Karina Gastón

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"Vivir en Viena es un cuento de hadas. Es como un museo", dice Valeria Bolognani, como si pensara en voz alta. Es que jamás imaginó que su hoja de ruta la ubicaría a cinco minutos de la casa de Franz Schubert, muy cerca de la iglesia donde se casó Mozart y de paso por el recinto donde Beethoven compuso la Novena Sinfonía. "Saber que Strauss vivió acá y escribió el Danubio Azul cuando vio este mismo río que ahora veo yo es impresionante", admite la violinista olavarriense que cosecha varios pergaminos en Europa. Lleva quince años en el viejo continente, los suficientes como para saber que Austria la cobija pero que sus raíces siguen acá, a metros del Tapalqué.

En 2005 sus padres vieron en Ezeiza una única salida, cuando ella tenía 15 años, cursaba el polimodal y estudiaba en el Conservatorio de Música. España surgió como un destino impuesto y poco querido. "Tuve que aprender el segundo idioma oficial de la zona donde vivíamos, que era el valenciano y estudiar historia, filosofía en ese idioma. Igual, en un año pude alcanzar el nivel nativo que pedían para aprobar", aclara, consciente de que esos tiempos quedaron muy atrás.

Paralelamente, había conseguido aprobar el ingreso en el conservatorio, que tampoco fue sencillo. Pasó por tres instituciones de música, con mudanzas de por medio, hasta encontrar un profesor que realmente le gustara. Finalmente, después de 10 años, logra el título de violín con las más altas calificaciones, recibiendo mención de honor en violín y un premio extraordinario en viola.

Eso la puso decididamente en carrera y sirvió como pasaporte para ingresar al grado superior de violín en Alicante, que "sería como la Universidad" y en paralelo postularse para hacer un intercambio en Italia, Inglaterra y otras dos ciudades de Austria. "Por suerte me aceptaron en los tres países y decidí venir a Austria", donde hoy reside.

El desafío es terminar sus estudios en alemán de pedagogía musical, en la especialidad de viola y violín. "Aquí hay muchísima competencia, viene gente de todo el mundo y no es sencillo estar en Viena" por lo que su plan de origen era trasladarse a estudiar a un pueblito cercano no sin antes probar suerte en la Universidad de Música y Arte Dramático de Viena.

Daba por sentado que no iba a entrar y "fue una sorpresa increíble quedar seleccionada. Cuando lo leí me quedé sin respiración... Entrar ahí era imposible para mí. Esta universidad está catalogada como la segunda mejor del mundo, estudiar en la misma universidad donde se graduaron maestros como Gustav Mahler, Claudio Abbado o Herbert von Karajan es un sueño cumplido".

Nunca pensó llegar tan lejos y siente que es su lugar. Solo vuelve a España de visita, por sus padres y una amiga y si bien "me siento completamente olavarriense, qué mejor lugar que Viena para la música", repite una y otra vez.

Estar en armonía es innegociable y encuentra un cable a tierra en la cocina, el baile, un deporte, una caminata o un plato de espaguetis. Sin embargo, la música le genera una sensación indescriptible: "Es una fuente de expresión mucho más fuerte, con mucha más carga emocional que cualquier palabra o gesto. Quitarme la música sería como para cualquier persona sacarle el habla", asume.

La emoción de volver

Valeria Bolognani volvió a nuestro país después de 10 años, en 2015, y fue una experiencia intransferible. Avisó seis meses antes y la única que no lo sabía era su abuela Gladys y su mejor amiga Florencia. "Volver a la Argentina, escuchar mi acento o ver un nene corriendo en la vereda gritando ´goool de Boca´ me hicieron llorar. En ningún otro país podría sentir algo así". El reencuentro con su hermana Lucrecia, en Buenos Aires, fue muy fuerte. La esperaban carteles de bienvenida en celeste y blanco, abrazos, llantos, mates y una colección de mantecoles. "Volví a Viena con 5 kilos de más", apunta entre risas.

