Daniel Lovano - dlovano@elpopular.com.ar

Seis años pares no bisiestos transcurrieron, y otros tantos Mundiales, desde aquella tarde horrible de junio de 1998 que Gaby Raimondi llegó a la redacción de EL POPULAR para contar sobre sus sueños aún incompletos de ser futbolista profesional. 

La pelota estaba anclada en París y los ojos de casi todo el planeta perseguían el brillo de las estrellas en el Mundial de Francia.

Pero había (y sigue habiendo) otra realidad: la de millones de pibes que la pelean, que no se doblegan, que comen cuándo y cómo se puede, que hacen frente a las adversidades, que se cagan de risa de los augurios y las recomendaciones por soñar con llegar algún día en esos lugares.

Casi un cuarto de siglo atrás la realidad de Gabriel Raimondi eran las divisiones inferiores de Atlanta y sus carencias, dormir en un hotelucho de Núñez en la misma habitación con otros pibes de idénticas ilusiones y haciendo durar hasta desafiar las leyes de la naturaleza las cajas de comida que su mamá mandaba desde Olavarría.

Sin necesidad; sólo porque su pasión lo empujaba.

En su hogar del barrio Sarmiento no le faltaba nada, pero una vez cerrada la etapa de la escuela secundaria se fue a Buenos Aires con el compromiso de seguir los estudios universitarios y jugar a la pelota… Sobre todo, esto último.

Es la menor introducción posible para una vida como la de Gabriel que, después de debutar en la primera de su Racing recaló en Atlanta, tuvo un corto paso por el fútbol de Venezuela, transitó (con éxito) por los campeonatos de las categorías más bajas del ascenso italiano, y un día llegó al Pisa.

En la ciudad de la torre torcida fue capitán, ídolo, jugó más partidos que el "Cholo" Simeone, peleó varias temporadas el ascenso a la Serie "A" y los tifosi hasta le dedicaron canciones.

Para sintetizar, logró cuatro ascensos en el "calcio", se hizo un nombre en el fútbol italiano, que escribió con letras de molde cuando pasó a ser DT: el crack serbio Sinisa Mihailovich lo llevó como su asistente, primero al Torino y luego al Bologna.

Sorpresivamente, en enero pasado Gabriel Raimondi fue presentado como parte del cuerpo técnico de Uruguay, que encabeza Diego Alonso en reemplazo del "Maestro" Tabárez.

La "celeste" marchaba séptima en las Eliminatorias Sudamericanas y en bajante, y venía de derrotas humillantes.

Un empujoncito más y estaba el abismo.

La taba se dio vuelta y dentro de 32 días Uruguay, Alonso y Gabriel Raimondi debutarán en el Mundial de Qatar: el jueves 24 de noviembre, a las 10 (hora argentina), contra la Corea del fantástico Son Heung-Min del Tottenham Hotspurs, en el estadio de la Ciudad de la Educación.

"¿Cómo se dio? Tener la posibilidad de ir a un Mundial es el sueño de todos los que trabajamos en el fútbol; la convicción que me contagió Diego (Alonso) cuando hablamos y me pidió que fuera uno de sus colaboradores; para mí las responsabilidades eran mayores de las que tenía en Bologna y eso me gusto" contó Gaby desde su casa vecina al aeropuerto de Carrasco, interrumpiendo por algunos minutos el análisis del uruguayo Leandro Cabrera en el Espanyol de Barcelona para atender la llamada desde Olavarría.

No hacía tanto había terminado su jornada en el complejo "Uruguay Celeste" de la Asociación Uruguaya de Fútbol, donde se "interna" todo el cuerpo técnico a las 8 de la mañana y trabajan en los más mínimos detalles con miras al debut mundialista hasta que caiga el sol. Sin desatender la evolución de las selecciones juveniles.

"Siempre voy en búsqueda de cosas que me estimulen, y la verdad que esto era un sueño. Con el diario del lunes es hermosa la historia, pero cuando asumimos estábamos lejos de todo" valoró.

Con Diego Alonso nunca habían jugado juntos, ni siquiera habían compartido la misma liga, por eso una de las primeras preguntas fue cómo se dio el contacto.

"Nos conocíamos desde hace un tiempo. Teníamos amigos uruguayos en común, hablábamos mucho de fútbol, él iba a visitarme o nos encontrábamos en Europa para hablar, para ver partidos. Siempre estuvo latente la idea de algún día sumarme para un desafío importante" relató.

