook sobre Etica y Periodismo.

"Lo que los medios de comunicación han hecho últimamente -y con la premura de las elecciones próximas frente a la figura como la de la Vicepresidenta, una líder de un movimiento que se opone a los intereses privados de las grandes corporaciones y de las grandes potencias internacionales- es apurar esta resolución y realizar una especie de casting. Lo que han hecho con el discurso es buscar quién ejecutara ese deseo". 

En este contexto, ningún hecho es aislado. Tampoco lo es una simple presentación de distintivos. En este caso, "habría que considerar que esto que ha sucedido tiene a estos jóvenes como resultado y no como causa. Es decir, son un eslabón más de una cadena que ha ido creciendo en su apuesta y que lejos de moderarse frente al hecho lamentable que sucedió, podríamos señalarlo como el pináculo de la escalada de violencia que fue el intento de asesinato a Cristina Fernández de Kirchner".

Pero lejos de calmarse las aguas aún la tormenta es mayor. "Quizás la apuesta más humana podría haber sido que a partir de allí algo se haya modificado para mejor. Pero en realidad lo que estamos viendo es un envalentonamiento del discurso de derecha y esta expresión que observamos con asombro, con tristeza, de este acto del Día del Estudiante de un colegio privado y católico que tiene la figura de Monseñor Cáneva como emblema. Parece ser que a la luz de los hechos hay algunas fisuras que se van metiendo en ese entramado del sistema educativo. Pero insisto, estos y estas jóvenes son el resultado, no son la causa, no son un hecho aislado". 

El docente e investigador plantea una trilogía que encabezan la política, la justicia y los medios de comunicación. Desde periodistas que emiten opiniones como si fueran verdades o declaraciones de ciertos personajes políticos y causas que son más mediáticas que judiciales.

"Hay un periodismo de deseo que exterminar, o desde la política como López Murphy cuando dijo 'son ellos o nosotros'. Ese resumen dialéctico tiene que ver conque el otro no debe existir. O como Etchecopar que dijo en su momento 'qué lindo sería un país sin kirchnerismo. Eso es realizar un casting público, ver quién va a ocuparse de efectuar el último acto que es el gatillo. Afortunadamente esto no se dio, pero hoy estaríamos hablando de otra cosa. Y de hecho que no haya habido algunas formulaciones de repudio como de Bullrich (Patricia) lo que hace es validar que lo que hay es quizás la desazón de no haber conseguido la finalización de esta cadena que era la efectiva ejecución de Cristina. No lo repudian porque en realidad lo avalan". 

Noticia de odio

"No es lo mismo un discurso de odio que una noticia de odio", diferencia Alejandro Ippólito mientras explica que "el discurso de odio es público, es de uso particular, individual o grupal; pero no desde las plataformas comunicacionales oficiales o reconocidas. Es decir, no es una tarea periodística sino el discurso de odio como en este caso el del Colegio Cáneva que se da dentro del ámbito privado por figuras que no son públicas y que trascienden a través de las posibilidades de las tecnologías. Hubiesen quedado en lo privado si no hubiese sido porque se han recogido imágenes e incluso filmaciones y se han subido a las redes, ahí es que obtuvo una categoría pública más grande y pasó de ser un acto privado a una noticia de interés y se incorporó a las agendas mediáticas".

En sus investigaciones, Ippólito incluye una categoría que denomina "discurso de odio" pero aplicado en lo que es la retórica periodística y es desde esa óptica que analiza el rol de los medios de comunicación en este contexto.

Habla así de noticias de odio o hate news "que muchas veces son presentadas desde las líneas editoriales y el género de opinión, que no son noticia pero que son percibidas como noticia. No tiene datos, tiene posturas personales de los periodistas pero se percibe como una noticia y como un axioma, entonces ahí está la peligrosidad periodística: cuando se utilizan estos discursos para sentar las bases para la lectura de algún hecho puntual".

