"El Aconcagua es un ícono. Es la montaña más alta que hay, pero el que subió y caminó aunque sea tres picos en Sierra de la Ventana sabe del esfuerzo que implica y sabe lo que es llegar. Esa recompensa acá se ve multiplicada por mil porque no hay una montaña más alta que esta. Me va a marcar para toda la vida".

El que habla es Javier Moraga, un olavarriense de 47 años que practica montañismo desde 2014 y que actualmente preside el Club de Montaña en nuestra ciudad que cuenta con unos 200 socios.

Lo cierto es que hace muy pocos días llevó la bandera de su institución hasta lo más alto del Aconcagua, junto con otra insignia en apoyo a la causa solidaria por el rugbier accidentado Joaquín Draghi.

Después de hacer cumbre en la montaña más alta de la tierra en una expedición que duró 15 días, relata a EL POPULAR esta aventura única e inigualable.

Todo comenzó el 21 de enero y se extendió hasta el 4 de este mes. De unos 40 expedicionarios, llegaron a la cumbre entre 10 y 15, y de esos Javier y su compañero de San Martín de los Andes se contabilizaron como los dos únicos argentinos que plantaron bandera a 6.962 metros de altura.

Lo que sintió en ese momento "es difícil de describir", asegura mientras explica que "son emociones muy fuertes que vienen de adentro. Emociones que no lográs sin tanto esfuerzo y compromiso porque nos tomamos muy en serio el Aconcagua. No fuimos como turistas, fuimos a hacer montañismo tradicional".

Son emociones muy fuertes que vienen de adentro

Expresa un "agradecimiento pleno a la gente que nos acompañó desde lo emocional, desde lo espiritual, gente que te ama y quiere que te vaya bien. Se junta todo en la cabeza, pero en ese momento con Diego (uno de sus compañeros de expedición) nos fundimos en un abrazo reparador".

Es que a esas alturas, en la cabeza empiezan a correr miles de fotografías de toda la vida transcurrida, los seres queridos, los momentos más importantes, infinidad de sensaciones en pocos minutos. "Son muchos años detrás de esta cumbre. Desde 2014 que me dedico a esto y fue un aprendizaje de todos estos años hasta escalar el Aconcagua". 

Entre aquellas miles de imágenes "estuvieron también mis hijos presentes, toda mi familia. Fue muy fuerte, pero el sentimiento que predominó es el agradecimiento a la vida por poder darme esta posibilidad, ser afortunado de tener dos piernas y poder usarlas para esto, y también por tener la fuerza de voluntad para concretar este desafío". 

La expedición

 Entre miles de expedicionarios a lo largo de la historia, más de cien han fallecido en el intento de hacer cumbre en el Aconcagua. 

"Del Club de Montaña éramos siete personas que formamos parte de la comisión. No estuvo abierto a los socios sino que fuimos los que teníamos un poco más de experiencia y preparación. Se sumaron un amigo de San Martín de Los Andes (que llegó a lo más alto con Javier) y otro de Tucumán".

Ya con la experiencia "de hacer seis miles", tal el lenguaje del montañismo que se divide por metros, "surgió esta posibilidad. Pero este año fue particular porque la temporada va de noviembre a marzo, l año pasado no habían abierto por la pandemia y este año solo la limitaron a 45 días, lo cual también fue un caos porque es una montaña donde viene gente de todo el mundo, entonces estuvo todo atestado por problemas de Covid. Si bien acortaron temporada en el marco de la pandemia, creo que fue peor porque se amontonó muchísima gente así que estábamos muy condicionado por eso".

La expedición de dos semanas se dividió en dos partes. "Normalmente lo que se hace es ir al Parque Aconcagua y empezar a aclimatar ahí, porque es algo necesario porque estamos al nivel del mar y el cuerpo se tiene que aclimatar a la altura, a más de 4 mil metros. Ese proceso lo empezamos en un parque provincial que se llama Cordón del Plata en Vallecitos, Mendoza"

Se trata de un campamento de altura a más de 4 mil metros y allí "se empieza a hablar de media y alta montaña". Permanecieron dos días y "después bajamos, estuvimos un día en una cabaña acomodando todos los equipos para subir".

Javier explica que "esto se denomina cordillera central. Hay otros seis miles que son considerados difíciles, pero acá la particularidad es la variación del clima no de un día al otro, sino en un mismo día podés tener nevadas, sol y hasta lluvia. Y ocurrió un fenómeno que no pasaba desde hacía décadas: llovió mucho una semana antes a 4 mil metros de altura, normalmente no llueve a esa altura sino que nieva, entonces el Parque estuvo cerrado por aludes y desprendimientos". 

Con 15 días de expedición y tan corta temporada, intentar la cumbre se hizo también más complicado porque "hay algo que se llama ventana de tiempo y en ese momento salieron todas las expediciones juntas porque tuvimos una ventana de tiempo el día 2 y después recién el día 8, no hubo más".

El compañerismo como valor primordial

En total, fueron nueve quienes formaron parte del grupo que integró Javier Moraga. Todos con los equipos técnicos de alta montaña porque "tenés que ir con lo mejor, con lo más técnico. Se empieza a jugar un poco la salud: si vas con guantes malos se te congelan las manos y ha pasado, con los pies lo mismo. Es una temperatura de 40°C bajo cero de sensación térmica", ejemplifica el olavarriense. 

