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Fue Napoleón Bonaparte quien dijo que la guerra era algo demasiado serio para dejarla en manos de los militares. En este caso, con la pandemia pasa algo parecido, y el Gobierno delega toda la responsabilidad del confinamiento en los infectólogos que tiene a su alrededor y consulta toda vez que la situación se agrava.

Como diría Max Weber, los especialistas son necesarios, pero la visión global la tienen, o la deben tener los políticos que pueden manejar mucho mejor la multiplicidad de variables que los especialistas.

Por lo tanto, esa decisión la deben tomar los gobernantes quienes a su vez también parecen beneficiarse con este confinamiento y por ello, quizás conociendo de antemano la opinión de los infectólogos, delegan en ellos toda la responsabilidad del encierro general de la población.

Sin querero, seguramente, el consejo de científicos del que se rodea el Gobierno, acaban cargando ese régimen policial que el gobierno quiere implementar. La gente en su casa, mirando TV y consumiendo poco, suele ser el mejor aliado de los regímenes autocráticos y opresivos. La cuarentena volverá a ser entonces, una sucesión de películas y títulos literarios. Los nueve días de ahora van a ser "9 semanas y media" y más también hasta llegar a ser, como la obra del poeta Arthur Rimbaud, "Una temporada en el Infierno", y todo esto es así porque no hay vacunas o no están las necesarias.

Al final, como siempre decimos en esta columna, tanto remar para morir en la orilla. Como se leyó en un twitter, el país tuvo diez meses de cuarentena inutilmente. "La economía se cayó un 9,9 por ciento, se perdieron miles de puestos de trabajo, (se murieron 70 mil personas), quebraron numerosas empresas, la pobreza trepó hasta al 50 por ciento de la población, y a pesar de eso seguimos siendo uno de los países más complicados del mundo por el Covid", escribió Liliana Franco.

El mismo

libreto

Al Presidente parece venirle muy bien la segunda ola porque, por su incapacidad y su inoperancia, no tiene que pensar en un plan económico ni un programa de gobierno, simplemente porque no sabe hacerlo. Entonces, la crisis sanitaria lo conduce solamente a confinar a la gente y limitarse a simular que gobierna. No sabe lo que busca y por lo tanto nunca va a saber lo que podría encontrar. Alberto Fernández no ha dejado de ser lo que fue, apenas un secretario de Gobierno que no parece tener la menor idea de lo que es gobernar. De ahí precisamente su regodeo, como el que sienten Kicillof y Gollán, para decretar confinamientos interminables, cuando la verdadera y única solución pasa por la vacunación. Ese debería ser el argumento de la oposición contra las políticas de encierro, pero sin embargo, de pronto se escucha al doctor Carlos Regazzoni, ex titular del Pami durante el gobierno de Cambiemos, apoyar las políticas de encierro obligatorio del Presidente y del Gobernador. O a la inversa, porque no se sabe quien define.

La fuerza policial va a quedar acuartelada. Se dice que el confinamiento será hasta fin de julio. Veremos si pasaremos otro año encuarentenados y si la población lo permite.

Pero no hay que desestimar el regodeo que les produce a los gobernantes, al menos los argentinos, en confinar a la gente. Sienten una enorme sensación de poder disponer de la libertad de las personas y de ponerle principio y fin al encierro.

Todo es

electoral

Es cierto que la segunda ola azota la sociedad, pero la única y exclusiva solución es la provisión de vacunas, algo que en Argentina, por desidia, negligencia o lo que fuere están faltando. Hoy por hoy, cuando el país debería tener un 30 por ciento de vacunados con doble dosis, los números son muy diferentes y desalentadores. Solo 8 millones con una sola dosis y tan solo 2 millones con las dos. Entonces, el recurso excluyente para Alberto y compañía pasa a ser el encierro y el confinamiento de la población, para colmo, con una oposición absolutamente inactiva y complaciente.

Hace unos días, María Eugenia Vidal sostenía que "si se utilizara la infraestructura sanitaria de los municipios, se podría vacunar cuatro veces más de lo que se vacuna, pero no lo hacen para dilatar electoralmente la vacunación".