"Diego tiene una metodología de trabajo fantástica, que a mí me llamó mucho la atención, por eso le preguntaba cosas, charlábamos de la defensa, de tácticas, de la gestión, de todo… Cuando te juntás a hablar de fútbol brotan los temas naturalmente" reflexionó.

"Fue algo inédito para mí, raro, pero hoy estoy feliz de la vida" confesó.

Hace 9 meses que Gabriel está mucho más cerca de sus padres en el Barrio Sarmiento, y muy lejos de su esposa e hijos, que se quedaron en Pisa.

"No fue un tiempo fácil, por las distancias, pero la verdad es que la hemos llevado bien. A Olavarría he ido dos veces para ver a mis padres, a mis amigos, cosa que no había podido hacer desde muchísimo tiempo atrás, y ellos me vienen a visitar a Uruguay" comentó.

Cuando asumieron, Uruguay venía de traspiés consecutivos con Brasil (4-1), Argentina (3-0 y 1-0), Bolivia (3-0) y un empate desalentador 0-0 de local ante Colombia.  

Quedaban cruces bravos con rivales directos: Paraguay en Asunción, Chile en Santiago y Perú en Montevideo.

"Haciendo las cuentas sabíamos que no iba a ser fácil, pero el desafío era hermoso y estábamos muy convencidos de que nos podía ir bien" afirmó.

En Italia, al lado de Mihailovich, Gabriel estaba cargo de los trabajos defensivos.

"En Bologna teníamos un staff mucho más numeroso, con roles bien divididos. A Diego (Alonso), con Darío Rodríguez tratamos de asistirlo en todo y ayudarlo en lo que necesite. Sin tener una función determinada, siento muchas más responsabilidades acá que en Italia" comparó.

Con la llegada del nuevo cuerpo técnico asomaron en el equipo jugadores que no aparecían en las formaciones titulares del "Maestro": en el lateral izquierdo Mathias Olivera del Getafe (hoy en el Napoli) y como extremo el chico Pellistri (aquel que quiso Riquelme, hoy en el Manchester United).

"La pura, pero la pura verdad, es que hasta que Diego no supo que la selección uruguaya se había quedado sin entrenador nunca nos sentamos a hablar del tema. Después, con la salida de Tabárez lo contactaron, fue todo muy rápido y estudiar a una selección en poco tiempo no era fácil" opinó.

No lo dijo Gabriel, es una interpretación periodística: fue un curso acelerado con una enorme carga horaria, día y noche, para armar la primera lista y después poner al equipo en cancha en el Defensores del Chaco de Asunción.

"Había un trabajo de muchos años, el campeonato y este país tienen muchísimos jugadores, hay una enorme cantidad en las grandes ligas y con mucho nombre. Podían aparecer algunos nuevos, y los chicos que aparecieron rindieron en gran forma" analizó.

Con voz de asombro, pintó que "es impresionante, y aún me pregunto, cómo un país tan pequeño y con 4 millones de habitantes puede sacar tantos cracks. Tienen calidad, tienen cantidad, tienen temperamento. El jugador uruguayo aparece siempre listo, en cualquier edad, para dar jugar donde sea".

Como la narrativa puede ser circular, esta también. Y empezará cerrarse por donde empezó.

"Para ser sincero, estoy disfrutando porque como dicen los 'tanos', yo tengo la 'memoria lunga' (buena memoria). Recuerdo cuando recibía las cajas de cartón que me daba mi vieja para comer en Buenos Aires; éramos 4 pibes en una pensión con un bañito y una mesa, que teníamos que turnarnos para comer" recordó.

"El sacrificio enorme de mis viejos, para que siempre estuviera tranquilo para poder jugar y estudiar. Aunque los engañaba un poco (risas): les decía que estudiaba, iba a la universidad pero la cabeza estaba en otro lado. Me acuerdo también de los primeros años en Italia, sin calefacción" prosiguió, en pleno rescate de su memoria.

El estudiante universitario que ya jugaba en la primera de Atlanta empezó la licenciatura en sistemas, se cambió por medicina y cuando estaba por terminar el CPI (Curso Preuniversitario de Ingreso) hizo las valijas y se fue a Italia.

Por todo, por tanto, si en el Monumento a la Voluntad del Hombre en la entrada a Olavarría estuviesen escrito en bronce los nombres de olavarrienses que merecen un homenaje por su esfuerzo, su resiliencia, su talento, su perseverancia, sus conquistas, hay uno que no podría faltar: Gabriel Raimondi.