@panchoferrari

Que Lionel Messi es un astro, que ha roto todos los récords, que es el jugador más importante en la historia del Barcelona, que generó cada centavo y tal vez más de los multimillonarios contratos que cobró, que seguramente está en el podio de los futbolistas más grandes de todos los tiempos. Ninguna duda de todo eso.

Que amó su camiseta como pocos. Que regaló magia y felicidad a todo el mundo Barsa. Que hizo goles de todo tipo, en todas las canchas y en los partidos más difíciles. Que prestigió la liga española y cada competencia por la que pasó. Que mantuvo la humildad y la calma cuando el mundo entero lo endiosaba. Ninguna duda de todo eso.

Que su nombre es conocido en cada rincón del planeta. Que llenó de camisetas blaugranas cualquier vereda del Conurbano bonaerense, los países más pobres del Africa o las calles de París. Que su figura atrajo a más y mejores sponsors. Que potenció a sus compañeros. Que ganó tantas copas como quiso, o estuvo muy cerca. Ninguna duda de todo eso.

Que se reinventó al final de cada temporada. Que readaptó su juego tantas veces como le pareció necesario. Que soportó salidas de viejos amigos, llegadas de nuevas y promisorias figuras y caprichos dirigenciales que en algún momento buscaron desgastarlo. Ninguna duda de todo eso.

Que sus lágrimas de la conferencia de despedida fueron genuinas. Que quería seguir en el club. Que dijo adiós como un caballero. Que aceptó una reducción de sus ganancias a la mitad para destrabar la situación. Que siente que cada calle y cada esquina de esa ciudad son su calle y su esquina. Ninguna duda de todo eso.

Que Messi ha sido un punto de quiebre. Que ha llevado al Barcelona a un nivel inimaginable y ha marcado un antes y un después en una historia más que centenaria. Que, en definitiva, lo ha hecho mucho más grande de lo que era cuando él llegó. Ninguna duda de todo eso.

Ahora bien ¿Qué actitud debían tomar los directivos y máximos responsables del club y de la Liga frente a una situación como la que aseguran que se había planteado? ¿Retener a su jugador símbolo a toda costa y firmar o permitir contratos que comprometieran la estabilidad financiera en los próximos años? No. Ninguna duda de eso.

Barcelona era Barcelona antes de Messi. Y también lo será después de su salida. Tal vez no sea lo mismo. Tal vez no sea tan grande. Tal vez no sea tan ganador. Pero será. Y no hay nada más maravilloso para un club que nadie, por más importante que sea, esté por encima de su nombre. Llámese Sacachispas, Boca, Spartak de Moscú, Estudiantes de Olavarría, Sporting de Lisboa o Barcelona de Cataluña.