"Yo estaba también como presidente del Consejo Zonal de Bioquímicos, así que tuve que renunciar al cargo por supuesto" agregó, para contar que "los dos estudiamos en Bahía Blanca. Me recibí en el ´74 y Elsa en el ´76. Apenas recibido me fui a trabajar en Azul, unos siete meses aproximadamente, en el laboratorio del Dr. Alvarez, mientras Elsa seguía estudiando. En todo ese lapso estábamos de novios. En el ´75, como no me fue muy bien en Azul, me volví a Bahía Blanca y ahí comencé a trabajar en un laboratorio durante tres años, hasta 1978. Mientras tanto, Elsa se recibió y se vino para Olavarría y comenzó a trabajar con el doctor Atanás Taleff, que tenía su farmacia en Colón y Urquiza" siguió contando Daniel, para hacer un recordatorio de cómo fueron los primeros pasos de esta pareja bahiense-olavarriense que se conoció mientras estudiaban en la Universidad del Sur y que a partir de allí iniciaron una vida juntos.

"Yo, primeramente, había trabajado en la Base Naval de Bahía Blanca y en un laboratorio privado. Después me vine a Olavarría a trabajar a Olavarría, con Taleff, y luego Daniel se vino para acá" resalta Elsa, hija de una familia oriunda de 16 de Julio.

"Es que luego decidimos establecernos en Olavarría, así que también me vine para acá y me puse a trabajar junto con Atanás (Taleff) hasta el año ´82, que fue cuando decidimos independizarnos y pusimos el laboratorio en Moreno y República del Líbano. Primeramente habíamos pensado instalar el laboratorio en lo que era el garage, pero luego surgió la posibilidad de comprar allí y lo hicimos, y nos quedaba a apenas una cuadra de nuestra casa", explicó Daniel.

"En 1981 decidimos, junto con Taleff y la doctora Gubitosi un laboratorio en Loma Negra. Lo tuvimos los tres, pero eso fue hasta 2017 que se lo vendimos a Guillermo Golinelli. Era el único laboratorio que había en la Villa Alfredo Fortabat, que está funcionando por supuesto a cargo de Bruno Golinelli y su esposa Belén Zaffanella" señalaron.

Respecto de por qué eligieron esta hermosa carrera, Daniel contó que "desde chico cuando iba a la escuela primaria ya tenía un microscopio chiquito, de juguete, así como juegos de química. Siempre me gustó. Me recibí en el secundario de perito mercantil y pensé que iba a seguir la carrera de contador público, pero después me cambié a la de bioquímica. No me gustaban mucho los números".

En tanto que Elsa dijo que "mi idea era estudiar medicina, pero como no podía ir a Buenos Aires por razones económicas, entonces me fui a Bahía Blanca a estudiar bioquímica. Era más caro y difícil para mis padres (Francisco Garrido y Delia Esponta) mantenerme en Capital Federal. Bahía Blanca en ese momento no tenía la carrera de medicina, aunque ahora sí la tiene. Y mi hermana Mirta (67) también se fue a estudiar a Bahía Blanca, pero geología, y se quedó viviendo allá donde formó su familia. Se casó con un ingeniero agrónomo y ya está jubilada, ya que se recibió como geóloga y después se doctoró en la especialidad, y también dio clase en la facultad y de ahí se jubiló".

"Mi papá (Enrique Servidio) y mi mamá (Nélida Pallero), que eran peluqueros, se separaron cuando yo tenía 16 años. Mi mamá se fue a vivir a Mar del Plata y allá formó pareja, así que allí tengo una hermana por parte de ella. Así que de alguna manera era hijo único en Bahía Blanca, al menos por varios años fui hijo único. No había nadie en la familia que le gustaba esta carrera, pero para mi fue algo que me gustó desde chiquito" explicó Servidio.

Por supuesto, como en distintas especialidades y profesiones, la tecnología se incorporó y fue modificando la forma de trabajar. Los bioquímicos también recibieron esa "ayuda" de las mejoras que fueron apareciendo en todo aspecto, a lo que Daniel explicó que "antes se hacía todo más artesanal, todo era manuel, fabricábamos nuestros propios reactivos. Ahora todo viene preparado porque los laboratorios ya venden todo listo para que hagamos las prácticas, para los distintos estudios. Inclusive hace quince años, pese a que venían muchas cosas preparadas, también hacíamos trabajo manual. Pero se han automatizado los laboratorios que las máquinas hacen todo y dan los resultados automáticamente, ya que se programan y listo en la parte química, para registrar lo que son glóbulos rojos, glóbulos blancos, etc. Y además, en pocos minutos salen todos los resultados juntos y antes había que hacerlos uno por uno. Además, teníamos que ir adaptándonos nosotros".

"Por otra parte, tenemos un montón de exigencias que tiene lo que es el control de calidad. Ya que una vez que se cumplían esas metas recién te acreditaban. Y ese control era todos los meses. Por ejemplo, te mandaban sueros desde la Fundación Bioquímica -que está en La Plata- para hacer estudios y había que enviar los resultados, ya sea en sangre, materia fecal, control de aparatología, es decir en lo que uno como bioquímico está inscripto. El laboratorio también recibía la visita de inspectores porque hay que cumplir ciertas pautas y protocolos que hay que tener en cuenta. Además, teníamos que hacer cursos -dentro del control de calidad- durante el año, relacionados con la capacitación, más allá del examen mensual que había que presentar", agregó Elsa.

No sólo los bioquímicos han tenido que adaptarse a la aparatología, sino que han aparecido distintas enfermedades que hacen que hay que estar listos para todos esos cambios. Más allá del Covid, hubo otras epidemias: "En un momento fue la aparición del HIV, lo que obligó a adaptarnos a distintas técnicas para trabajar" afirmó Daniel, quien también tuvo activa participación en la parte gremial. "Fui presidente del Círculo de Bioquímicos de Olavarría, que se encarga de lo relacionado con las matrículas y la parte ética profesional, durante dos períodos; también estuve durante cuatro años en el comité directivo de la Federación Bioquímica; fui consejero durante ocho años -representando al Colegio Zonal 9- del Colegio de Bioquímicos de la provincia, y fui terminé siendo presidente del Colegio Zonal, durante los últimos cinco años, que es la entidad que abarca los colegios de bioquímicos de ciudades de la región como Olavarría, Azul, Bolívar, Tapalqué, Las Flores, General Alvear y General La Madrid" terminó diciendo Daniel Servidio, quien junto con su esposa Elsa son padres de dos hijas: Luciana (4), que es dermatóloga, y Estefanía (37) es contadora, las dos están radicadas en La Plata, "y tenemos un nieto, Juan Cruz Fernández, que en agosto cumplirá dos años" terminaron diciendo los bioquímicos.