Quizá no al paso más rápido que hubieran deseado por estos días, pero dentro de un marco complicado para todos, desde la Sociedad Portuguesa igualmente siguen yendo hacia adelante, con objetivos claros, precisos, sabiendo que levantar una pared es un esfuerzo enorme pero ladrillo a ladrillo van consiguiendo lo que pretenden. Que no es poco.

Hoy la Sociedad Portuguesa de Olavarría cumple 53 años. En esa espectacular sede de la calle 25 de Mayo 3269 (que va a ser más espectacular todavía cuando finalicen la obra) se levanta el corazón de los alrededor de trescientos portugueses que viven en nuestra ciudad, todos descendientes de aquellos pioneros que llegaron en los años 20 para instalarse en estas tierras. Desconocidas para ellos, pero llenas de esperanza y de vida, de una nueva vida que fueron construyendo con mucho trabajo, con las entrañas lastimadas por dejar en su tierra a su gente, a su familia, los lazos de sangre lusitana que quedaron -para muchos- muy atrás y nunca se volvieron a ver. Así, se aferraron a los que comenzaron a llegar, sus hijos y nietos, transformándose en bandera de una nueva vida lejos de la Leiría natal.

Algunos volvieron a visitar aquella tierra que está envuelta en un manto religioso que es orgullo en el mundo. Otros no pudieron o no quisieron. Pero igualmente se encargaron de transmitir a sus hijos y a sus nietos la cultura, el idioma, las costumbres, la danza, todo lo que tenía que ver con su tierra. Y ellos fueron los que continuaron con ese legado, acá y allá, porque muchos viajaron para ver la casa de sus padres y de sus abuelos. A partir de ese sentimiento la sangre lusitana siguió corriendo más fuerte que nunca y eso fue también lo que permitió que "la casa" de los portugueses se fuera levantando para cobijar a todos.

Ese sentir religioso, muy fuerte, tiene que ver con la virgen de Fátima. A ella también se aferraron para salir adelante, cuando la nostalgia y el desarraigo pegaban fuerte, pero confiaron en ella, la que hace 103 se apareció en ese pequeño pueblo ubicado, precisamente a 18 kilómetros de Leiría, que es de donde vinieron para escapar de las penurias que en ese momento arrasaba a Europa. La virgen de Fátima se presentó ante tres pequeños: los hermanos Jacinta y Francisco Martos junto con su prima Lucía, y eso marcó a fuego a todos los católicos del mundo.