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¿La pandemia mejoró a la humanidad? ¿El mundo es más vivible? ¿Las pequeñas patrias alojan a dirigencias más sensibles, menos mezquinas? ¿La célebre fisura social de la Argentina se dio una tregua en medio de un sufrimiento colectivo y por la salud pública? Nada de esto sucedió. Las mejoras de la especie pudieron vislumbrarse en los abajos, en los grupos que ejercieron la solidaridad como práctica cotidiana, en aquellos que sintieron el dolor del otro como propio. Muchos de los arribas fueron patéticos. Aunque en las entretelas del poder, siempre hay figuras que reconcilian con esta tierra y esta vida. La Argentina transformadora que suele ser cabeza de grandes cambios votó la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Se colocó en la cima de América Latina, aunque todavía necesitó de un eufemismo para decir aborto legal. Mientras tanto, la vacuna Sputnik cayó violentamente en la fisura, en la que la oposición dispuso, en reunión zoomera, que no había que hablar a favor porque era un triunfo del gobierno. La salud pública es un detalle. Y cuando el agua es un derecho humano en carencia, se vuelve también en carestía: la Cooperativa que la provee en Olavarría la aumenta en un 100%, el Municipio la avala y parte del peronismo también. En los últimos días de diciembre la presión era baja en Olavarría; bajísima. Y hacía calor.

De marzo a enero pasó una vida. Y muchas muertes. Una vida aplanadora, un dolor planetario, una tragedia global. Como varias generaciones no conocieron jamás. En medio de la catástrofe viral y en el confinamiento de calle vacía y empleo vacante, una troupe de filósofos mundiales especuló sobre la reacción de la humanidad. Giorgio Agamben leyó al virus como un invento de la dominación capitalista. Slavoj Žižek se atrevió a hablar de una caída del sistema y un camino al socialismo. Muchos dieron por hecho que la humanidad se superaría después de la desdicha. Algo así como volveremos y seremos mejores. Aun cuando las crisis, que son parálisis y miedo, fueron históricamente el puente para la irrupción de las derechas más autoritarias.

Definitivamente no cayó –ni caerá- el capitalismo como lo soñó Žižek. Y la humanidad continúa en su firme camino hacia la autodestrucción sin tomar conciencia de que el nuevo coronavirus y los que vendrán no son fruto del azar sino de su propio desprecio por la casa global, aquella que no es sólo hospedaje para el hombre genérico sino para una biodiversidad infinita que, alterada violentamente, reacciona liberando aquello que está ordenado meticulosamente por la naturaleza.

Peligro de polonio

En la Argentina se está vacunando contra el covid19, en pleno rebrote de la pandemia. La segunda ola ya está en la vecindad y, relajamiento e irresponsabilidad generalizados mediante, en el país ya se apoltronó como para quedarse. Pero se discute la vacuna. Se la combate. Se busca a cualquiera que hable en contra. Y se incita a la población a no vacunarse. Un combo de insensatez inconcebible cuando se trata de la salud. Con la música de fondo de una ex diputada –más clown que política a estas alturas- que presentó una denuncia penal por envenenamiento contra el presidente.

¿Qué piensan? ¿Que Putin inoculó polonio en las vacunas para matar cuartomundistas en masa, así como se saca a sus adversarios de encima? ¿No dicen nada de Pfizer, que usó a la Argentina y ahora les vende a todos pero a este gallinero del mundo no porque es lejos y pobre? ¿A nadie se le ocurre cuestionar que Canadá ya tenga compradas vacunas para cinco veces su población mientras que esta cola del globo no logra imponer una porque cuestionan al líder del país que la fabrica? Pfizer es norteamericana. ¿A quién le gusta Trump? ¿No resulta tan poco confiable como Putin? Ah, para los incautos oficialistas y opositores, sería bueno que recordaran que al ruso le queda tanto de comunista como a Carrió de miss Chaco y de intelectual respetable.

Desigualdades

La desigualdad del mundo que la pandemia, lejos de aplanar, llegó para profundizar, no desvela al poder en el país. Si se concibe como poder a la concentración económica y a las corporaciones judicial, política y mediática. Esta última puso voceros de hierro a la causa contra el ridículo "aporte solidario" de los ricos. Cuando la pobreza castigó duramente a gran parte de la población la riqueza, desde sus palacios, prometía que le iban a sacar un peso sólo pasando por sobre su cadáver. Y el poder político no era capaz ni siquiera de un gesto. Una renuncia. Un porcentaje de sus salarios, dietas o como se llame sólo para decir me importa –un poquito- lo que les pasa a los compatriotas. Pero en el medio, Macri vivió de vacaciones y compró parte de las acciones del diario La Nación para que salga una nota por día de la crema que se pone en la cara Juliana Awada. Y Cristina peleó judicialmente hasta que logró cobrar las dos jubilaciones de privilegio (pensión por marido ex presidente fallecido y jubilación por ex presidenta) por un total de dos millones por mes. El salario mínimo y la jubilación mínima no llegan a 20 mil pesos.