Salieron a las 4 de la madrugada y una hora después debieron soportar el viento y dos días de nieve. "En el momento de la cumbre tuvimos la suerte que se despejó, pero a esta altura tenés que ser consciente de las condiciones. Ese día hubo seis evacuados con edema pulmonar o cerebral".

En ese contexto, siete de sus compañeros decidieron bajarse, en el anteúltimo campamento ubicado a 5.400 metros de altura. "Lo decidieron por cuestiones de salud y también físicas, algunos habían llegado medio justos. Con Diego (de San Martín de los Andes) decidimos ir a otro campamento que se llama Cólera a 6.100 metros". Con una nieve tremenda armaron la carpa y a las 2 de la madrugada sonó el reloj para prepararse y seguir camino a lo más alto. "Esa travesía a la cumbre, hasta los 6.962 metros, nos llevó once horas y media", ya con unos 15 ó 15 expediciones de las 40 que lo intentaron en sus inicios. 

Los únicos argentinos "éramos nosotros dos. Había canadienses, rumanos, polacos, franceses, japoneses, yanquis, un ecuatoriano, brasileños, españoles, ucranianos y chilenos. Es increíble, me llamó mucho la atención la cantidad de gente que viene a subirlo. Hacía mucho frio y eso fue determinante, nosotros estábamos muy fuertes, hacía 9 meses que yo venía entrenando duro para esto".

A lo climático se suma que "es una actividad muy intensa y demanda casi 17 horas de caminata a 6 mil metros con todo lo que implica haber llegado hasta ahí. Veníamos caminando durante 10 ó 12 días con el peso de todos los equipos. Podés tener más comodidades según el bolsillo, pero nosotros lo hacemos más a la antigua, dependiendo solo de nosotros, ése es el desafío. Estos americanos que subieron, lo hicieron con trajes y grupos de oxígeno que se usan para en el Everest. Nosotros hacemos montañismo tradicional, por eso mismo también los chicos bajaron. Vos salís con tu propios medios, nadie te subió una mochila y el camino lo decidís vos".

De hecho, en Nido de Cóndores que es otro campamento a 5.350 metros de altura, con gran acumulación de nieve "cruzamos a un polaco que estaba perdido, hacía dos días que daba vueltas por ahí. Estaba todo quemado por la nieve y el sol, y no reaccionaba. Tuvo un edema cerebral, lo asistimos, avisamos a la patrulla, lo guiamos para que bajara y lo fueron a buscar en helicóptero. Ese gestito nos gustó porque pasaban por al lado de él otros expedicionarios y no le daban bola. Creo que por el ego se pierde un poco el espíritu del montañismo, lamentablemente. No es solo ir e intentar la cumbre. Esos son los valores que transmitimos en el Club de Montaña a los socios: el compromiso con la montaña, con la pachamama, la cuestión del cuidado del medio ambiente, la solidaridad, el compañerismo. Con nuestros socios hacemos trekking y hemos tenido un lindo resultado con gente que no tenía experiencia y se animó a montañas icónicas como el Lanín".

Una bandera solidaria en  lo más alto de América

Javier Moraga hace un paréntesis en su relato para agradecer a su grupo, "al grupo que éramos porque la cumbre es de todos, un hubiese sido posible sin ellos, éramos un equipo y se sintió eso, era un festejo colectivo. No estaban ahí, pero se sintió su energía". 

Además, "quiero dejar en claro que si la pachamama no hubiese querido, nosotros no subíamos. Eramos hormigas tratando de subir a una montaña gigante, la más alta sacando el Himalaya. Eso nos permitió ella".

Ya en Olavarría, este montañista olavarriense dice que "me ha pasado varias veces que bajo de una montaña cansado, con gana de recuperarme pero con la mente puesta en un próximo objetivo. Ahora me sucede que no puedo vislumbrar otra montaña. Seguramente haremos alguna más, hay miles de montañas en Argentina. Probablemente encare para Salta a un volcán que es objetivo y por el cual inicié el montañismo".

Javier hace referencia al volcán Llullaillaco. Allí "encontraron las momias más conservadas del mundo". Cada experiencia es única para este olavarriense. "Las montañas son todas distintas, sencilla no hay ninguna y por eso siempre voy con respeto. Cuando la naturaleza te dice 'bajás' es así o bajás o te quedas ahí para siempre. Yo voy a disfrutar el hecho de estar ahí. La cumbre está buena, pero es el regalo y lo más importante es saber tomar buenas decisiones. Tengo 47 años, tengo hijos y quiero volver a verlos, no quiero morir en el Aconcagua o cualquier otra montaña".

Esta vez se dio, y se sumó una buena causa más allá de la propia. "Con la del Club de montaña llevamos una bandera con una causa solidaria por Joaquín, pudimos llevarla hasta la cumbre para que la gente sepa que también hay una causa noble más allá de lo deportivo. Fue emotivo llevar esa bandera a lo más alto, fue un orgullo también y nos dio fuerza eso. Tengo un hijo de esa edad y en un momento me pegó la causa y la tomé como propia. Entonces, subimos esa bandera también a los más alto de América".