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El 11 de marzo de 2020 el Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, anunciaba al mundo desde Ginebra (Suiza) que la "nueva enfermedad" por el coronavirus 2019 (COVID-19) aparecida en China tres meses antes "debía ser caracterizada como como una pandemia".

Apenas dos semanas más tarde, la Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) advertía que debido al "cierre de las escuelas y a la cancelación de eventos, muchos adolescentes se están perdiendo algunos de los momentos más hermosos de su juventud, además de experiencias cotidianas como charlar con los amigos y participar en clase".

Advertía acerca de lo "difícil que resulta ser adolescente en cualquier circunstancia", pero en pleno comienzo de esta crisis humanitaria reclamaba pelear contra la sensación de soledad, aunque el virus los haya obligado a "enfrentarse a este cambio en sus vidas", capaz de generar "sentimientos de ansiedad, aislamiento y decepción".

Casi quince meses transcurrieron desde ambas publicaciones; la pandemia sigue estando entre ellos sin fecha de caducidad, y los pibes y las pibas transitaron (y transitan) una realidad que marcará sus vidas para siempre, aunque de distinto modo según la forma en que haya golpeado a cada uno.

Esa marca se sigue grabando en tiempo real, hora tras hora, día tras día…

Morena tiene 17 años y recibió con alegría que justo ayer vacunaron a sus tíos contra la COVID-19.

Cursa el último año del secundario con orientación en ciencias sociales y, si bien sus expectativas son conservadoras, sus sueños están más que claros.

"El año pasado perdimos todas las expectativas, entonces este año no hacemos muchos planes" subrayó.

"Mi ilusión es compartir todo el año con todos mis compañeros, juntarme todos los días, pero sabemos que es imposible por más que el plan de vacunación esté funcionando muy bien. De máxima esperamos volver todos al salón y tener la fiesta de egresados. Sentimos que sería la coronación de todos estos años para nosotros, nuestras familias, con las personas que fueron parte de este ciclo".

Al 2020 lo recordó complejo: "Fue raro al principio. Sentía como que no estábamos yendo a la escuela; se sentía frío el contacto con los docentes, con los compañeros. Muchos trabajos prácticos y no estábamos acostumbrados. Mucho esfuerzo de los profesores. Mi mamá es docente y veía todo el trabajo que hacía" recordó.

"Ahora es distinto. Es mucho más lindo, valoramos muchísimo ir a la escuela. En la vieja normalidad a esta altura estaríamos cansados de ir, y ahora tenemos ganas de estar en clase. En las semanas de clases virtuales estamos esperando que pasen para ir a la escuela. Nos duele no ir cuando nos tocaría porque los docentes están aislados o por restricciones, como la semana pasada" proclamó.

Lo que era normal, hoy parece una alucinación: "Hablamos con mis amigos de cuando éramos 30 en el salón, y nos parece raro. Nos parece imposible meter tantos chicos en un salón que ahora tiene sólo a 15".

Lo mismo en lo recreativo y lo relacional: "En cuarto, el último año de presencial, lo habitual era ir toda la semana a la escuela y el viernes hacer los planes para el fin de semana. Por eso cada juntada la valoramos el triple, y nos cuesta mucho juntarnos. A mí no me gusta la virtualidad, siento que muchas relaciones así se van perdiendo".

Thiago tiene 15 años, cursa cuarto año con orientación naturales y economía, y analizó con una madurez sorprendente para su edad todo este tiempo tan traumático para la humanidad, y en particular para la adolescencia.

"Es algo que a la mayoría de los adolescentes nos afectó no sólo en lo escolar, sino también en lo social" diagnosticó, y agregó que "en algunas cosas nos ayudó y en otras nos retrasó".

"Al estar adentro, no poder relacionarse con la gente impidió estar con los conocidos, verse con los amigos, conocer gente, y por otro lado contribuyó a conocerse más y conectarse mejor con la familia que uno vive, porque en tiempos normales cada uno tiene su rutina y nos podemos ver sólo en ciertos horarios" opinó.

"Estar tanto tiempo en casa me ayudó a entender a mi familia, aprender cosas nuevas, darme un espacio para hablar con ellos, cosa que antes de la pandemia era muy diferente. Eso no evitó el gran vacío que produjo esta pandemia" acotó.

