Por Carla Bastien

Leer, una acción que nos acompaña día tras día, incluso cuando no somos conscientes de que estamos haciéndolo. Leemos los carteles de la calle, la lista de la compra, los diarios, los mensajes de texto, las etiquetas de un producto. Sin embargo, existe un tipo de lectura que se debe hacer de forma consciente, que se debe aprender: la que está relacionada a los libros.

Como decía el escritor Ernest Hemingway, "jamás habrá amigo más fiel que un libro". La lectura nos ayuda de muchas maneras: mejora nuestro vocabulario, fortalece nuestra cultura general, agudiza nuestra inteligencia emocional, nos ayuda a detectar y omitir errores de ortografía, a combatir el estrés. En el caso de los niños, crear un hábito lector es incluso más importante, ya que influirá de manera positiva en su desarrollo, tanto intelectual como psicológico, contribuirá a fomentar su curiosidad e imaginación, y asentará una base estable para su vida escolar futura.

Sin embargo, Jorge Luis Borges dijo hace ya varios años que la lectura no debe ser obligatoria porque el placer y la felicidad no son obligatorios. Entonces, ¿cómo fomentamos y sedimentamos la lectura en nuestras familias sin imponer ni exigir? 

Animar, no obligar

La lectura debe tomarse como otra actividad diaria o habitual familiar, para fortalecer los vínculos entre padres e hijos, entre hermanos, entre diversos miembros de la familia. Por eso, en los primeros años es necesario que los niños lean en compañía de adultos, quienes pueden leer cuentos en voz alta. Se aconseja que el adulto señale al niño las imágenes, que interprete las escenas y las voces de los personajes él mismo o con juguetes, que interpele al niño con preguntas y comentarios.

Al final de cada lectura en conjunto, se puede conversar con los niños acerca de lo ocurrido o diseñar alguna actividad relacionada a ella, como dibujar un personaje. Incluso, si los niños ya tienen la edad necesaria, resulta positivo invitarlos a animarse a leer en voz alta y practicar.

Con el tiempo, puede que el niño se independice y lea por su cuenta, sin intervención de los adultos, e incluso desarrolle sus propios horarios o gustos personales.

Dar el ejemplo

Como muchas de las cosas que los niños aprenden en casa, el hábito lector se adquiere en parte por el ejemplo de los adultos que conviven con los menores. Es simple, si los niños ven a sus padres o adultos leyendo, ellos también querrán hacerlo, al menos por curiosidad o mera imitación. Si se despierta ese interés en el niño, hay que aprovechar la oportunidad de la mejor manera.

El hecho de que existan bibliotecas en la casa, que se construyan momentos de lectura en familia, que la lectura sea sinónimo de diversión, primero debe surgir de los propios adultos. Los libros tienen que tener su momento del día al igual que los juegos, las tareas, la televisión.

¡La lectura no es aburrida!

La mayoría de las veces, el periodo de atención de los niños es muy corto, o más corto que el de los adolescentes o adultos. Por eso, y aunque resulte obvio, las lecturas que elijamos deben tener en consideración este factor, el tiempo.

Los libros que leamos deben ser adecuados para cada momento de la infancia, por eso no hay que dudar en pedir asesoramiento antes de comprar uno. Las temáticas demasiado ajenas a la realidad del niño, la ausencia de estímulos, pueden jugarnos en contra.

Y también el vocabulario. Se puede aplicar a la par la "regla de las cinco palabras", donde si el niño no conoce cinco o más palabras de la primera página de un libro, este no es el idóneo para su edad.

Es importante también prestar atención a qué historias le llaman más la atención a cada niño, y centrarse en este tipo de cuentos o libros. Además, el espacio dedicado a la lectura debe estar diferenciado del resto del día, ya sea por el lugar físico – el patio de casa, la cama, una silla especial – o por el horario – antes de dormir, por ejemplo-. 

Con estas acciones, los niños ven la lectura como parte de jugar y divertirse, como un momento de recreación, y no tanto como una actividad estática, ajena o tediosa. 

De cara al futuro

Una vez que los niños se conviertan en lectores por su propia cuenta, resulta fundamental no dejar nunca de incentivar este hábito. Ya sea con la compra de libros, con una visita a la biblioteca, ya sea en los cumpleaños o en Navidad, si los niños manifiestan un interés por adquirir o leer nuevos libros, se debe, dentro de lo posible, satisfacer este deseo.

Siempre y cuando se tenga en cuenta la calidad de la obra a leer, la edad del pequeño lector, los gustos que desarrolle, su nivel educativo y la condición económica de la familia, es posible lograr que el gusto por la lectura como un juego con mamá o papá, se convierta en un interés genuino y personal, que acompañará a cada niño por el resto de su vida. Y que, seguramente, le traiga más de un momento de felicidad y placer.