Mentiras reiteradas, peleas familiares, autodestrucción económica. Estas son sólo algunas de las consecuencias que ocasiona la pasión desenfrenada por jugar al bingo, a la ruleta, a las máquinas tragamonedas o a las cartas. La adicción al juego de azar o ludopatía –el nombre de este mal de carácter psicológico– es cada vez más frecuente en el país, de la mano del crecimiento de las salas de juego. En los espacios, públicos y privados, que llevan adelante programas para atender a ludópatas y apuntalar la prevención, dicen que el juego compulsivo no es un vicio como muchas veces señala la opinión popular, y aseguran que se trata de una enfermedad que requiere tratarla como tal.

¿Cómo reconocer la adicción al juego compulsivo? La psicóloga Débora Blanca, que junto a Luz Mariela Coletti escribió el libro “La adicción al juego ¿No va más...?”, responde: “El vínculo patológico con el juego va pasando por distintos momentos, al principio la persona gana o pierde pero igual se engancha, y lo vuelve a intentar con el pensamiento mágico de que pueden dominar al azar”. 

La especialista que dirige Entrelazar, el Centro de Investigación y Tratamiento de la Adicción al Juego, agrega que en adelante la persona no puede parar de perder y se envuelve en un círculo fatídico. “Cree que va a ganar y si gana quiere volver, y si pierde quiere volver a recuperar. Comprueba que si gana no para de jugar hasta perder todo, luego los reproches y la culpa lo torturan y lo empujan a volver a recuperar lo perdido y lograr cierto alivio. Eso es la impulsión: no puede torcerse mediante la razón o la voluntad”. ¿Cómo se trata entonces al ludópata? “El adicto no encuentra otra manera de tapar lo que le duele (angustia, depresión, soledad, falta de proyectos). ‘Juego porque me olvido de todo’, dicen; pero es momentáneo. Las adicciones son un refugio, son sólo un síntoma. Por eso se trabaja con lo que quiso tapar. Según el caso, se necesita un complemento psiquiátrico. Y siempre que se pueda se incluye una terapia familiar. Hay que tratar al paciente antes del deterioro familiar, económico y psiquiátrico que en algunos casos los conduce al intento de suicidio como única salida”, advierte Coletti.Desde su implementación en 2005, el Programa de Prevención y Asistencia al Juego Compulsivo de la provincia de Buenos Aires (depende del Ministerio de Salud por convenio con el Instituto de Lotería y Casinos) ya atendió cerca de 4.600 personas. Y actualmente 600 pacientes reciben tratamiento en forma individual y grupal. 

“En la línea gratuita se recibe un promedio de 140 llamados por mes que son orientados a los diez centros que hay en la provincia. La demanda se duplica si se tiene en cuenta que en estos centros también se reciben llamados y pedidos de ayuda en forma personal”, informa a Clarín el consultor psicológico y coordinador del Centro de Morón, Jorge Schiavon. 

En el teritorio bonaerense los jugadores compulsivos también pueden acceder al programa de autoexclusión de las salas de juego de azar, destinado a quienes han decidido, en forma libre y voluntaria, alejarse de los bingos, hipódromos y casinos. “Actualmente hay en vigencia alrededor de 2.000 autoexclusiones”, apunta Schiavon. Y agrega: “Se trata de una medida complementaria que forma parte del tratamiento y es irrevocable por dos años”. En un principio el documento se firmaba en las salas de juego, pero desde 2008 se realiza en el centro de atención más cercano a su domicilio: hay que llevar dos fotos, DNI y un testigo. El formulario se remite luego a Loterías y Casinos y desde allí a todas las salas.