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Justo la pandemia viene al mundo en un momento muy complicado para el poder. Ya es sabido que el posmodernismo político impide un disciplinamiento social frente a cualquier gobierno. La gente extraña su individualidad y se rebela a la imposición de cuarentenas estrictas, toques de queda y todo lo que al poder se le pudiere imaginar al Gobierno para disciplinar a la gente. Y mucho más cuando las medidas tienen una alta cuota de insensatez como esta última que ha sido denominada eufemísticamente como "toque de queda sanitario".

En general, el relato llama a la risa medio irónica. Alberto Fernández, que ya es un vocero de Cristina, ha creado el "impuesto solidario" y le coloca el calificativo solidaridad a todo, aunque se contradiga con el sustantivo. Y lo hace con absoluto desparpajo cuando él fue el primero que defendió a la clase política que se negaba a reducirse la dieta.

La paradoja es una constante en la política argentina y no debería llamar la atención toparse con una de ellas en el inentendible e inaceptable discurso político. Pero la realidad nos sigue sorprendiendo.

Mientras los políticos argentinos se rebelan a una reforma política que implique una reducción de dietas, el presidente chileno, supuestamente de "derecha", ya envió al Parlamento un proyecto de reforma de todas las "rentas", como llamó Piñera a las dietas, de todos los legisladores y funcionarios del Ejecutivo, incluido el Presidente. En tanto, "revolucionarios" (¿?) como Cristina Kirchner cobra dos pensiones y un sueldo exentos de ganancias y su compañero defiende como buen corporativista los bolsillos de sus compañeros de corporación.

El posmodernismo político ya relativizó no solo a los políticos sino también a las instituciones republicanas. La gente prefiere tenerlas pero ya no se siente tan representada por ellas.

La legitimidad institucional ya es casi formal. Son institutos plantados en el medio de un desierto ideológico y de una apatía existencial.

La clase política ha hecho lo suyo para llegar a esta situación. Detrás quedaron las luchas de clases y los pensamientos colectivos y dejaron paso a la individualidad que solo pretende ser feliz, libre, consumir y comunicar lo suyo.

Mejor dicho, todos quieren comunicar y expresarse y más allá de que se los escuche. El imperativo es expresarse sin que les importe cotejar su opinión.

La clase política está en crisis, pero mucho ha hecho ella para llegar a esta situación, la verdad ha sido relativizada peligrosamente por el relato de turno y ya nadie quiere discutir cuál es.

Cuenta Dostoievsky que alguna vez los cruzados, en su marcha a Jerusalén, se toparon con una tribu musulmana que exhibía un letrero en sus tiendas que decía "Dios -o la verdad- no existe, todo está permitido", como prefigurando el poder del relato o del discurso vacío, y de la posverdad. La frase nos arroja al vacío absoluto de un relativismo total en el que se pierde todo el sentido de la historia y de la vida. Algo así como "un todo vale".

Y el mundo se ha vaciado de contenido. El país exhibe un desierto de sentidos en donde todo es formal enmarcado en un puro y anodino formalismo suspendido en una vastedad yerma e intransitable.

Porque el decreto presidencial, que comenzó como un intento de disciplinamiento social, acabó siendo una mueca institucional que se diluyó en la nada misma.

Es que nació mal parido. Frente a las fiestas clandestinas, el Gobierno pretendió detenerlas con un patético gesto inocuo, injusto y de doble filo, sin ninguna referencia general.

La policía y los hechos

El Presidente, al no saber qué hacer, se quedó solo "en el amague", como se dice en el barrio, y le confirió todo el poder a los feudales provinciales. Tanto es así que en una localidad de Santiago del Estero, la policía encarceló a una nena de diez años por no usar barbijo. La maltrató y la encerraron en una comisaría. El Presidente no dijo nada y en nombre de un federalismo formal se cae en esta atrocidad.

Salió el decreto a medias, histérico, con objetivos que quedaron difusos y a medio camino porque nadie sabía qué hacer, cómo detener los contagios y las fiestas clandestinas, y a una juventud que solo quiere manifestar egoístamente lo suyo sin pensar en las consecuencias que ellos mismos producen hasta en sus mismos familiares.

No se pensó que se volvía a paralizar la gastronomía, el turismo y la vida de muchas ciudades que viven de esas actividades. No en vano los comerciantes gastronómicos y teatrales de Mar del Plata se negaron a respetar semejante desproporción e insensatez.

"Lo que deben hacer es controlar esas fiestas y no restringir actividades que respetan todos los protocolos", dicen los gastronómicos. Y tienen razón. Pero ¿qué hacer frente a jóvenes que no reconocen la autoridad de la ley y la legitimidad del poder? Los hechos de Claromecó lo demuestran.