Sobre el rol de los medios en todo esto, "considero que lo que hacen es otorgar un perdón, una validación moral, un permiso social para llevar a cabo estos actos formando parte del discurso de los sectores que tienen la voz de la verdad. En este caso particular, este colegio es católico, tiene un discurso supuestamente basado en la piedad, en la consideración del otro y todas esas normas religiosas que se consideran dentro de esta fe católica. Sin embargo, el discurso de odio no entraría dentro de esas categorías, entonces ¿cómo pueden compatibilizarse en esta especie de dicotomía moral, en ese discurso con esta formación?. Ahí es donde ingresan los medios de comunicación más allá de ciertas conformaciones sociales y familiares particulares de cada entorno", expone.

En este aspecto, "me parece que el medio lo que hace es otorgar un permiso. Lo primero que hace es señalar un enemigo privado que se convierte en público a través del discurso y deshumanizarlo, cargarlo con todo el poder simbólico de todas las desgracias y males, y todas las características negativas que puede tener un ser humano, bombardear la subjetividad, colonizar la subjetividad con esos conceptos y de esa manera avalar un comportamiento que sería moralmente inaceptable: lo que hace el medio es legalizar el uso de la violencia a través de un justificativo moral. Deshumanizando primero para luego caer con todo el peso de las estigmatizaciones, pero sin ninguna culpa". 

Esa doble conducta "se puede ver en muchos perfiles religiosos, salvadores de las dos vidas, republicanos, patriotas, honorables... se consideran en el lugar de la verdad y en una altura de honor y justicia, y después llevan a cabo todo tipo de degradaciones y comentarios que son aberrantes y condenas violentas con promesas no de la cancelación como se dice ahora sino, directamente del exterminio del otro".

Así, "la guillotina no es una anulación, es un asesinato. La guillotina corta cabezas, no suprime la voz del otro sino que directamente la elimina. Y la figura de la guillotina que se utilizó con las bolsas mortuorias, las horcas, el baúl del Falcon verde, todas las expresiones tenían que ver con directamente con la ejecución pública".

Roles

Otra consideración que propone Ippólito es "el periodismo de la actualidad expresado mayoritariamente en interpretaciones peyorativas, en adjetivaciones negativas, en cargar las tintas sobre elementos que después aparecen en el discurso público. Esta cuestión de los 'planeros', del vago, del que vive del Estado y de los impuestos de las clases trabajadoras, quiénes son los buenos y los malos de la sociedad. Esto va cargando toda una subjetividad de fantasías, de fantasmas, de aberraciones, de amenazas en la figura central de una persona; pero en realidad es hacia un conjunto que son los sectores menos favorecidos". 

Y hoy, "tenemos algunas figuras políticas como el ex presidente Mauricio Macri que está hablando de 'sacrificar' a los gremialistas como si fueran animales o de que un líder para ser líder tiene que bancarse incluso los muertos. Entonces hay una promesa de violencia que lejos de morigerarse, es una apuesta redoblada. 

Una salida es "que de ahora en más, creo que todos los responsables que tengamos algún tipo de incidencia en el mundo de la comunicación y el periodismo, debemos plantear la discusión sobre esto, la necesidad de solucionar este tema por las vías sociales, del diálogo o del debate, de la discusión pública, incluso desde el plano legislativo uno no anula al otro. Lo que hay que hacer es asociar la idea de libertad de expresión a la de responsabilidad de expresión: no puede haber una sin la otra".

El discurso tiene valor, tiene potencia. Por eso, "en el rol periodismo el cuidado debe ser superlativo. Se ha observado una degradación del discurso periodístico en estos últimos años que viene aumentando la apuesta y que no hacen otra cosa que sembrar este odio del cual el gatillo fue uno de los últimos eslabones, un resultado que hay que relacionarlo con un trabajo de colonización subjetiva de los medios que no es casual. Buscaban la aniquilación y celebraban incluso todas las manifestaciones que expresaban un odio furibundo porque veían la materialización de sus deseos cada vez más cerca".