Mientras tanto, la economía naufraga por todos los costados, los trabajadores del sector gastronómico deben "vivir" con sólo 23 mil pesos mensuales y los propietarios luchan denodadamente para poder sobrevivir.

Ni hablar del trabajo informal o de las pymes que no solo buscan preservar sus puestos de trabajo sino también producir para pagar impuestos que nadie les perdona o esperar incansablemente créditos a tasa cero que nunca llegan o que, según la versión solo benefician al ex vicepresidente, Amado Boudou. Al respecto, según un diario digital, "los inscriptos en municipios oficialistas (en este tipo de créditos) fueron beneficiados el 100 %, mientras que en los de JxC no llegan al 35%". Éste, entonces, es uno de los graves problemas institucionales de un país que maneja los temas de Estado de acuerdo al color político del que gobierna. En tanto, el ministro Guzmán sigue padeciendo una crisis de autoridad porque no lo puede echar a Basualdo, un subalterno pero que parece tener mayor poder que su jefe.

Florencio

vuelve

Ahora, nuevamente Florencio Randazzo, aquel ministro de Felipe Solá y luego de la Nación, habría sumado el apoyo del lavagnismo y del peronismo histórico para ir "contra Cristina y La Cámpora", según dicen para poder sacarle otra vez aquellos siete puntos que le restó en 2017 a Cristina y le dio el tiro del final frente a Esteban Bullrich.

También se comenta que Randazzo habría logrado la promesa de empresarios para solventar una campaña que promete tener un gran despliegue en la provincia de Buenos Aires, fundamentalmente en Olavarría donde tuvo una importante representación hace cuatro años.

A Fernández no le quedó siquiera Massa a su lado, puesto que el tigrense hoy frecuentaría lo que sería la casa matriz del poder mientras trata de convencer al lavagnismo de cambiar la ley para modificar el mecanismo de elección del Procurador Nacional.

Y no es extraño esto porque si el destino del país depende del voto de los bonaerenses, entonces, ¿por qué la casa central del poder podría funcionar en otro lugar?.

Azul y

Olavarría

El Waterloo final se va a ir dando en el Conurbano en donde se define el destino del país, y en los alrededores se dan algunas escaramuzas que solo sirven para acompañar.

En la Séptima continúa la pulseada por la conformación de la lista de senadores en donde el alvearense Alejandro Celillo hace todo lo posible para ocupar el primero o el segundo lugar, aunque Ezequiel Galli y Hernán Bertellys ya le pusieron un cepo y se quedaron con el primero y el segundo lugar.

De esa manera buscan ponerle un puente a aquella grieta entre olavarrienses y azuleños que rigió históricamente, y solo superada por la "cooperativa" de cargos que funcionó durante los "reinados" de García Blanco, Sivero y Barberena, Di Salvo, entre otros pertenecientes a la llamada "Liga Federal", mientras que Isidoro Laso y Domingo Vitale respondían al Lipebo, de Osvaldo Mércuri, aunque las dos líneas respondían a una sola cabeza, la de Eduardo Duhalde. En fin, lo mismo que pasa con Máximo Kirchner y sus dos hipóstasis: La Cámpora y La Corriente.

El panal

de Cristina

Después de aquel discurso de Cristina Kirchner en el Estadio Único de La Plata en donde la Vice bajó línea política sobre lo que se debe hacer con la economía y también con la Salud, basta con ir a una farmacia para ver como ese plan estatista y horizontalizador de las obras sociales ya se está implementando. El sueño de Cristina es el de pasar una guillotina horizontal y nivelar para abajo a todos los argentinos. Adiós, entonces, a aquel sueño del peronismo de generar una clase media surgida de un sector trabajador dignamente remunerado. Cristina, por el contrario, aspira a una sociedd centralizada en un Estado absolutista y con una sociedad de abejas. Esta vez, y tal como lo anticipó en La Plata, eligió al Pami como ejemplo del denominado "sistema integrado nacional", una obra social solventada desde el empobrecimiento acelerado del resto de las sindicales que se van deteriorando por la misma caída de los salarios.