No salió mejorada la dirigencia argentina de la pandemia. Tal vez mejore después de la segunda ola. Pero no parece.

Derechos

Al borde de uno de los peores años de nuestras vidas, la Argentina consagró el derecho de la mujer a abortar legal y gratuitamente. La sesión del Senado transcurrió en paralelo a la de Diputados, que aprobó una nueva fórmula de movilidad jubilatoria. Por supuesto que la chiquitez de siempre llegó a decir que el Gobierno dispuso el tratamiento de la ley de aborto para tapar el saqueo a los jubilados. No es tan fácil: la ley de aborto es de avanzada. Y la nueva fórmula no les cambia nada a los jubilados. ¿500 pesos más o menos? Cualquier ibuprofeno cuesta 200. Una factura de luz revienta una jubilación mínima. Lo que no se comprende –o sí, pero las políticas económicas reglamentadas desde los organismos internacionales y las deudas ad hoc disponen la invariabilidad del estado de cosas- es que no hay fórmula que valga si la base sigue siendo inhumana. Con 19 mil pesos de mínima cobrados por la mitad de los jubilados, un 8 % o un 10 de aumento cada tres meses no mueve ningún amperímetro. Simplemente los viejos no pueden cobrar menos de 20 mil pesos. Porque, definitivamente, la vejez está condenada a la pobreza en la Argentina. Gobierne quien gobierne. Como la infancia. Las dos puntas no rentables de la humanidad.

Pero a la vez el país es puntal de derechos en el continente. Y en el mundo. Qué loca que es la Argentina. Tan destruida y tan avanzada. Tan alta individualmente y tan quebrada en lo colectivo. Tan quebrada en el todos pero a la vez tan dueña de luchas como el pañuelazo verde que terminó en la interrupción voluntaria del embarazo consagrada legal. O como la que detuvo el dos por uno de la Corte contra los genocidas. O como la que contiene todavía las granjas porcinas pandémicas en el país y el trigo transgénico. Contradictorio país.

37 años

Hace 37 años regresaba la democracia. Como regalada por una guerra atroz e inútil. Se asomaba de entre las cadenas. Sin derechos ni libertades. Todo por construir.

La primera demostración al mundo fue el juicio a las juntas dictatoriales. Que continuaron más tarde con el enjuiciamiento a la mayor parte de los genocidas. Nunca se había logrado en el mundo, sosteniendo la sobrevida de la democracia.

En 1987 se atrevió con otro desafío, esta vez al poder eclesiástico: con un debate con visos tan inquisidores como el actual –pero en una sociedad que salía del oscurantismo más atroz- finalmente la ley de divorcio vincular fue una realidad palpable. En dos años y medio Argentina empezaba a salir de la noche.

Después el cupo femenino, difícil de digerir pero finalmente útil, según se vio el 29 en el Senado –el 70% de las 28 mujeres votó a favor mientras que de los 44 hombres, sólo lo hizo el 45%-, la caída del servicio militar obligatorio –con el rostro de una tragedia-, la identidad de género, el matrimonio igualitario y ahora la legalización del aborto. En los últimos diez años el país, empobrecido, debilitado, con una dirigencia en general mezquina y mediocre, se convirtió en un faro de la siembra de derechos.

La pandemia llegó a desnudar almas, a poner las miserabilidades al sol, a que un diario importantísimo califique de "polémico" a un cura que incita al femicidio para las mujeres que apoyaron la IVE, a que el monstruo contagiador sólo horrorice si las manifestaciones son de los anticuarentena y no del peronismo de la lealtad y todo lo demás que vino después.

Casi 12 mil contagios antes de la Navidad hablan de que nada se terminó en esta tierra.

Casi cien muertos en Olavarría. 5500 casos. El agua que duplica su valor y que escasea en las canillas.

Pero, como siempre, la movida anda por los abajos. La ola verde generó que fuera posible la ley el 29. Aunque ahora lluevan espantados amparos judiciales. Y sólo será posible que este dolor se convierta en esperanza si el abajo sigue en pie. Alerta y en pie.