Una parodia lamentable

Todos imaginamos cientos de temas que se podrían haber abordado en esta celebración por el Día del Estudiante, pero "habría que averiguar por qué puntualmente eligieron esta malograda parodia que no deja de ser una sumatoria de expresiones de odio, de dehumanización, de estigmatización social. Es una especie de resumen que desde lo comunicacional es tan lamentable como enriquecedor, aunque parezca un contrasentido".

Revisando las fotos de la presentación del distintivo de los estudiantes de Cáneva, Alejandro Ippólito plantea miradas sumamente interesantes. 

"Podemos ver la vestimenta a la que apelan para representar lo que sería el sector popular, las ropas ridículas, extremadamente amplias, con camisetas deportivas... O sea, la estigmatización visual de lo que es el sector popular que sería la suma de todos los miedos de los sectores más acomodados. Entonces, esa representación caricaturesca, lamentable de lo popular, de los sectores que llaman 'planeros' ya es toda una consideración en sí misma".

Después, "la figura del estudiante que hace las veces de Cristina Fernández de Kirchner en un atrio muy alto y desde allá arriba les arroja polenta. Todas esas cargas simbólicas son las que tiene cierto sector privilegiado de la sociedad sobre los sectores considerados económica y culturalmente más bajos". 

Pero Ippólito marca una foto particular: "que es una que se saca una protagonista de este lamentable acto después de la presentación. Es una foto triunfal y sostiene un cartón mal cortado con el signo político de 'Todos' con el solcito amarillo pero dice algo muy interesante desde la retorica de la imagen: 'más plane menos pala', que era uno de los carteles utilizados en la representación".

Allí entonces, en esa imagen, "hay un valor simbólico muy importante de por qué el tema de los planes sociales o el 'planero' como enemigo público numero uno se ha ido instalando con una fuerza inusitada y es parte del torrente sanguíneo de cierto sector social que lo utiliza para estigmatizar. La figura del 'planero' aparece muy frecuentemente en el discurso de odio como una justificación, una deshumanización del otro, de aquel que es mantenido por el resto de la sociedad noble y honorable. Es un ser marginal, execrable, digno de todas las condenas posibles y de ser posible del exterminio incluso". 

Y "el contrasentido de esa balanza es la pala, 'más plane' mal escrito sin la S también como una simbología de la falta de cultura. Pero en realidad esto de la pala también tiene una simbología particular porque es el único destino posible del sujeto marginal: no el libro, no la educación, no la escuela, no la alimentación. no la salud, no el estudio ni el progreso; sino la pala. La pala es el único a lo que puede aspirar un pobre. Y el que no quiere trabajar es el que no quiere agarrar la pala. Y la pala ya tiene en sí mismo también un potente caudal simbólico". Todos imaginamos cientos de temas que se podrían haber abordado en esta celebración por el Día del Estudiante, pero "habría que averiguar por qué puntualmente eligieron esta malograda parodia que no deja de ser una sumatoria de expresiones de odio, de dehumanización, de estigmatización social. Es una especie de resumen que desde lo comunicacional es tan lamentable como enriquecedor, aunque parezca un contrasentido".

Revisando las fotos de la presentación del distintivo de los estudiantes de Cáneva, Alejandro Ippólito plantea miradas sumamente interesantes. 

"Podemos ver la vestimenta a la que apelan para representar lo que sería el sector popular, las ropas ridículas, extremadamente amplias, con camisetas deportivas... O sea, la estigmatización visual de lo que es el sector popular que sería la suma de todos los miedos de los sectores más acomodados. Entonces, esa representación caricaturesca, lamentable de lo popular, de los sectores que llaman 'planeros' ya es toda una consideración en sí misma".

Después, "la figura del estudiante que hace las veces de Cristina Fernández de Kirchner en un atrio muy alto y desde allá arriba les arroja polenta. Todas esas cargas simbólicas son las que tiene cierto sector privilegiado de la sociedad sobre los sectores considerados económica y culturalmente más bajos". 