Ingresar a la Terminal de Olavarría fue otro hito emocional. Allí estaban su tía y primos. A las 10 de la noche era el festejo por el cumpleaños 80 de su querida abuela y el broche de oro era su presencia. Valeria tuvo durante años un sueño repetitivo: quería llegar a la plaza central pero se equivocaba de camino, o le pesaban las piernas, se despertaba o las calles se le confundían. "Fue soñar durante 10 años sin poder llegar a esa plaza hasta este día del festejo cuando apareció ante mis ojos... Eran demasiadas emociones. La plaza era el símbolo que tenía en mi cabeza. Era tanta la necesidad de volver a Olavarría y ahora lo había podido conseguir. Después, nunca más volví a soñar eso", reconoce a la distancia.

"Un agua con gas, señorita", le dijo su abuela a Valeria, que se había hecho pasar por una moza de Le Paris hasta que Emiliano, uno de sus nietos, no aguantó más y la hizo reaccionar. A partir de ahí todo fue reencuentro, emociones y abrazos compartidos.

La segunda sorpresa fue para Florencia, una de sus mejores amigas, que estudiaba en La Plata y su madre la convenció de viajar urgente a Olavarría para la firma impostergable de unos papeles. El reencuentro fue en una fiesta con amigos, organizadores y cómplices. "Cuando me vio, miró a todos como preguntándose ´¿la están viendo ustedes también?´ Fue uno de los momentos más emotivos de mi vida", asegura Valeria.

Que su primo Joaquín de 8 años, que en 2015 tenía 18, la reconociera sin previo anuncio también fue movilizador. "Fue especial, sentí que no se había olvidado de mí", comenta. También fue muy fuerte que los hijos de su prima, de 4 y 10 años, la reconocieran sin tener que presentarse. "¿Saben quién soy yo?, les pregunté y a dúo me respondieron ´sí, sos Valeria la hermana de Lucrecia´. Increíble". Mucha sorpresa y agradecimiento, eso sintió al verse tan querida.

De ese viaje, además atesora el café que tomó con su ex profesora de italiano Lidia, de la Dante Alighieri y los almuerzos con Fernando, uno de los profesores del conservatorio local.

"No pensaba que fuera tan importante para ellos, me hizo sentir querida, amada y eso no lo sentiré en ningún otro lugar del mundo", asegura, mientras se le anuda la voz.

Desandar los 12.500 kilómetros que separan al Danubio del Tapalqué "es como un cuento de hadas también. Cada vez que vuelvo es esa pausa que necesito para tomar fuerzas y seguir con mi vida acá en Viena. Eso no quita que todos los días extrañe muchísimo a mi abuela, mi hermana, tíos, primos y amigos. Sueño seguido con que estoy en Olavarría. He optado por mi formación y lamentablemente todo no se puede", dice sobre el final.

Agradece la charla, promete fotos de antes y de ahora, con el violín y en familia. Pregunta cuándo se publicará la nota y pide dedicarla a esa mujer suele pedir agua con gas, se llama Gladys, es su maravillosa abuela y hoy, justo hoy, cumple 85. Desde Viena, su abrazo y este regalo.

 "El país funciona y muy bien"

K.G.

Austria ha sido uno de los países europeos menos afectados por la pandemia pero en septiembre empezó a registrar un aumento del ritmo de contagios. Sin embargo, Valeria Bolognani prefiere poner ese tema en pausa y hablar de Viena, la cuidad que hoy la contiene profesionalmente y que por décima vez ha sido destacada como la ciudad con mejor calidad de vida del mundo. "Hay muy bajo nivel de desempleo, la limpieza de la ciudad es impresionante. He llegado a ver trabajadores refregar con esponja los tachos de basura para sacar unas manchitas o pintar las paredes de lugares públicos una vez al mes. No hay pozos ni veredas rotas y la gente es extremadamente educada", destaca la violinista olavarriense.

Es más, asegura que nunca vio a nadie tirar un papel en la calle y si así fuera "la misma gente se le acerca y lo hacen ver o se enojan porque es como si ensuciaras la casa de todos". También reconoce que reside en "la segunda ciudad más antipática del mundo. Pueden ser muy amables o muy poco sociables, con distanciamiento que el argentino no conoce".

Es, además, el sexto lugar más seguro del mundo, en cuanto a criminalidad: "La ley se cumple y no hay pero que valga y al que no cumple se lo castiga con multas muy altas y si no querés pagar la opción es la cárcel. Si en Austria estás en cárcel difícil conseguir trabajo. Tengo la ciudadanía europea y si no pudiera justificar que estoy trabajando no me puedo quedar. Tengo que trabajar o estudiar".