"Este tiempo de pandemia me ha impulsado a tratar de replantearme cómo puede llegar a ser la nueva arquitectura", aseguró la arquitecta Romy Pereira en la previa a la jornada en que se conmemora el día de los profesionales de esa disciplina.

Pereira tiene 32 años de trayectoria: se recibió en 1988 en la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de Mar del Plata. No fue una elección casual. "Nunca hice un test siquiera. Siempre me gustó mucho la matemática y lo que es el dibujo. Desde segundo año de la Secundaria repetía que me gustaba la arquitectura. Y acá estoy", admitió ante este Diario, feliz por el hecho de verse "prolongada" en una de sus hijas, Rocío, que obtuvo el mismo título de grado hace unos dos años.

¿Como fue la profesión antes, incluso en los tiempos en que estaban disponibles los créditos orientados a la vivienda?

Romy Pereira traza una línea que divide aquella etapa prolífica de la construcción, con los préstamos del Procrear, y la caída de esa posibilidad de la mano de los créditos regidos por el UVA. "En lo personal -reflexionó- yo tuve alguno, pero sé que no dieron demasiado resultados para los beneficiarios, no resultaron tan accesibles", advirtió sobre ese formato que terminó elevando las cuotas en niveles insospechados y para los que, finalmente, hubo una decisión gubernamental de congelarlos.

El último boom verdadero de la construcción a nivel masivo, entonces, fue el programa Procrear, que acercó a aquellos con sueldos intermedios la posibilidad de acceder a un techo propio.

Viviendas particulares o proyectos inmobiliarios: el trabajo recién comenzó a mermar con la pandemia y la inactividad del sector. "Hay una clientela que tiene un cierto nivel adquisitivo y por eso mismo, piensa en términos de inversión", advirtió la profesional. En ese marco, "hubo algunos trabajos que estaban en su culminación justo cuando comenzó la pandemia y otros ya iniciados" que, indefectiblemente, se vieron paralizados para resguardarse con las medidas del aislamiento social preventivo y obligatorio.

Sin embargo, reanudar esas obras no es una decisión sencilla. "La gente está expectante, esperando un poco para ver lo que puede llegar a pasar en el país y eso dificulta las acciones, porque si la idea es una inversión, prefieren esperar. Tengo colegas que por ahí continúan con obras por el hecho de que existe la necesidad de concluir una casa propia, o porque lo que resta es un mínimo porcentaje del proyecto total". El gran obstáculo, entonces, es la incertidumbre económica, donde se evalúa lo que vendrá, la suba del dólar y tal vez hasta el eventual acuerdo del Estado con los acreedores internacionales.

A su entender, son muchos los propietarios que guardan temores acerca de como se cumplimentan las prevenciones de la actividad, ya que se trata de una disciplina que, en la práctica, nuclea a variados rubros en los que resulta complicado efectivizar el protocolo. "Es difícil - planteó- porque nosotros como profesionales no podemos controlar todo el tiempo el lugar de la obra. En empresas u obras muy grandes, que pueden darse en la Capital o en ciudades más pobladas, donde existe una empresa constructora y sí o sí te exigen un ingeniero en Seguridad e Higiene que tenga el control de todo esto, es más factible que se cumpla".

La nota completa en la edición impresa de este miércoles en el diario  El Popular.