Pero Ippólito marca una foto particular: "que es una que se saca una protagonista de este lamentable acto después de la presentación. Es una foto triunfal y sostiene un cartón mal cortado con el signo político de 'Todos' con el solcito amarillo pero dice algo muy interesante desde la retorica de la imagen: 'más plane menos pala', que era uno de los carteles utilizados en la representación".

Allí entonces, en esa imagen, "hay un valor simbólico muy importante de por qué el tema de los planes sociales o el 'planero' como enemigo público numero uno se ha ido instalando con una fuerza inusitada y es parte del torrente sanguíneo de cierto sector social que lo utiliza para estigmatizar. La figura del 'planero' aparece muy frecuentemente en el discurso de odio como una justificación, una deshumanización del otro, de aquel que es mantenido por el resto de la sociedad noble y honorable. Es un ser marginal, execrable, digno de todas las condenas posibles y de ser posible del exterminio incluso". 

Y "el contrasentido de esa balanza es la pala, 'más plane' mal escrito sin la S también como una simbología de la falta de cultura. Pero en realidad esto de la pala también tiene una simbología particular porque es el único destino posible del sujeto marginal: no el libro, no la educación, no la escuela, no la alimentación. no la salud, no el estudio ni el progreso; sino la pala. La pala es el único a lo que puede aspirar un pobre. Y el que no quiere trabajar es el que no quiere agarrar la pala. Y la pala ya tiene en sí mismo también un potente caudal simbólico". 

Trilogía y nuevas dictaduras

"Estas formas de ejecución pública que existen ahora tienen que ver con que las dictaduras como las conocíamos ya no son posibles en la región, y eso Estados Unidos que es un gran sembradero de dictaduras, lo sabe. Por eso fue que hace varios años se pergeñó este sistema que se dio en llamar 'lawfare' pero que no es más que otra forma de validar y manejar los humores públicos a través de la triple acción de la política, la justicia y los medios", argumenta Alejandro Ippólito.

En este camino, "muchas causas judiciales lo que buscan es generar el descreimiento, la deshumanización del líder popular, eso se genera básicamente desde el medio de comunicación, después toma un estado judicial y es avalado a su vez e impulsado por personajes de la política que son los denunciantes". 

Esta trilogía nueva "ocupa el lugar de las antiguas dictaduras y lo que generan es un efecto de pseudo-democracia en donde lo que se da es una colonización de la subjetividad y un manejo del humor público en contra de ciertos personajes a los que se les atribuyen todos los males de una sociedad y todas las miserias de un país". 

Menciona, por ejemplo, "el caso de Bolsonaro o el aval al golpe de Estado en Bolivia o lo que ha sucedido recientemente acá con toda esta parafernalia del show mediático del alegato de Luciani (por la causa Vialidad) que no fue otra cosa que un muy aceitado mecanismo anticipado siempre por los medios de comunicación, avalado, aplaudido e impulsado por el poder político y llevado a cabo por voluntarios del sector judicial. Toda esa trilogía ha desencadenado en este lamentable suceso", reflexiona en relación al intento de magnicidio. 

Así, "vislumbraron el último gran golpe de impacto para hacer pública la ejecución de la figura que quieren eliminar. En realidad, lo que quieren es eliminar todo un campo social y un signo político porque ahí ven materializados todos sus esfuerzos".

Las nuevas dictaduras "no son otra cosa que otra herramienta del mismo sector dominante. Por eso, ese atentado contra Cristina, lejos de frenar las cosas, las sigue gatillando. No tengo perspectivas de que esto se frene porque haría falta una autoreflexión, un autocontrol que no está dado. Por el contrario, hay periodistas que salieron a negar el atentado o a decir que no le creían como si eso tuviera un valor periodístico. Estas nuevas formas de dar golpes ya no es a través de los cuarteles sino a través de la trilogía entre política de derecha, la justicia asociada y los medios de comunicación hegemónicos que son la voz oficial del sector dominante económico".