Al sociólogo Max Weber le interesaba explicarse las causas por las cuales la gente obedecía y no por qué alguien mandaba. Y concluía en que la gente obedece siempre a un poder porque lo legitima de algún modo, sea porque representa la tradición, el carisma o la ley.

Hoy, para esos jóvenes, la policía como instrumento de lo legal, ya no los representa y reaccionan contra ella. Entonces, ¿cómo controlar esas fiestas? ¿cómo impedirlas para que no se multipliquen los contagios? No hay manera, y el Gobierno, como lo ha hecho antes, apela a una medida general que no discrimina entre lo importante y lo secundario y acaba siendo absolutamente represiva e injusta.

Las hipótesis ad hoc

En ese contexto de relatos, de verdades brumosas y de lógicas creadas para inducir una conclusión parece haberse desarrollado el famoso affaire de las vacunas perdidas en el Hospital de Oncología.

Los sucesos pueden remitir a dos películas muy interesantes por su trasfondo filosófico. Una es "Crímenes en Oxford" y la otra "El señor Holmes" que se relaciona con los últimos años del famoso detective Scherlock Holmes.

En ambos films, los investigadores crean una lógica, un armado de premisas y razonamientos para concluir en lo que desean intencionalmente como conclusión, falsa tal vez, pero con estructuras lógicas.

Las hipótesis pueden crearse desde esas estructuras armadas y premisas falsas que hacen trastabillar a la razón. Pero, como es política, por ahí la idea es la de inducir una conclusión "conveniente" que es la que se busca imponer.

Lo cierto es que parece hasta demencial haber gastado un millón y medio de pesos para adquirir un generador cuando el Banco de Leche tiene una logística adecuada para preservar las vacunas.

Entonces, como decía Alberto Lestelle, sea por supuesto sabotaje o torpeza, en ambas conjeturas "hay responsables y deben renunciar", tras lo cual les apuntó, con nombres y apellidos, al director de la Región Sanitaria IX, Ramiro Borzi, y al diputado provincial, César Valicenti. Lo mismo dijo José Stuppia, titular del gremio municipal, quien conjeturó que la causa pudo haber sido una "sobrecarga que hizo saltar la llave térmica y un supuesto posterior descuido de quienes debían conectar el generador".

La salud en peligro

Ayer se lo vio a Valicenti exhibiendo el nuevo generador, muy tranquilo y sonriente pero satisfecho tal vez de haber arribado a una salida salomónica con el intendente, Ezequiel Galli, quien no dudó en decir que "la teoría del sabotaje tiene cada vez menos peso", desestimándola por completo.

Del resultado se podría inferir que las vacunas se guardan en el Hospital de Oncología, para conformar a la Provincia y que vacunaría en ámbitos municipales. Y todos contentos menos la gente que asiste a esta pulseada muy preocupada por las demoras en la vacunación. Esta semana, se perdieron 400 vacunas, se vacunaron solamente 50 personas en cinco días y con este ritmo se está poniendo en riesgo a la población solo porque la Provincia no articuló humilde, solidaria e inteligentemente con el Municipio para instrumentar un programa de vacunación más eficaz y responsable y mucho más vinculado a la política espuria que a la salud de la población. Los comunicados de la UCR y de La Corriente le apuntan a lo mismo.

Ahora solo resta esperar el veredicto de la Justicia, que puede no llegar jamás o podría ser una verdad tan transitoria y falible como las afirmaciones de la OMS sobre el uso del barbijo.

Y, junto con este caos sanitario, se va imponiendo peligrosamente el paradigma cristinista de un sistema sanitario absolutamente estatal que ha fracasado en todos lados. Lo anticipó Cristina en La Plata y su tropa, incluso Alberto, siguen acríticamente sus directivas. Si hasta el IOMA estaría a punto de pamizar su sistema y eliminar la libre elección de los profesionales. La Vice lo dijo para combatir a los sindicatos porque los veía cerca del Presidente, pero la obsecuencia que la sigue ya lo hizo ley.

Vacíos y peligros

C.F.

Esta era del vacío, como la denominó Lipovetsky, viene entonces con un acendrado individualismo y una peligrosa falta de reconocimiento institucional acompañado por una falta de temor a la ley.

La gente común convive permanentemente con la inseguridad caracterizada por una desprofesionalización de la mafia y la delincuencia (cualquiera, menor o mayor, profesional o no del delito puede generar un hecho cotidiano de inseguridad) y la imposibilidad o incapacidad del Estado para resolver este problema.