"Todo cambió. No se podía ir a la casa de alguien a tomar unos mates, a charlar, a pasarla bien, y si lo podemos hacer con un barbijo, comunicados a través de una reja, u otras medidas sanitarias. No sólo a los adolescentes, sino a todos impactó" sintetizó Thiago.

Sus rutinas deportivas o físicas, por supuesto, fueron las primeras en cambiar. "Solía hacer taekwon-do, hacía natación, antes de la pandemia hice planes con probar en distintos deportes, jugaba en el barrio al fútbol, pero todo eso quedó atrás" lamentó.

"Miedos tuvimos y tienen todos. ¿Quién no tuvo miedo?" se preguntó. "Por mí, por mi familia… Aunque no sé si tanto por el COVID o por otras cosas que podían pasar, como el peligro de quedarse solo" señaló.

Los "cumpleaños de 15", algo casi con implicancias culturales, deberá evocarlos con experiencias de terceros. "No quiero que ni me lo digan. Tenía bastantes y se suspendieron todos" planteó.

Sus planes están difusos: "Es una pregunta difícil de contestar sobre cómo va a seguir esto. Nadie sabe nada y la incertidumbre es tal vez lo que más nos atrapa a la mayoría de los adolescentes. El año pasado pensábamos que este año iba a ser distinto, y estamos pasando lo mismo".

Thiago ofreció un enfoque especial sobre la relación jóvenes - fiestas clandestinas - contagios: "Yo no asistí a ninguna y tampoco me han invitado. No puedo entender que nos echen la culpa a nosotros, y los que acusan no se ponen a pensar que ellos también fueron adolescentes, y vivieron cosas que no estamos pudiendo vivir nosotros".

"Hay gente que las hace y no las debe hacer, porque afecta a todos, pero no me parece que sólo eso cause la mayoría de los contagios. A los de 4º, 5º y 6º nos dejaron sin clases porque nos acusaban de que no le tenemos miedo al virus y causamos más alboroto, cuando nosotros lo único que queremos era volver a las clases presenciales, ver a mi amigo, estar sentado en la escuela, estar frente a un profesor. Volver un poco a lo que era antes" reflexionó.

Un año más, 16, tiene Donato, que cursa quinto año en el colegio secundario.

"Nos quedamos con mi familia en casa desde que empezó la pandemia, tranquilos, y fue un cambio grande en la escuela porque se hizo todo virtual, y todo más raro" recordó.

"Costó adaptarse, hasta que nos acostumbramos a buscar trabajos virtuales, conectarse con los profesores por Zoom en lugar de las clases presenciales. Nos fuimos adaptando y ahora está buenísimo poder volver a las clases presenciales, aunque con cuidados obviamente. Fue lindo volver a verse con compañeros y profesores" celebró.

La pandemia modificó las relaciones. "Todo se redujo a llamadas y a mensajes. Faltó ese contacto físico y presencial que se necesita con las personas" indicó.

Donato sí llegó a tiempo para las tradicionales fiestas. "La mayoría de los cumpleaños de 15 en mi curso fueron en 2019. Sólo uno quedó pendiente del año pasado" apuntó.

La pandemia abortó también su actividad deportiva. "Hacía canotaje, y dejé de ir. En un momento hice ajedrez y cuando quise volver se complicó porque el profesor no podía dar clases virtuales" precisó.

Les viene pasando a muchos adolescentes, y a Donato también: las pantallas multimedia han ejercido un imán irresistible durante la pandemia. "Bastante, je… De vez en cuando juegos, a veces películas, a veces series" contó.

Con sus 18 años, Mora también cerró una etapa en la virtualidad (el secundario) y transita el primer año de la licenciatura en trabajo social en la misma modalidad.

"Malísimo, la verdad. En la escuela nos perdimos un montón de cosas y ahora en la facultad nos cuesta un montón hacer amigos, conseguir gente para los trabajos. Arrancar la facultad así es horrible" enfatizó.

Igual, el presente es mejor que el pasado. "Lo de 2020 fue un poco más angustiante, porque estuvimos más encerrados y la pasamos bastante mal pensando en todo lo que no podíamos hacer. Nada que ver con este año; a pesar de que no puedo estar con mis compañeros, sí puedo estar con mis amigas, ir al Parque" manifestó Mora.

En aquel tiempo, las también pantallas fueron sus compañeras. "Pasaba mucho tiempo en mi habitación, me quedaba hasta tarde viendo series, estaba todo el día mirando el celular o sentada en la computadora. ¿Insomnio? No, para nada"

La COVID-19 afectó a toda su familia.

