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Se consumía el segundo mandato del doctor José María Eseverri como intendente municipal del partido de Olavarría, había adoptado ya ciertas conductas más propias de algún emir del Golfo Pérsico que de un administrador democrático (por ejemplo, en la caprichosa asignación de recursos públicos al deporte profesional), se imaginaba -en su largos y semanales retiros platenses- desde 2015 como jefe de gabinete en una eventual presidencia de Sergio Massa, cuando adoptó una de las medidas más dolorosas e incomprensibles de su gestión.

Sin que se conozcan consejos o recomendaciones de especialistas en el asunto, decidió arrasar con las tumbas del viejo Cementerio Municipal. Algunas, con antigüedades que se acercaban al medio siglo.

Por entonces, enhiestos quedaron (como debe ser) los artísticos panteones de colectividades, familias tradicionales o sociedades de socorros mutuos que flanquean el camino central de la necrópolis olavarriense.

Las topadoras controladas a control remoto desde el Palacio San Martín (o desde La Plata) por el ex jefe comunal se llevaron buena parte de la memoria del ciudadano común y la convirtieron en escombros o en piezas de fundición pese al dolor y a reclamos ignorados de muchos deudos.

Donde había tumbas y flores, capillas, altares, pequeñas ermitas, mantillas, cortinas, cruces apuntando al cielo, fotos, placas de bronce con menciones de los seres queridos quedó una gran llanura salpicada con pequeñas piezas de granito que recuerdan los nombres de quienes reposan desde décadas en lo profundo de la tierra.

"Como si fuera decisión irrevocable del destino, fueron dos cultores del arte (un escritor y un músico), quienes tropezaron por esas trampas del azar con los últimos despojos desolados de lo que alguna vez fueron personas vivas, palpitantes, que amaban y eran amadas, mezclados con los escombros patéticos de lo poco que quedó de las humildes tumbas que quizá fueran pensadas para conservar su memoria" escribió en estas páginas Daniel Puertas, en julio de 2015.

"Fue precisamente un desborde del Tapalqué el que hizo desviarse del camino que llevaban en su caminata saludable el trombonista Oscar Ferreyra y el escritor Ceferino Lezcano. Tras sortear un zanjón, Ferreyra así chocó con una lápida de cemento que afloraba de un montículo de tierra y residuos" decía en el siguiente párrafo.

Pero el segmento más conmovedor daba cuenta de que "enseguida, con sorpresa y quizá con una punta de pavor, encontraron cruces de cemento en mayor o menor grado de destrucción y después algunos huesos sueltos, estremecedoramente parecidos a restos humanos".

Eran tiempos, además, que la falta de respeto a la memoria de esos olavarrienses se manifestaba con un aspecto lamentable de abandono, pastos que superaban la altura de las rodillas, y aquel sonado caso de derrumbe en parte de uno de sus muros perimetrales.

Hoy el Cementerio Municipal tiene una apariencia más prolija, mejor cuidada, pero el anterior fin de semana (uno de los más concurridos del año en los camposantos del país, por celebrarse el "Día de la Madre") algunos visitantes fueron sorprendidos por decenas de las placas de granito (que ocupan una mínima parte del espacio de aquellas tumbas) fisuradas, quebradas o literalmente destrozadas.

Incomparable la herida y el dolor provocado por una cosa y otra, pero estas imágenes requirieron un pedido de explicación a los responsables del Cementerio Municipal de Olavarría.

Algunas de las inquietudes recibidas al respecto sospechaban del paso de alguna maquinaria pesada para cortar el pasto como causante de estos daños.

Federico Vidal, funcionario de Obras Públicas de la comuna, fue quien respondió ayer a las inquietudes.

"Pasó un poquito de todo; algunas se rompieron por el paso del tiempo, otra por cuestiones climáticas, en el día a día se pueden haber dañado por el trabajo en el Cementerio y tenemos constancia además de algunos casos de vandalismo" dijo.

Vidal reportó que en su oficina se maneja una partida de placas deterioradas.

"Nosotros tenemos una estimación de roturas por año y las que se van rompiendo se van reemplazando; las que se rompen por accidentes de trabajo se reponen automáticamente y para el resto se sigue el reclamo del vecino" comentó.

Ante el pedido, dijo, se solicita nombre y apellido, certificado de defunción (algo no muy fácil de acceder, habida cuenta que en estos espacios hay registros de más de medio siglo), "se les hace firmar una planilla para que presten conformidad, nosotros inmediatamente contactamos a un proveedor y se van reemplazando mensualmente las placas ratas".

La evidencia visual choca con una parte del análisis del funcionario.

"Hacemos reposiciones casi todos los meses. Obviamente, venimos un poquito atrasados por el tema pandemia; el Cementerio estuvo mucho tiempo cerrado y nos estamos acomodando. No es algo que se demore demasiado. A veces esperamos juntar cinco o diez reclamos para enviarlos al proveedor y a medida que llegan las vamos reemplazando" afirmó.

Lugares donde aparecen las placas rotas y la tierra hundida, Vidal lo atribuyó a que "es algo común en todos los cementerios. Hay cajones y, al degradarse todo, los terrenos van cediendo y las placas se parten solas".

Insistió en la necesidad de la notificación de los vecinos.

"Placas que se van reclamando, nosotros las reemplazamos. Cuando no contamos con esos reclamos no están cambiadas. Hoy estamos atajando las que se nos pueden romper a nosotros y las que recibimos avisos" advirtió.

Por encima de esta cuestión, Vidal puso de relieve que "el Cementerio hoy luce cuidado. Es uno de los espacios que administra el Municipio, pertenece a todos los vecinos, está muy prolijo y cuando nos dio un poquito de aire la pandemia para reabrirlo muchos se sorprendieron por las tareas de mantenimiento efectuadas mientras las puertas estuvieron cerradas".

Ponderó que "se trata de un lugar donde la gente se acerca para un encuentro emotivo y la obligación es tenerlo en condiciones. Lo que pasó antes de nuestra gestión no estoy en condiciones de hacer ningún comentario, sí puedo hablar de cómo está hoy".

Aunque, echando la vista atrás, señaló que "son ámbitos para la memoria, para el recuerdo y tenemos la obligación de preservarlos. Me imagino lo que deben haber atravesado los familiares cuando se encontraron con que se habían levantado todas esas tumbas".

"Los chicos que trabajan allí se desviven por tratar de atender a todos de la mejor manera, tomar nota de los reclamos y responder para que el predio no decaiga, no sólo en sus espacios verdes sino en toda su estructura" subrayó.

Hasta centenarios son algunos panteones y bóvedas a ambos lados del camino de acceso al Cementerio Municipal.

"Los edificios de las colectividades los mantienen cada una de ellas, y el resto de los edificios -que también tienen muchísimos años-, los mantiene el Municipio, en mejoras, obras de infraestructura y falencias que van apareciendo" informó Vidal.