El delito cotidiano es inminente y la acechanza es permanente frente a la vulnerabilidad de las personas que esperan ser defendidos por un Estado que nada hace por ellos porque no sabe cómo hacerlo, La policía, inerme por su propia incapacidad profesional y su desconfirmación institucional, tampoco sabe qué hacer.

Los hechos delictivos aumentan día a día. El ministerio de Seguridad provincial conducido por el ex militar motero que solo atina a esbozar un simulacro de preocupación recorriendo con su moto el territorio del AMBA.

Su par de la Nación, la antropóloga Sabina Frederic, se consuela explicando y no resolviendo este fenómeno social en constante agravamiento.

En tanto, el Gobierno no logra atenuar los contagios y apela a la suspensión desproporcionada y desenfocada de la vida nocturna que termina perjudicando a empresarios y trabajadores porque no puede limitar o inhibir a las fiestas clandestinas simplemente porque la policía carece del poder institucional para hacerlo. ¿Qué hacer entonces? En la Argentina de hoy, solo rogar a Dios para que los contagios sean menos de los que se suelen dar.

Pero, como dijo alguien, frente a esta medida insensata y desproporcionada de mandar a dormir a la gente a las 11 de la noche y en pleno verano, una estación expansiva y amigable, ¿qué propondrá el Estado en invierno? ¿les ordenará acostarse a todos a las 6 de la tarde u ordenará un sistema de pupilaje para controlar a la juventud?

La fuerza policial (el Estado) hoy está desconfirmada y no es capaz de prevenir ni de aplicar la ley. El paradigma de hoy no ayuda. El individuo de este siglo, gobernantes incluidos, está viviendo una época especial, sin valoración de la institucionalidad, ni de la ley y con la creencia de que el sistema debe estar sujeto a sus deseos y caprichos dentro de una concepción puramente hedonista de este paso por la vida. Esto es, si no es placer y no satisface mis deseos, me rebelo o no lo atiendo, parecen pensar.

La lógica colectiva del modernismo, el sentido del deber y del compromiso con el semejante se extravió en los meandros de una historia que causó innumerables frustraciones ideológicas y de progreso social. Entonces, el individuo se repliega hacia su propia mismidad y solo piensa en su satisfacción.

Y, como diría Nietsche, no solo Dios ha muerto sino que además han muerto el sentido de la historia, los sueños colectivos de un mundo mejor y solo ha quedado el individuo en medio de su soledad irreductible. Un deseo de estar cada vez más solo (el otro/a limita o acota esos deseos) dentro, como sostiene Gilles Lipovetsky, de una apatía insensible, sin drama ni desgarramiento, y una racionalidad neutra, apacible, pero desaprensiva y carente de lo ético y lo emocional. Ese es el aura tenebrosa de esa concepción de vida.

Entonces, ¿cuál es el destino de los Estados nacionales frente a semejante anomia e individualismo?.¿Cómo construir un proyecto general, democrático y republicano socialmente justo con tanto descompromiso con el semejante? El panorama parece ser muy preocupante, no solo por su presente sino por lo que prefigura: ¿regímenes autoritarios o totalitarios, quizás? El panorama es desolador, el retroceso histórico acecha detrás de la ventana como un monstruo de ficción y lo que ocurrió en Santiago del Estero puede ser una metáfora.

Trajes inservibles

C.F.

El escenario de los comicios de este año pareciera ser el de una repetición del 2013, con un FDT por un lado y otro polo anticristinista por el otro. Aquella vez, Sergio Massa irrumpió inesperadamente y logró convocar a peronistas, macristas, Gen, CC y demás. Se habla de armar algo similar ahora con un sector del peronismo dentro de la oposición y con Emilio Monzó como candidato a diputado por Provincia para convocar al peronismo del Conurbano que no saben cómo contrarrestar el avance de La Cámpora.

En tanto, el camporismo lucha denodadamente por ampliar su electorado y trata de impedir que los sectores peronistas no K sigan dentro del FDT y no se transformen en una suerte de nuevo randazzismo que le quite votos a la coalición gobernante.

Por otro lado, JxC también pretende consolidar su expansión a otros sectores, su relación con el monzoísmo y conservar a los radicales dentro del espacio. A nivel nacional está buscando negociar con Espert para que no se escapen votos de centroderecha a ese partido.

Hoy, ambos polos contienen a los opuestos, y se suele dar que los sectores que se dicen progresistas acaban siendo esa mezcla rara de ser medio "progres" y medio "fachos", y aún los liberales también transitan la ambigüedad ideológica entre lo que sería una posición de izquierda libertaria y una derecha conservadora y extremadamente mercadista. Entonces, o las categorías no sirven -ni sirvieron jamás- para analizar la política o la realidad no se ajusta ni se ajustó nunca a esos trajes.