"Nos contagiamos entre marzo y abril. La mayoría no tuvimos síntomas, y mis papás por suerte se habían vacunado con la primera dosis, así que en ese sentido estaban protegidos", dijo.

Los inconvenientes para el desenvolvimiento de la actividad física en cuarentena no fueron problema para Franco, que tiene 18 años y cursa en virtualidad primero en el profesorado de geografía en el ISFD Nº 22. "Si algo le agradecí a la pandemia es no haber tenido clases de educación física durante un año" bromeó.

La pandemia quiso que finalizara un ciclo en virtualidad y comenzara el otro del mismo modo. "El primer año fue el más difícil, porque no estábamos acostumbrados" sostuvo.

"Hacer la escuela por la virtualidad creo que nos enseñó distinto. Yo no puedo decir que no aprendí, porque los profesores nos enseñaron muchísimo, e hicieron todo lo posible para que los conocimientos me lleguen" agradeció.

Para Franco lo presencial siempre estará por encima de lo virtual, pero "fue algo distinto. Ahora me pasa que estoy más acostumbrado a las nuevas herramientas, pero tengo muchas ganas de ir, de conocer a mis compañeros en persona, de estar con los profesores frente a frente".

La pasó mal en algún lapso de la pandemia. "El hecho de estar encerrado y encerrarse tanto en uno mismo me llevó a la depresión, pero fui a un profesional y ya está superado" festejó.

La pantalla también lo subyugó. "Videojuegos no, pero sí muchas películas, porque me gusta mucho el cine. En pandemia creo que llegué a ver tres o cuatro al día" confesó.

Observa el futuro "incierto", pero a la vez destacó "una campaña de vacunación histórica. Creo que se hizo todo lo posible para contener la situación. Esto se le va de las manos a cualquiera. Para mí va a durar un tiempo más, quizás hasta el año que viene. No tres años, como dijeron, porque se está vacunando gente, la Argentina recibe cada vez más vacunas y, con suerte, a fines de este año podríamos volver a algo parecido a la vieja normalidad".

Período de crecimiento y desarrollo

Por Yesica Schamberger (*)

La OMS define la adolescencia como el período de crecimiento y desarrollo humano que se produce después de la niñez y antes de la edad adulta, entre los 10 y los 19 años.

Se trata de una de las etapas de transición más importantes en la vida, que se caracteriza por un ritmo acelerado de crecimiento y de cambios.

La adolescencia es un tiempo de preparación para la edad adulta, es el tiempo "puente" entre la niñez y la adultez.

La habilidad de reconocer y gestionar los sentimientos tanto propios como ajeno es muy importante para la salud mental de los adolescentes.

La adolescencia es una etapa evolutiva del ser humano, y cada ser la transita con subjetividad, eso significa que a no todos los seres humanos le suceden las mismas cuestiones a determinada edad.

Es probable que en una pandemia el adolescente sienta ansiedad frente a la Covid, porque es una situación a la que se enfrentan de manera inesperada.

Se sugiere que se puedan armar redes de contención, para que el adolescente pueda expresar sus sentimientos, sus pensamientos, sus opiniones. Esas redes de contención pueden ser con profesionales, con sus padres, con sus docentes.

Hay que tener en cuenta la gestión de los tiempos en el día a día, debido a las restricciones y a la nueva normalidad por Covid, de manera adecuada para que se puedan mantener los hábitos saludables, como por ejemplo los ejercicios físicos, alimentación equilibrada, estudios, así como los momentos de ocio que pueda disfrutar.

Es recomendable que busquen nuevas formas de distracción, como leer un nuevo libro, aprender un oficio, aprender a tocar un instrumento.

Todos deben tener en cuenta aquello que sí se puede cambiar y lo que no se puede cambiar. Lo que se puede cambiar va en relación con el auto cuidado y la empatía.

Es valioso lo que generan las estructuras de los colegios, porque son instituciones donde los adolescentes se sienten seguros, acompañados y cuidados.

Intentar mantener el mayor diálogo posible, donde se escuchen sus inquietudes y sus intereses.

Por otro lado, desde el punto de vista psicológico, además de hacer terapia en adolescentes existe lo que se denomina "orientación a padres", con indicaciones y pautas para la convivencia dentro de la familia.

(*) Licenciada en Psicología